ALEJANDRA DEL RÍO: EDUCACIÓN POÉTICA, RAZONES POR LAS QUE LA EXPRESIÓN ES LA SALIDA.

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por Alejandra del Río Lohan, poeta y pedagoga de la poesía

A pesar de los esfuerzos que realizaron profesoras y profesores, la post pandemia nos está mostrando una preocupante realidad en la educación: analfabetismo, violencia escolar y salud mental deteriorada en la comunidad educativa. Si bien esta realidad estaba presente antes de la pandemia, ahora se agrava lo que ya estaba maltrecho. Ya en sus tiempos, frente a un panorama similar, Gabriela Mistral escribió: “es necesario que un fuerte soplo de vida, de humanidad, pase arrasando todo esto y renueve los métodos de enseñanza”. Más que recursos económicos nos referimos al enfoque, método y didáctica para solucionar tal atolladero en nuestra educación.

Tenemos la convicción que Gabriela Mistral dejó repartidos en sus escritos la semilla de este soplo de vida que pasará arrasando con lo viejo. La seguimos, la emulamos y hemos sometido a prueba sus ideas. Así surgió la Educación Poética. La Educación Poética es un enfoque de la enseñanza-aprendizaje del lenguaje basado en la expresión. En este enfoque la interacción pedagógica cobra protagonismo y relevancia en la medida que facilita el proceso creativo, respetando el componente emocional del mismo y la naturaleza propia del acto cognitivo que evidencia que solo se aprende a través de experiencias significativas.

Esta es la definición más amplia y completa que, hasta ahora, hemos descubierto para explicar lo que entendemos por Educación Poética, en oposición (o complemento) de la enseñanza literaria basada en transmisión de contenidos. A partir de acá nos volvemos pura diversidad y contexto. Espíritu lúdico, reflexión crítica y compromiso. La Educación Poética tiene tantas formas de realizarse como personas existen o existieron que la hayan practicado y recibido.

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Desde luego, zanjaremos desde un inicio la duda de si es que su objetivo es el de crear más poetas y la respuesta es NO. No es nuestro objetivo llenar el mundo de poetas, por mucho que tengamos la íntima convicción de que son las personas más fabulosas que existen. También zanjaremos de plano el asunto del género literario; llamamos “poesía” a toda operación mental en la que se realice una transformación creativa con el lenguaje.

Para la niña no es tan relevante la definición de poesía como aprender a hacer algo con las palabras. Y este “hacer algo”, nos recuerda la lingüística cognitiva, se produce debido a la capacidad metafórica intrínseca del lenguaje. A pesar de que la poesía es hoy considerada como algo suntuario, casi como una inservible entelequia del pasado, un contar de sílabas o el hallazgo de estructuras, lo cierto es que en el centro de la pulsión vital de una lengua se encuentra la poesía. Basta parar la oreja y escuchar la creatividad del habla del chileno para notar cuánta poesía hay en la calle. Lo que queremos es que las personas se beneficien de la práctica de la poesía, que a través de ella tengan herramientas concretas para llevar adelante sus procesos individuales de aprendizaje y sanación, enmarcados en un colectivo que le dé sentido a su creación. No hay poema que no esté buscando a un otro que lo acoja, por muy hermético que aparezca, el poema siempre abriga la esperanza del encuentro. Nuestro objetivo es que las personas se conecten con su íntimo ser creador ya que esta conexión es el mayor impulso para el aprendizaje con que hoy contamos. Y qué mejor que esta conexión se dé a temprana edad, cuando el cerebro está más receptivo a la experiencia del lenguaje. Ya sea esta negativa o positiva, el cerebro de la niña será modelado por tal experiencia, marcando un derrotero de bloqueo o autonomía que la acompañará de por vida. Y qué decir de la joven, ella se abrirá al conocimiento después del autoconocimiento. Siguiendo a Paulo Freire, la lectura de autores es significativa si permite la lectura del mundo, la escritura lo es cuando permite el conocimiento de sí. Esta es el círculo virtuoso que siglos de academicismo han arrebatado al ser humano: usar la tecnología del yo a su favor para aprender y sanar. En especial cuando los sistemas están colapsados como para asegurar estos derechos. Tampoco creemos en el determinismo de la experiencia, estamos seguros de que a cualquier edad las personas pueden trascender el bloqueo y conquistar para sí mismos la autonomía creadora, condición para que el aprendizaje significativo se realice, nunca es tarde para aprender.

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Cuánto sufrimiento nos evitaríamos si desde pequeños estuviéramos conectados a nuestro ser creador. Quizás no nos ahorraríamos el dolor, que parece ser un ingrediente imposible de soslayar en esta intensa vida humana, pero tendríamos una oportunidad de expresarlo y transformarlo, aprender de él para volvernos más sabios, plenos e integrados. ¿No debería ser la sabiduría un objetivo de la educación?

Yo sé que estamos lejos de eso y no se me asusten con estas afirmaciones que parecen tan utópicas; la Educación Poética también desarrolla las habilidades del lenguaje, pero, a diferencia del enfoque reduccionista y de contenido que impera hoy, las desarrolla de forma integral, de acuerdo con la realidad de cada persona y respondiendo a las necesidades del contexto.

Si dudan de que el enfoque desde la expresión sea la cierta solución, observen qué motiva más a sus estudiantes: leer el poema de un laureado poeta o escribir su propio poema. Se llevarán sorpresas; ellos estarán infinitamente más interesados en el texto de su amigo o amiga que de un Premio Nobel, por mucho que el curriculum imponga jerarquías, esa es la realidad. La expresión es un recurso que garantiza la motivación y no debería ser despreciado.

No quiero decir que no debamos pasar literatura en clases, entiéndanme bien. Quiero decir que adquisición, decodificación y uso creativo del lenguaje ocurre en torno a un proceso con fases que deben ser conocidas, respetadas y facilitadas por el educador o educadora. Nadie puede apreciar lo que primero no ha comprendido ¿Por qué esperamos que niños y niñas aprecien la literatura si no la han aprendido? Y no la han aprendido porque no han tenido la experiencia de crearla. Cuando niños y niñas se vuelven creadores con la palabra ven los libros de otra forma. Van a ellos a disfrutar, como un poeta que disfruta de la lectura de los clásicos, de sus técnicas y recursos, de su vívida fantasía, de sus historias asombrosas, porque comprende y valora lo que los grandes poetas han hecho. Así mismo, tras la experiencia de crear, la joven irá a los libros para aprender, para disfrutar de lo que ya comprende. Entonces la lectura abrirá puertas y ventanas para ella, no antes.

La razón por la que la expresión es el gran recurso con que contamos parece sencilla, pero hasta ahora no se le ha dado la debida atención, alejando a millones de personas de su derecho al lenguaje. Y es que el mundo ha cambiado pero la educación insiste en no cambiar, insiste en seguir un modelo en el que la escuela es el lugar donde adquirir información y el profesor el depositario de la verdad. Un modelo heredado de siglos pasados que promueve la estandarización y jerarquía del conocimiento, que no toma en cuenta la interacción ni la elaboración colectiva o individual de saberes. Y para rematarla, sin gozar. Como diría Gabriela Mistral, desprovista del goce, más que educación, estamos frente a un adoctrinamiento puro y duro.

Para comprender cómo hemos llegado a esto, reflexionemos en la política del lenguaje que ha imperado en Chile los últimos 30 años. Se habla del “Fomento del Libro y la Lectura”. Se coloca en el centro al libro. ¿Quién por tener un libro ha desarrollado el hábito lector? Las cifras indican que paralelo a la proliferación del libro, el lector está en retirada. En cambio, los escritores se multiplican, el mundo entero se quiere expresar. Muy pronto tendremos más escritores que lectores ¿Es acaso un fenómeno literario o terapéutico? Para mí, el nido de la serpiente se encuentra en esta concepción jerárquica del fenómeno del lenguaje. La lectura aparece en primer plano, invisibilizándose la oralidad y la escritura. Es decir, se nos permite el consumo, pero se nos niega el diálogo y la creación. ¿Será porque estas últimas no se pueden vender ni comprar? En el mejor de los casos estas habilidades son desarrolladas de forma separada, como si realmente no existiera un vínculo entre conversación, lectura y elaboración.

En la era de la libre información, del consumo descarado y descarriado de contenido de toda índole, al que niños, niñas y jóvenes están permanentemente expuestos ¿No es redundante que escuelas y bibliotecas sean concebidas como centros de información? Estos espacios públicos deben convertirse en lugares para elaborar este bombardeo de información en saberes útiles para la vida plena de los futuros adultos. El libro solo se beneficia del diálogo significativo y la escritura creativa.

En cambio, cuando la expresión está en el centro se produce un verdadero círculo virtuoso que emparenta todos los estados de esa materia que llamamos lenguaje. El ser completo está movilizándose para crear con palabras algo que antes no existía. Escribir un texto creativo es desafiante, sin duda, enseñar a otro los mecanismos y estrategias para hacerlo, aún más. Implica que la profesora también sepa hacerlo. ¿Cómo enseñar lo que no se sabe? No basta con replicar un conocimiento, es necesario saber producirlo. Y esto requiere que la profesora esté dispuesta a aprender, a estar conectada, empoderada de su propia expresión. También la profesora puede tener miedo y estar bloqueada, no solo la joven. Así mismo, puede desbloquearse y descubrir su rico mundo interno; una subjetividad sensible, una imaginación descollante, un humor absurdo y gozar con todo ello. Y seguimos a Gabriela Mistral: del gozo de la profesora beben su gozo los niños.

Nos preguntamos, para finalizar, si la poesía y la escritura creativa tienen tantos beneficios ¿Cómo podemos llevarlas a las escuelas de nuestro herido país? Pues a través de una didáctica, de herramientas concretas y aplicables, que no se planteen tanto qué enseñar sino cómo enseñar. Es nuestra labor desentrañar el misterio de la creación por la palabra para que pueda ser aplicado en contextos no literarios, beneficiando a todo tipo de personas, no necesariamente iniciadas o del ámbito académico, de manera que el derecho al lenguaje se haga una realidad y no un muro que separa privilegiados de marginados.

 

 

*Fotografías: Archivo personal Alejandra del Río

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