SENAME: LOS NUEVOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN

 

Alguna vez fui educador de trato directo en el CREAD Pudahuel, dependiente de SENAME, en ese tiempo tenía otra sigla, que a su vez había reemplazado un nombre anterior. Entregué mis papeles y entré a trabajar, sin mediar siquiera un examen psicológico. Extenuantes jornadas de 12 horas, que por un descuido habitual podían transformarse en 36, me permitieron conocer la desnuda vida de niños y niñas que por diversas razones se encontraban en ese recinto. El título de educador, era por cierto un eufemismo, aunque el recinto parecía emular en su estructura una escuela, la verdad es que las niñas y niños no asistían al colegio ni tenían clases de ningún tipo, el rol del educador era el de celador. Recuerdo que estaba prohibido cerrar las puertas con llave, lo que no significaba que estaba permitido traspasarlas. Un educador solía en broma, descolgar un cuadro que colgaba de la pared y con él golpear a los chicos, se trataba de la Declaración de los Derechos del Niño, nada grave, los niños/as reían con esas cosas. Una vez un chico se me acercó y con sincera preocupación me dijo que si no les pegaba nadie iba a respetarme. Vi el proceso de transformación de muchos niños y niñas que al llegar debían adaptarse, era verdaderamente una lucha por la sobrevivencia: si no eres el más fuerte, te esmeras al menos en parecerlo. Me llamó la atención lo difícil que era descubrir una inquietud de algún niño o niña. Recuerdo que una de mis hazañas fue enseñarle ajedrez a uno de los chicos, partimos con los movimientos de las piezas y llegamos incluso a leer un par de libros con jugadas de maestros. Una residencia SENAME se caracteriza por su tiempo vacío, sólo interrumpido por la violencia cotidiana, por tanto, el niño pasaba largas horas frente al tablero imaginando jugadas. De pronto el ajedrez se transformó en pieza de chantaje: “obedece o no hay más ajedrez”, es por eso que los niños y niñas del SENAME tienen las inquietudes amputadas, es un rasgo de debilidad. En toda la temporada que trabajé en SENAME tuve la misma sensación día tras día, que vivía en dos países distintos.

Hace pocos días, una jueza del segundo Juzgado de Familia de Santiago, Mónica Jeldres, ha denunciado la existencia de una red de explotación sexual infantil en el CREAD de Pudahuel. No sólo recordé mi experiencia trabajando en ese espacio, también el agobio y la impotencia de no poder hacer algo significativo para cambiar la realidad de niños y niñas, la misma desesperación que reconozco en las palabras de la jueza frente a la Comisión de Asuntos de la Infancia del Senado:

“Todos sabemos lo que ocurre (…), pero hoy hay niñas que se fugan desde la residencia, son violadas, son secuestradas, las tienen por días secuestradas. Unas se arrancan, logran escapar, llegan en calidad de bulto y los jueces vamos de nuevo a la misma residencia y se vuelven a fugar y las vuelven a violar y son víctimas de un círculo de explotación sexual infantil. De eso estamos hablando acá”.

Mónica Jeldres es parte del sistema que debe asegurar la protección de niños y niñas, por eso es tan significativa su acción de interponer medidas cautelares ante la Comisión Interamericana de DDHH, contra el Estado de Chile, pues entiende que el sistema chileno está lejos de generar garantías. Es conmovedor escucharla decir una verdad tan evidente: “Todos sabemos lo que ocurre”, pues se podría decir que lo sabemos desde siempre, o al menos desde la muerte de la pequeña Lissette en el año 2016, que permitió que se conocieran las otras muertes y develara el maltrato sistemático del que hasta el día de hoy son víctimas niñas y niños pobres que pertenecen a la red SENAME, es lo que nos dio a conocer, por su parte, el informe de la PDI hace poco, que aseguraba que en el 100% de las residencias se producían abusos y maltratos, ya sea privadas o de administración directa de SENAME. Entonces es cierto que Todos lo sabemos, como todos sabemos que después del estallido social de 2019, la Agencia Nacional de Inteligencia firmó un convenio con SENAME para poder acceder a la información de niños y niñas, acción que posteriormente fue abolida, pero que no mereció siquiera una explicación desde el ministerio de Justicia.

Giorgio Agamben, el filósofo italiano, hace poco más de dos décadas escribió su obra más emblemática, “El Homo Sacer: el poder soberano y la nuda vida”, donde el protagonista es la nuda vida, la vida desnuda, carente de significación, expulsada de lo sagrado y de la vida política, sólo vida. Para referirse a la nuda vida toma el concepto Homo Sacer, que en el antiguo código romano significaba hombre sagrado, pero en su acepción de maldito, execrable. Alguien que había sido designado Homo Sacer no podía ser elegido para el sacrificio, pero sin embargo podía ser asesinado por cualquiera impunemente, sin que esto fuera considerado un homicidio. De acuerdo a Agamben, es el poder soberano quien decide sobre el homo sacer, sobre la nuda vida. Es decir, hay personas que viviendo en un territorio parece que han sido expulsadas de él, obligadas a vivir en un permanente Estado de Excepción. Han sido excluidas incluyéndolas, es decir, pertenecen a un territorio, pero al mismo tiempo quedan excluidas, lo que Agamben nomina el paradigma del campo de concentración. Un campo de concentración se encuentra al interior de un territorio nación, sin embargo, el Estado de Derecho que impera en toda la nación está suspendido al interior del campo. El mecanismo exclusión-inclusión, es lo que explica la existencia del Estado de Excepción en las normativas constitucionales, incluye aquello que pretende excluir. Teóricamente, el Estado moderno ha reservado ese Homo homini lupus est («El hombre es un lobo para el hombre») al que hacía alusión Hobbes (sobre el estado natural), para su propia defensa. De acuerdo a Agamben, es precisamente ese Estado de Excepción el que caracteriza el poder soberano en los tiempos del Estado contemporáneo.

La complejidad del pensamiento de Giorgio Agamben en el Homo Sacer, parece aclararse tristemente en la realidad de miles de niños y niñas que dependen de SENAME. Una institución que parece diseñada para incluir excluyendo, recintos que operan con normativas propias, capturando los cuerpos, creando y vigilando esa nuda vida de quienes pueden ser asesinados, abusados, violados impunemente. Finalmente hago una corrección, el CREAD de Pudahuel no se parece en nada a una escuela en su estructura, al igual que todos los recintos dependientes de SENAME, se parece más a un campo de concentración de niños y niñas pobres. Eso es el SENAME, aunque el día de mañana pase a llamarse Mejor Niñez, al igual que Mónica Jeldres, todos sabemos que es solo un cambio de nombre, como los tantos que han tenido sus centros (COD, CTD, CREAD), seguirá siendo un campo de excepción, el lugar predilecto de la nuda vida.

 

Compártelo en:

1 thought on “SENAME: LOS NUEVOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN”

  1. Que terrible, cuando habran personas que realmente se precocupen por el ser humano y no por la plata . No se dan cuenta el sufrimiento de esos niños , porque esta gente es tan indolente y mostruos a la vez!!!!!! De verdad que los que estan permitiendo estos abusos y violencias de todo índole la van a pagar aquí!!!! Dios los esta viendo.

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *