LA BOCA DEL MAPA, LA LENGUA DEL DESEO. PRESENTACIÓN DE EL MAPA DE QUIRILLUCA DE PAVELLA COPPOLA POR SALVADOR GAETE

 

Salvador Gaete: Presentación del libro Mapa de Quiriculla, de Pavella Coppola. (Mago Editores, 2023)

 

Murieron las formas despavoridas y no hubo más un

afuera y un adentro

(Alejandra Pizarnik)

 

Una poesía de lo inquietante, es lo que nos ofrece Pavella Coppola en El Mapa de Quirilluca. Inquietante porque no hay espacio para el sosiego, porque está cuidadosamente moldeado para excitar la percepción de quien de manera descuidada se enfrente a este breve, pero intenso poemario. Inquietante también porque este libro no se permite la quietud, todo es movimiento incesante, el paisaje y los cuerpos aparecen en permanente desplazamiento. Imposible congelar una imagen y desencadenarla de su propia pulsión, pues las imágenes solo tienen sentido en su secuencialidad, en su ritmo. Pavella nos ofrece una poesía de lo vivo, de lo palpitante, no hay vida si no hay movimiento y éste no se puede desagregar. La experticia de la poeta le permite dibujar o insinuar el movimiento de los elementos que va convocando, atrapándolos a cada uno, o descifrándolos, en su propia pulsión. Inquietante también, porque al turbar la quietud, lo que busca es alterar o interrumpir el estado o curso natural, es ahí donde aparece la visión de mundo de Pavella, su pensamiento crítico, que indica que detrás de su exquisita técnica hay un mensaje que descubrir. Su poesía también es un mapa.

Permítanme situar este libro, en la medida de lo posible, aunque esto nos sirva sólo de manera transitoria. Quirilluca es considerado el último pulmón verde de la provincia de Puchuncaví, por tanto, está ubicado geográficamente en la denominada zona de sacrificio. La accidentada geografía de Quirilluca, famosa por sus acantilados, la hace una zona de difícil acceso, lo que hasta ahora ha permitido la subsistencia de su flora y su fauna, aunque se sabe de la existencia de un mega proyecto inmobiliario de la familia Lería-Luksic que pretende albergar en verano aproximadamente a 56.000 turistas, lo que amenaza la preservación de Quirilluca, que a su vez ha sido propuesta para ser reconocida como Santuario de la Naturaleza.

El Mapa de Quirilluca, es un libro que carece de certezas, está construido en base a preguntas (inquietudes). Quirilluca es el ingreso a lo desconocido, las líneas o contornos se desdibujan, los cuerpos se entrelazan, se confunden a su vez con el paisaje, las fronteras se desplazan o desaparecen ¿Efecto de la niebla o nube que rodea el paisaje? La nube le hace al paisaje lo que el papel arrugado le hace al mapa: confundir las fronteras:

“Ahí se confunde el viaje

ahí el viento otra vez impide

y Quirilluca no detiene el cielo.”

 

Pero las arrugas del mapa también podrían simbolizar el movimiento, de hecho, cuando asegura que Quirilluca no detiene el cielo, lo que hace es unir tiempo y movimiento, dos conceptos claves en la construcción mítica de este universo. El mapa ha de representar aquello que ha sido escrito, por eso llama la atención la insinuación de movimiento en la escritura, el mapa tiene pálpito, se encuentra vivo, a veces es papel, otras es cuerpo, también es casa. Es todas esas cosas a la vez debido a la desaparición de las fronteras y el ingreso a lo que podríamos llamar tiempo mítico.

El mapa

su arruga

el corazón

en medio de la fuga.

No hay norte, ni estrechez.”

Sin embargo, no es fácil atrapar estas imágenes, hay que entenderlas en su secuencialidad y en su relación con el universo. Por ejemplo, la palabra corazón la podemos unir a cuerpo, piedra, mapa, paisaje, es una imagen cambiante en el devenir del poema. De pronto los hermanos se arrebatan mutuamente el corazón y escriben con él, luego aparece el corazón del mapa o aparece expuesto en la piedra sacrificial:

“cuando la piedra inicial recoja el paisaje

cuando el tiempo lance el corazón sobre la roca.”

 

Es aquí cuando la palabra sacrificio y Santuario de la naturaleza parecen confundirse, a veces como conquista, otras como origen, el sacrificio es parte esencial de la escritura misma, efecto producido por la aplicación del movimiento y el tiempo caótico, un tiempo que frecuentemente corre hacia atrás. Aunque en realidad lo que parece insinuar el poema es la existencia de un orden desconocido, un orden natural que ha sido sumergido:

 

“Aunque lo doméstico asome entre cada libro y se renueve el desborde en ese mar.

Hay cosas que ordenar aquí en el minuto.

Hay una casa pegada al tiempo.”

 

Ese orden natural que se insinúa, tiene que ver con la reiteración, es un orden no reñido con el desborde, está constituido por la renovación de ese desborde, por la renovación de lo sexual, de lo que une. Es un orden que se no se opone al caos, sino que lo reafirma. La disputa por el orden es esencial en el libro, no se puede aislar, es parte del tiempo, de la pulsión. No se presenta como un orden alternativo, sino como original. Es importante remarcar que este es un libro sobre el territorio, pero no sólo en su acepción material, sino más ligada a la definición que establece Deleuze y Guattari, donde se vincula territorio a la acción, existiendo los conceptos de territorialización y desterritorialización, que son movimientos que se repiten con la intención de ejercer un control. Los autores plantean:

“El territorio se puede desterritorializar, esto es, abrirse, en líneas de fuga(…). La especie humana está sumergida en un inmenso movimiento de desterritorialización, en el sentido de que sus territorios ‘originales’ se rompen ininterrumpidamente con la división social del trabajo, con la acción de los dioses universales que ultrapasan las tablas de la tribu y la etnia, con los sistemas maquínicos que llevan a atravesar, cada vez más rápidamente, las estratificaciones materiales y mentales”.

 

Es evidente que en Quirilluca, la disputa por el territorio, en el libro, es más que una cuestión material, se trata de la preservación de una visión espiritual, de un saber y un misterio ancestral sumergido. Su desterritorialización no tiene que ver con la pérdida física del espacio, sino con la amenaza de establecer un tiempo y orden distinto al natural, al del universo mítico.

“No se duerme esta tarde, dijo el arriero.

No se fornica esta mañana, dijo el hombre.

No se descansa en el umbral de la muerte, hablan los dioses.”

 

Pero no olvidemos que Quirilluca no es más importante que el mapa. El poema nos dice: “Quirilluca, la boca en este mapa”. Es decir, Quirilluca es el ingreso a la búsqueda, aunque la polisemia de la palabra boca insinúa entrar, devorar, desear, comunicar y de alguna forma todas estas acepciones tienen que ver con la búsqueda, con el misterio que esconde el corazón del mapa. Las claves de esta búsqueda están diseminadas por todo el texto. Al principio leemos algunos datos del hablante:

“- No soy quien escribe. Me lanzan signos:

me surge el ojo del barco en medio de la ira clandestina.

– Me lanzan marejadas.”

 

Esta confesión de la hablante de ser tan solo una médium o una traductora de signos y que esos signos, a su vez, tengan la imagen del movimiento (marejadas), insinúan la existencia de un lenguaje desconocido. Posteriormente continúa:

“No habrá retorno cuando el viento diseñe tu signo en el pez inquieto

(…) Se confundirá el anhelo con la saliva en tu hora”

 

El pez inquieto es la lengua, también el deseo, como el anhelo y la saliva, pero ahora es el viento quien dicta los signos. Pulsión, deseo y lenguaje parecen unirse, se mezclan, se entrelazan.

“todo inmóvil en el sonido irrefutable del sol resbalando húmedo encima del tiempo.

Como una diminuta queja el astro silente cabalga en la lengua del mar.”

 

He aquí los signos traducidos, el lenguaje que aparece oculto en la naturaleza, un lenguaje primordial que habla a través del movimiento, de la secuencialidad del sol cabalgando la lengua del mar, el lenguaje del viento, las marejadas, el lenguaje cíclico, sexual, la “mecánica del ombligo del abuelo del abuelo”, un lenguaje rítmico, palpitante, un lenguaje de lo que no permanece, que se transforma.

El gran secreto que oculta el mapa de Quirilluca, su corazón, podría ser este lenguaje que no se ha separado del universo, que es a su vez cuerpo, tiempo y movimiento. Una última frase de Deleuze podría ilustrarnos:

“Escribir no es imponer una forma de expresión a una materia vivida. La literatura está al lado de lo informe, de lo inacabado… Escribir es un asunto con el devenir, siempre inacabado, siempre en curso, y que desborda cualquier materia vivible o vivida.”

 

Lo que busca el ejército civilizatorio, “Las Bestias”, es simple materialidad. “Bestias simularon quijadas”, nos dice el poema, para referirnos la existencia de un lenguaje artificial, una boca que ha separado el acto de comunicarse con el de desear, una lengua separada de la naturaleza y su ley de lo cíclico, de la secuencialidad de lo sexual. Un camino distinto escoge la misma Pavella, quien parece ingresar ávida a la búsqueda de este lenguaje poético que escapa de la contemplación, que funde el pasado en el presente y que se transforma permanentemente en devenir, la utopía de un poema que al leerse se siga escribiendo.

 

 

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