Salvador Gaete. Respuesta al artículo “¡Muera Neruda!” de Darío Osses

 

Darío Osses quiere ganar, ese es su pecado. Reconoce que Neruda está en discusión, oficialmente, porque cuando habla Darío, lo hace también la Fundación Pablo Neruda, pero no quiere participar en la discusión, la quiere cerrar, dar el golpe final. Junta minuciosamente, como quien consigna, todas las acusaciones a través de la historia, desde la llamada guerrilla literaria hasta el actual feminismo, ni panfletos ni rallados callejeros se le escapan, acusaciones de distinto peso y tamaño, de “derecha a extrema izquierda” actúa el “antinerudismo”, asegura, imaginando así su propio enemigo poderoso e implacable. Darío sabe que hay una guerra y se apertrecha para ganarla, pero no considera ni el escenario ni el clima, ni el tamaño real ni las tácticas del/la oponente. Un solitario en el desierto armado solo de una profunda convicción: Neruda es eterno.

Precisemos el escenario actual. Ya no se trata de la disputa rokheana (quizás la más célebre de las contiendas literarias chilenas), donde además de los egos, se jugaban visiones estéticas e ideológicas profundas, con destacados/as defensores/as y detractores/as en ambos bandos. La confrontación ahora es distinta, al otro lado no hay un rostro, lo que hace pensar a Osses que se trata de un culto. Habría que preguntarse si Neruda es el objeto de guerra o sólo un símbolo en una contienda mucho más ambiciosa, una que rebasa con creces el propio tamaño de Neruda, aunque Darío configure la hipótesis que es la robustés de la figura del poeta la que origina los ataques.

Si el centro de la discusión es la institución del patriarcado, y Neruda por tanto, es sólo un objetivo transitorio en una lista más abultada, habría que despejar la calidad de su obra literaria y centrarse en su vida pública y privada constitutiva también de su leyenda.

Como la disputa se da en el terreno casi gramsciano de la hegemonía cultural, son importantes los hechos y las apreciaciones, por lo que no basta, por ejemplo, citar el diccionario para comprobar que Neruda no era misógeno, puesto que lejos de odiar a las mujeres, las amaba, como lo asegura Osses. No es mi ánimo por cierto derimir sobre este punto, si no más bien responder a preguntas con preguntas. Por ejemplo ¿Cómo fue posible asociar a Neruda con la misoginia? Me parece que el uso de este concepto excede lo que encontraremos fijado por la RAE, debido a que la lucha por la igualdad de género tiende a ampliar aquello que pretende permanecer estrecho. La misoginia dejó de ser exclusivamente una acción de odio, sino que migró ampliándose al terreno de la degradación en cualquiera de sus formas, machismo y misoginia parecen confundirse en sus delimitaciones. En cuanto a Neruda habría que indagar en su relación respecto a la mujer, si bien su libertad sexual que tanta tinta ha desparramado en sus anecdotarios no parece generar reproches, habría que preguntarse si sus parejas gozaron de las mismas libertades. El feminismo actual parece buscar en el pasado, de algunas figuras icónicas, conductas que no están dispuestas a tolerar hoy.

El trabajo de contextualización histórica no solo me parece válido sino que ineludible, pero Osses en su artículo de defensa cae en la desmesura, juzga que el agua que tantea con los pies es suficiente para nadar, y sin mucho tino cita los peores horrores de la humanidad, recurriendo incluso a las violaciones sexuales realizadas por los agentes de la dictadura en los centros clandestinos de detención y tortura ¿Será necesaria la siniestra imagen de las aberraciones acontecidas, por ejemplo, en la infame “Venda Sexy”, con el dolor que aun causan esas historias en los/las familiares de las víctimas, para atenuar el abuso o violación de Neruda en Singapur?

Más mesurado me parece el reconocimiento de Osses, en cuanto a la naturalización del abuso contra la mujer, tanto en Chile como en el mundo. Sin embargo, nuevamente se excede preguntando “¿Cuántos hombres de esa época, en la que los jóvenes se iniciaban sexualmente con la empleada doméstica, están libres de culpa?”, se excede al no quedar claro si la conducta de dichos hombres le parece reprochable o por el contrario, son eximibles por lo generalizado de la costumbre. Válido es aquí preguntarse si dicha naturalización mitigaba de alguna manera el dolor y la humillación de esas mujeres. Por otro lado, al hacer dicha pregunta Osses sin darse cuenta instala a Neruda en una casta privilegiada, comparándolo con jóvenes clásicos de la burguesía chilena, ethos que incomoda siempre la figura del vate.

Neruda venerado y denigrado

Para que algo sea profanado, con antelación es necesario que haya sido consagrado o sacralizado, términos atingentes de considerar en nuestra época, marcada por la desmonumentalización, proceso acelerado desde el estallido social del 18 de octubre. La pregunta que surge es cómo Neruda es susceptible de ser denigrado, siendo un personaje idolatrado mayoritariamente por los sectores populares. Pueblo que no dudó en arriesgar su vida asistiendo a su funeral en los días posteriores al golpe de estado, mientras los militares custodiaban el cementerio. Pueblo que lo retrató profusamente en las murallas de los barrios más escondidos, colocándolo con justicia al lado del presidente Allende y Víctor Jara. ¿Cómo hoy, ese mismo personaje es materia de disputa? En tiempos en que las estatuas besan el suelo Neruda aparece como el Baquedano de la izquierda. Luego de la fracasada iniciativa que buscaba rebautizar el aeropuerto con el nombre del poeta, Neruda se convierte en el monumento que cae antes de ser levantado. ¿Quién estaba detrás de esa iniciativa? Ciertamente no era el pueblo. Consagrar significa apartar para los dioses, sacar de la esfera de lo humano. Cuando, en el pasado, manos anónimas pintaban a Neruda en las calles, no lo estaban monumentalizando, lo ponían a vivir con ellos. ¿Quién monumentalizó a Neruda, quién lo borró de las calles y lo hizo lectura obligatoria? Los pobres que tanto lo amaban no conocen Isla Negra. ¿Quién hizo de la Chascona un aburrido centro ceremonial de la poesía? Quién apartó tanto a Neruda, que ahora cuando con cuerdas jalan su estatua , solo salen en su defensa voces académicas autorizadas. La respuesta, tal vez provenga de la Fundación Neruda, mismo lugar desde donde Darío ha decidido iniciar su cruzada.

 

 

Salvador Gaete
(Santiago de Chile, 1973). Poeta y ensayista. Ha publicado Isla desertores (Mago editores, 2007), antologado en la publicación “Estrategia del poema, 72 autores hispanoamericanos”. Realiza la columna permanente “Juguetes de guerra” de la revista Otro Lunes, España. Su obra aparece en diversas revistas y suplementos literarios en Chile y el extranjero.
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1 thought on “Salvador Gaete. Respuesta al artículo “¡Muera Neruda!” de Darío Osses”

  1. Tanto parloteo, para no decir nada. ¿Por qué dice que Neruda fue un violador en Singapur? No sale eso en ningún escrito. Ni en la supuesta “confesión” del vate. No son más que interpretaciones. Y la Fundación Neruda, ni siquiera defiende al poeta ya que niega que fue asesinado y se mostró contraria a su exhumación y análisis de sus restos. Porque Neruda no murió de caquexia en la misma Clínica en la que mataron a Frei. En dos meses más se sabrán los informes científicos que probarían que nuestro amado poeta murió a causa de una inyección de la bacteria clostridium botulinum ¿A qué micro se subió este Gaete?

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