Oliver Welden nació en Santiago el año 1946, y tempranamente mostró inquietud dentro del ambiente literario. Sus primeros pasos los dio en el emblemático Liceo José Victorino Lastarria, donde coincidió con otros poetas, siendo compañero de curso de Gonzalo Millán. La historia de la literatura nacional nos indica que en dicho liceo ejercieron de profesor Oscar Hahn y la poeta Alicia Galaz, quien más tarde se convertiría en esposa de Oliver. Eran los años 60, impregnados de los aires sociales y políticos de la “Revolución en Libertad”. Dicha efervescencia también llegó al emblemático liceo, donde el poeta llegó a hacerse cargo de la presidencia del Centro de alumnos.
Luego vendrán los años en el Pedagógico, donde estudia Castellano, rápidamente se abre paso en la fervorosa actividad universitaria y se adscribe en la Academia Literaria que dirigían Ariel Dorfman y Ronald Kay, relacionándose, entre otros, con los poetas Jaime Gómez Rogers (Jonás) y Jorge Etcheverry.
En 1965 aparece su primer libro de poesía, a los 19 años, se trata de “ANHISTA”, texto que venía gestándose desde su permanencia en el Liceo Lastarria.
En 1966 el poeta se traslada a continuar sus estudios al Norte Grande a las sedes de la Universidad de Chile, primero Antofagasta, luego Iquique, para finalmente instalarse en Arica, en donde colaborará en el diario “La defensa de Arica” y prestará servicios de extensión cultural para la Universidad de Chile.
Caen las hojas del calendario y en el icónico 1968, Oliver Welden junto a su compañera la poeta Alicia Galaz fundarán la mítica revista de poesía “TEBAIDA”, que se mantendrá vigente hasta el golpe de Estado en 1973.
También aquel año 1968, el poeta será distinguido con el Premio Nacional Luis Tello de la Sociedad de Escritores de Chile, por su obra “PERRO DE AMOR”, la cual será publicada posteriormente en 1970 bajo el sello de Tebaida-Mimbre y cuya portada e ilustraciones son realizadas por el artista Guillermo Deisler.
“PERRO DE AMOR” con el paso del tiempo se transformó en un libro de culto, hoy inencontrable. Al respecto el poeta Daniel Rojas Pachas señaló: “Welden en definitiva consigue plasmar en este libro de 23 poemas, un compendio de la existencia como lucha, la vida como dolor, y explora en tres dimensiones, diversos pero conectados, el sufrimiento personal, y desde allí la relación que cada hombre o mujer tiene con los otros…”
También el escritor Roberto Bolaño se refiere a Welden en una entrevista de 1999: “En Chile por los años 70 dominaban los poetas llamados láricos. Yo recuerdo por ejemplo a Oliver Welden, de quien nadie guarda el menor recuerdo en este país. Era un poeta de Arica y bastante bueno, al menos se podía leer”.
Con el golpe de Estado, Oliver Welden y Alicia Galaz deben abandonar el país, el exilio los conducirá a los EE.UU. El poeta entrará al territorio del silencio, no publicando absolutamente nada durante más de 30 años. Sobre esto sus palabras fueron: “Entonces perdí el afán de publicar. Ya no me pareció ni interesante, ni importante, ni necesario. Lo que tenía que decir tenía que decírmelo a mí mismo”.
Recién el año 2006 volvió a brotar la poesía en el libro “Fábulas ocultas” de ediciones Lar. Luego el 2010 aparecería el libro “Oscura Palabra” editado por LOM.
El poeta Oliver Welden dejó este mundo el 31 de enero de este año 2021, en España, retornando al silencio, el que será interrumpido cada vez que emerja su obra, pues la revista Tebaida y su poesía son parte de la memoria histórica de la literatura chilena. En poesía el silencio nunca es definitivo.
Textos Escogidos
(Los poemas de Oliver Welden que vienen a continuación fueron extraídos de la revista Tebaida número 5 de 1971 y de la revista Extramuros dirigida por el poeta Carlos Amador Marchant.)
ADVERTENCIA
Érase un hombre solo,
demasiado solo;
cuando sentado en el baño
dejaba correr el agua
para escuchar su sonido;
En su oficina de correos dialogaba
con las cartas y en sueños
visitaba a los destinatarios. Falleció
la primavera recién pasada:
al cajón le ajustaron las manillas por dentro
para que esa mañana
se condujera solo al cementerio.
SOLITARIO SERALLO EN PROSA PARA UNA MUJER DE CADERAS ANDINAS
Te veo en una fotografía del busto para arriba, en blanco y negro,
mirándome fijo, con el Océano Pacífico al fondo y el manchón
borroso,
justo sobre el horizonte, allá lejos, a tu derecha y a tus espaldas,
del pelícano que en ese momento preciso pasó volando con su
inmenso pico.
Y tu cabello peinado por el viento de Tarapacá y tu brevísima camisa
de vuelos amarillos sobre tus senos redondos y veo tu boca.
Levemente morena la piel contra el bordón blanco de la espuma del
mar
y tus ojos quietos -siempre tus ojos- negros y húmedos como la uva
negra
de donde vino mi vino Pintatani. Era roja tu falda, una cuarta
sobre la rodilla, chupando todo el fuego del sol: y no tenías traje de
baño
debajo ni calzón ni nada en esa soledad de agua y de sal y arena
y de cielo azul, en el Norte de Chile, donde entre Antofagasta y
Arica te amé
sobre la arena y en el agua, años y años amándote en las alturas de
Parinacota y Toconao
-en las alturas cimas de tus pezones chilenos- y en la profundidad
estrecha
de tu bajo vientre latinoamericano, en la fosa marina continental,
placa tectónica llena de mariscos, moluscos, jaibas, erizos y conchas
vivas:
ambos con los dedos de los pies y los talones cavados en la playa.
Y me miras todavía desde una fotografía que yo tomé hace más de una
vida.
LO QUE VES CONSTRUIDO
Todo lo que aquí ves construido, el cimiento de cemento y sobre él la
casa,
fue armado con medidas de amor y tiempo, pero hoy aparecen los
candados
con sus llaves perdidas, las puertas descuadradas, el polvo y las
cadenas,
confundiéndolo todo, los papeles y las ropas, los zapatos cambiados,
el alimento frío y nada se escapa al desorden: los vasos sucios,
el vino destapado, el pan cubierto de moscas y la casa entera
que levemente tiembla con el sordo rumor del abandono.
Gira el día de la mañana a la tarde y de la tarde a la noche y con el
giro
la luz se desplaza de los libros en las repisas a las ollas en la cocina,
del piso al cielo raso, del suelo al tejado, del techo al aire,
para que una sombra caiga de golpe y pesada, al igual que este amor
oscuro
que hoy te hace desaparecer llevándote todas mis palabras.
TU GRAN ESTÓMAGO DE BEBEDOR VIEJO
Tu gran estómago de bebedor viejo reluce esta noche
como una bola cubierta de oscuros pelos.
Por la radio se escucha la música de la película Zorba
y es muy tarde para recordar el nombre de pila de Teodorakis
mientras tu mano hace miriñaques con el filo de la navaja.
Qué disculpa te darás cuando amanezca?
Por ahora son tuyos los sueños de los luminosos bebedores
y también a no dudarlo eres cada vez más distante.
La cena que te has servido será repetida te lo prometes
pero tal vez en qué otra circunstancia menos lenta que ésta.
Mañana recogerás la cuchara el único plato sucio la copa
Y descubrirás su fondo marcado sobre la tersura del mantel.
CUESTIÓN DE TIEMPO
Retornas apoderándote de mis viejos calcetines y es
firme tu asidero en el diseño de la lana.
En cuestión de horas ya tienes revisados mis hábitos
de siempre, el ínfimo itinerario de mis cosas
diarias y con todo has decidido castigarme poniéndome
en los ojos tus ácidos sostenes. Yo castigo
es el verbo que conjugas de memoria: tú me castigas
y haces otra vez girar el tiempo para detenernos a mirar
tal vez cualquier puesta de sol,
sin saber a ciencia cierta quien naufraga o quien devora.
LO QUE DICEN TUS MANOS
No alcanzo a medir lo que dicen tus manos
pegadas a la ventana del autobús que parte:
si un adiós a la luz de la velocidad del camino
o la señal de que me tocas a través del vidrio:
es el ritmo del motor lo único que me llega.
Y así nos vamos de ida y de regreso,
sin que nada otra vez quede de esta nueva partida,
sólo la imagen de tus manos.
LA ROMANA
La tierna, con sus 55 kilos entre mis brazos
y, sus senos afiebrados, me habla
otra vez del odio y
de la edad: a qué el amor
entonces con esta cara oscura si después de todo
me dices que cojeo a tu lado.
Retiras con dulzura la baba de mi boca: eres la cruel
quitando de la buena casa mis intenciones de avestruz, mi
vidita hecha que consiste más que nada en desear,
esperar, demasiado c1aramente: a qué el amor entonces,
mi tierna, si tus 55 kilos acostados niegan
y exigen mi soledad. Palabras para descubrirnos y nombrar
esto después en los años como algo propio que conserva
su sabiduría, aun como un oleaje débil, si lo
quisieras, sería suficiente para que perdonaras, severa,
sin cerrar los ojos: te mordiste el puño,
tus 55 kilos sobre mí, aplastando, ahogándome al fondo
de la cama, tal como el deseo de lento
y mi debilidad, perdona.
UN SUAVE ACERCAMIENTO A LA PIEL
Fueron esos, días perfectos para tu espíritu,
manejables como tus senos en mis manos,
sumisos en todo orden de cosas,
extraños días de total invierno. Fueron
completos con sus noches que aun pesan en mi memoria,
días redondos que oscilan y que recuerdas.
A, toda lluvia éramos entonces
Y te llenabas por dentro de invierno puro
como de una nueva sangre caliente y madura y los ojos tuyos.
Era la música de lennon y el vodka en los vasos,
el sexo y la penumbra en el viejo cuarto lo que nos hinchaba
miserablemente de gozo. Algo
que está por ocurrir nuevamente esta noche.
AQUELARRE
Asaz poderoso el nervio formidable de tu ojo
escudriña el flanco desnudo de mi cuerpo que ostenta
el músculo sexual enrollado cual cinturón.
Tu mano se extiende y agarra la fruta de mi ingle
que exangüe pende en un exceso de desnudez.
Atribuyo tu gesto al amor desatado, al deseo que invade
esta hora de calma, provista ella toda
de las necesarias modulaciones provenientes del silencio.
Tu llamamiento es lupino: acudo a la carnada
tendida de tus senos y arrojo mi hocico
como gubia dislocada en tu blandura feroz.