CECILIA CASANOVA, LA POETA DE LAS COSAS NIMIAS.

 

 

Un pájaro que canta en inglés, muchos pájaros y más pájaros, mariposas, muebles que crujen y de fondo el concierto número 5, resonando en un patio, un jardín o la calle donde algo podría acontecer, la poeta nos mira desde una ventana como si fuera su atalaya, eso y más son los trazos que nos regala la poesía de Cecilia Casanova (1926-2014) Sobreviviente de la gloriosa generación del 50 y creadora de una poesía única e irrepetible en el mapa de la gran poesía chilena , que no posee parangón alguno, una poesía de un dedo que aprieta la cámara y el flash nos regala una instantánea; verdaderas miniaturas para ir completando un mosaico o un relato disperso en continua desaparición “Una hoja cae, algo pasa volando” Diría Huidobro en su Arte poética. Casanova captura la imagen y la encierra en el poema, esos son los límites que pone en cada escrito, la realidad queda entre estos cercos, aquí no hay mucha democracia, para el poema lo que le concierne al poema, sus posibilidades e imposibilidades:

Ni el pájaro pese a sus alas
puede volar
más allá de lo escrito.

“Este ejercicio de nada y para nada”, escribió Enrique Lihn, pensando en la inutilidad de la poesía, de la poesía al servicio de algo y en esta esfera, la poesía de Cecilia, calza perfectamente como una pieza fundamental, la poesía de Casanova no sirve para nada, o quizás para el vano triunfo de la inmortalidad –como diría el poeta Tu Fu-, referida a la “fama” inútil post mortem de un autor, aunque se ha tratado un poco a nuestra poeta como la olvidada del 50, tal vez no tuvo el mismo nivel de lectores de los otros poetas, pero es un mito que es una suerte de “poeta maldita”, borrada y silenciada; obtuvo premios, escribieron sobre ella, el mismo Lihn, Teillier, Adriana Valdés entre otros. Cecilia Casanova, es la poeta de las cosas nimias, y vamos sabiendo por el avance de la ciencia que muchas veces lo más pequeño es lo más relevante en los procesos, por ejemplo, astrofísicos, una abeja para Emily Dickinson significaba la creación de un valle; hablamos de lo particular que sugiere de lo “insignificante” toda la inmensidad del universo o los diferentes ecosistemas existentes en la tierra. Entonces, la obra de la autora es la poética del instante, de lo que era muy real y se convierte en tiempo mítico, de lo que se congela y de lo que nos congela como lectores:

Mercury 47
Al morirte me quedé en pana
como tu negro Mercury
que llegó a saber tanto
de nosotros.

 

 

 

Ciudad lárica

Columna de Giovanni Astengo

 

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