GIOVANNI ASTENGO. ENTREVISTA A LA POETA CHILENA ALEJANDRA BASUALTO: “ASUMIR LA LITERATURA COMO UN CAMINO IRRENUNCIABLE”

 

Configuramos junto a Alejandra, su mundo poético, por un camino vertiginoso que cruza lo epocal, porque su poesía va siempre adelantada a su tiempo.

 

Si bien tu libro “Los ecos del sol (1970)”, aún goza de buena salud, para lectores y tesistas- que he conocido varios-, yo intuyo que tu poesía comienza a crecer desde los ochentas, gracias al “Taller nueve”, dirigido por el premio nacional Miguel Arteche, de donde surgen grandes nombres como Andrés Morales, Astrid Fugellie y otros ¿Cómo fue ese mundo de los ochenta en dictadura y los ochenta literarios al cobijo de este mítico taller?

Mi libro “Los ecos del sol” publicado en 1970 fue un primer intento de salir a la luz con un libro de poemas, sin tener mayor conocimiento del oficio ni del mundo literario de la época, solo avalada por mi afición a los poemas de Neruda. Es un libro de versos intuitivos, cuyo mayor valor lo entregan las fotografías que enfrentan cada texto.

Los primeros años de la dictadura coincidieron con una época muy personal de formación de familia y muchas pérdidas afectivas, lo que me sumió en un silencio creativo por varios años.

Conocí a Miguel Arteche en 1978 cuando acudí a su taller literario «Altazor», que funcionaba en el segundo piso de la Biblioteca Nacional. El diario El Mercurio publicó una convocatoria a todos los interesados en escribir poesía y allí fuimos a dar una cantidad de alrededor de sesenta personas (creo recordar, aunque la memoria es traicionera) de edades diversas, mayormente jóvenes, muchos de los cuales figuran hoy como destacados poetas de la generación del 80. Ese taller duró un semestre y luego se disolvió. Fue de gran relevancia porque era el primer grupo literario que se reunía con aprobación del régimen militar imperante, en un lugar público. (Junto a este, se inauguró un taller de cuento, a cargo del escritor Enrique Lafourcade). En un grupo tan numeroso, obviamente un taller literario no podía funcionar como tal, por lo que más bien, por lo menos a mí me parecía, era una clase magistral. Durante ese semestre tuve la ocasión de leer mi trabajo solo una vez.

Ese período de taller despertó en mí un ansia de conocimientos literarios. Al finalizar el taller, comencé a perseguir al maestro para que me ayudara a pulir mis textos y, cuando al promediar 1979, Miguel perdió su trabajo por motivos políticos, se me apareció la idea de volver a reunir a los participantes del taller «Altazor» y organizar un nuevo taller literario. Así, me puse en contacto con ellos y logré reunir un primer grupo al cual se sumaron nuevos integrantes, con quienes iniciamos un exitoso grupo de aprendices en torno al maestro, que pasó a llamarse «Taller Nueve». La primera sede estaba ubicada en José Miguel de la Barra 465, departamento 22 (taller fotográfico de Luis Ladrón de Guevara). Los primeros miembros de este grupo fueron: Luisa Eguiluz, Violeta Camerati, Mario Rodríguez, Eliana Vásquez, Andrés Morales, lvonne Grimal, Dixiana Rivera, Gémina Ahumada y Alejandra Basualto. En 1980, este grupo publica una primera antología titulada Ejercicio en sol, inaugurando Ediciones Taller Nueve.

A poco andar, Miguel formaba un nuevo taller, con otros aspirantes a poetas: Ellos publicaron la segunda antología Taller Nueve, titulada La mano encandilada, en 1983. En ese mismo año ambos grupos se unieron, formando una gran familia en torno a la poesía. Con gran entusiasmo, Taller Nueve publicó la Tercera Antología Taller Nueve, en 1984, que contenía poemas y cuentos de los participantes.

De ahí en adelante, los autores comenzamos a publicar libros personales, con el sello de Taller Nueve.

De esos años, personalmente puedo decir que fueron intensos y formadores, me hicieron asumir la Literatura como un camino irrenunciable y me empujaron a la Universidad y a la docencia.

“Calle abajo, pies menudos y arreboles /en la punta de las torres./ Viene Gabriela” Escribes en un poema de 1980, a propósito de la última visita de Gabriela Mistral al Valle de Elqui, yo reinventaría esos versos y diría “Viene Alejandra”, porque siento que en ese año (1980), algo pasa en tu poesía, algo vital, que la hace encontrarse con su propia habitación poética ¿Qué es lo que pasa con tu estética, que cambia definitivamente en la década de los ochenta?

La década del 80 fue un período de mucha lectura de poesía y literatura en general. Coincidió con mi ingreso a estudiar Literatura en la Universidad de Chile y la participación en lecturas públicas con otras y otros autores que aparecieron en la década.

 

El agua que me cerca (1983)”, en lo particular me conduce a variadas latitudes y referencias, en el está Orestes, Guayacán, Joaquín Mira, Electra, por nombrar parte del texto, intuyo que desde este libro surge una visión más coral en tus textos ¿Cómo opera la polifonía de voces en tu obra?

 “El agua que me cerca”, ya es un conjunto de poemas muy trabajado y riguroso en cuanto a recursos estilísticos. Yo diría que es un primer resultado de poemas construidos a partir de las enseñanzas del taller. Las referencias culturales provienen de mis lecturas universitarias y de mi entusiasmo por la corriente surrealista. Hay una búsqueda incesante de referentes intelectuales y artísticos.

En los años noventa, hay un nuevo cambio estético, y tiene que ver con la grafía y el diseño del poema, fórmula que conocemos por Apollinaire, Gerardo Diego, Huidobro y Soledad Fariña, entre muchos, yo entiendo que ese cambio responde a un querer decir desde otra operación estética, nuevas posibilidades de lenguaje ¿Cómo re-significas tu poética desde este cambio gráfico?

Mis publicaciones en los años 90: “Las malamadas” (1993) y “Altovalsol” (1995) ya se despegan de la rigurosidad de las enseñanzas de taller y vuelan libres y confiadas en que el oficio poético ya se ha encarnado dentro de mí. “Las malamadas” es un libro apasionado de amor y desamor y “Altovalsol” es una despedida a la infancia, que utiliza versos y ritmos que dialogan con ella, amparada bajo la sombra de Gabriela Mistral. Ambos libros juegan libremente con la forma, los ritmos y los silencios a modo de completar el ejercicio poético.

En 2000 se publica “Casa de citas”, que es la obra que siento es la más lograda. En ella convoco a algunos de mis autores más amados para armar versos entrelazados con los suyos. Siento que la intertextualidad es la mayor expresión de la comunión entre poetas. En este libro es donde soy más consciente del valor de las palabras: “…Palabras, en fin, llenas de magia que me tiritaban en los huesos y tronaban mis coyunturas; palabras como cadenas de plata para armar caminos y laberintos. Fragmentos, hechizos, movimientos, todo lo constituyeron las palabras… Por eso me dedico a reunirlas y mezclarlas, ajenas y propias, las palabras nos pertenecen. La propiedad de las palabras es para quien las trabaje.” apunto en este libro a modo de invitación.

En 2010 publiqué “Antología personal 1970-2010”, que abarca la totalidad de mi obra hasta ese momento.

El libro “Cuchillos”, es un verdadero Réquiem, muy personal, pero en relación a lo colectivo ¿Más allá de la experiencia vital, cuál es la idea de duelo y muerte en este libro?

El libro “Cuchillos” (2017) es evidentemente una elegía a mis muertos, pero tanto en contenido como en forma, está construido con una estructura minimalista, palabras apenas, apenas voces, una letanía a modo de exorcismo y solo imágenes leves, casi silencio.

Entretanto, siguiendo la senda del maestro Arteche, me he dedicado por más de 30 años a la enseñanza del oficio literario en Talleres La Trastienda.

 

Selección de poemas

EN ESA ESQUINA

La muerte está sentada a los pies de mi cama

Óscar Hahn

La muerte estuvo sentada en esa esquina desde antes que yo naciera.

Silenciosa aguardaba resultados con un ojo rojo

y el otro colorado de puro cansancio.

Cuando vio que mi madre no estaba dispuesta a entregarme tan fácil

echó un par de ojeadas más

y se durmió.

Luego se conformó con un gato blanco.

La muerte ha estado sentada toda mi vida en aquella esquina.

A veces cabecea y murmura cosas raras,

otras, bosteza y se estira como queriendo despertar,

más tarde se hunde en la oscuridad de su rincón torcido,

satisfecha de oírme llorar.

Cuando mi padre se despidió

la muerte me besó en los labios.

Años después me miró muy hondo

desde los ojos amarillos de mi madre

y pude verla sonreír con ella.

Comadres de viaje / me dije,

qué bueno, mi vieja no va tan sola.

En noches como ésta vuelvo a verla,

atisbando desde la esquina / en su sillita pintada

y con el sombrero bien calado sobre los ojos negros.

No es hora / le digo afectuosa,

todavía no puedo viajar, pero no te preocupes:

aquel domingo

cuando por fin decidas abandonar tu esquina

y acompañarme hasta la puerta,

tendré mi maleta lista,

también un bolso de mano

por si hay encargos

de última hora.

 

SI MUERTE FUERA

De manera que soñé capitanes y ataúdes de colores deliciosos…

Alejandra Pizarnik

Si la palabra MUERTE abrigara un hombre bajo el poncho,

manso de actitudes / dulce de palabras / bello

como los caquis en otoño / que me endulzara la boca

con su áspero sabor a macho en celo;

si MUERTE fuera un muchacho fuerte y juguetón

como un cachorro sin destetar,

que mordiera mis tobillos y me robara la ropa interior,

los zapatos y las medias;

si esa MUERTE que tal vez ya me observa

-centinela del siglo que asoma sus encías inmaduras-

mostrara un rostro de barba negra y cariciosa,

un resuello de varón maduro

y sienes clareando en la penumbra;

entonces sí me gustaría encontrármelo de frente

aunque fuera en un callejón oscuro,

o en la mitad de un verano bajo los árboles de mi casa

en un domingo cualquiera

de ésos que nadie halla motivos para recordar.

Me abrazaría entonces al mentado muerte convencida

de que es mi último caballero andante,

el olvidado príncipe azul o un valiente filibustero

que viene a rescatarme / a seducirme

a llevarme consigo

para que por fin juguemos

un último juego

de esperanza.

 

***
Alejandra Basualto (Rancagua, Chile, 1944).
Poeta y narradora. Licenciada en Literatura y egresada de Doctorado en Literatura Latinoamericana, Universidad de Chile. Académica para la Humboldt State University de USA (2000-2006). Ha sido traducida y publicada en antologías en Chile, Estados Unidos, México, España, Francia, Italia y Dinamarca y ha obtenido varias distinciones tanto en Chile como el extranjero. Obra publicada: Los ecos del sol, poesía, 1970, Offset Service, Santiago. El agua que me cerca, poesía, 1984, Taller Nueve, Santiago. La mujer de yeso, cuentos, 1988, Ed. Documentas, Santiago. Territorio Exclusivo, cuentos, 1991, Ed. La Trastienda, Santiago. Las malamadas, poesía, 1993, Ed. La Trastienda, Santiago. Desacato al bolero, cuentos, 1994. La Trastienda, Santiago. Altovalsol, poesía, 1996, Ed. La Trastienda, Santiago. Casa de citas, poesía, LOM Edicio­nes, 2000, Santiago. Dirige el taller literario y la Editorial La Trastienda desde 1988.

 

 

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