ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA, COLUMNA DE HORACIO ELOY. TEÓFILO CID: MASTER DE LA NOCHE

 

Teófilo Cid emergió y se sumergió en la vastedad de la noche santiaguina. Deambuló desde el café Sao Paulo hasta el místico “Bosco”. Así también sus tres libros de poesía: Camino de Ñielol (1954), Niños en el Río (1954) y Nostálgicas mansiones (1962), emergieron en la ciudad literaria empapados de surrealismo y realismo mágico, denominación que el mismo usó para referirse a su obra, antes que la usara Gabriel García Márquez.

Teófilo Cid formó parte del legendario grupo “Mandrágora”, creando y difundiendo los postulados del surrealismo, sin embargo, fue alejándose de éste, hasta ser expulsado por Enrique Gómez Correa por no haber concurrido a un homenaje en contra de Neruda.

Nuestro poeta nació en Temuco en 1914, al inicio de la Primera Guerra Mundial. Llega a Santiago con 19 años a estudiar pedagogía en Castellano y Derecho, carreras que deja inconclusas para entrar a trabajar como funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Su ferviente adhesión a la agitada vida bohemia, y al alcohol, lo hará abandonar su trabajo y dar paso a la figura del poeta maldito y su leyenda: “dandy de la miseria”, “amateur de la lepra”, “máster de la noche”. Son algunas expresiones que lo singularizan. Al respecto Luis Sánchez Latorre señaló: “curioso paso del dandismo a la menesterosidad; de la pulcritud casi elegante en el vestir al raimiento del faldón, a la crasa negligencia corporal”.

Su obra: poesía, novela, teatro y crónica lo hacen merecedor del “Premio Nacional del Pueblo”, el año 1963, otorgado por la Municipalidad de San Miguel.

Jorge Teillier escribió un artículo sobre Teófilo Cid, en que indicaba: “era una rara avis, uno de los pocos sobrevivientes de la especie llamada “hombre de letras”. Actualmente es Eduardo Molina Ventura quien solamente puede llamarse así”.

El 15 de junio de 1964, en el inicio de la llamada “Revolución en libertad, falleció la leyenda, Teófilo Cid, “máster de la noche”.

 

Selección de Poemas:

EL BAR DE LOS POBRES

Hoy he ido a comer donde comen los pobres,

Donde el pútrido hastío los umbrales inunda

Y en los muros dibuja caracteres etruscos,

Pues nada une tanto como el frío,

Ni la palabra amor, surgida de los ojos,

Como la flor del eco en la cópula perfecta.

 

Los pobres se aproximan en silencio.

Monedas son sus sueños

Hasta que el propio sol airado los dispersa

Para sembrarlos sobre el hondo pavimento.

En tanto, cada uno es para el otro

Claro indicio, fervor de siembra constelada.

 

Y en la pesada niebla de los hábitos

que en ráfagas a veces se convierten

De una muda erupción

De alcohólica armonía,

yo siento que el destino nos aplasta,

Como contra una piedra prehistórica.

 

Pues somos los que pasan

Cuando los más abren los ojos claros

Al amplio firmamento

Que adunan los crepúsculos antiguos.

El mundo es sólo el sol para nosotros,

Un sol que ha comenzado por besar las terrazas

De los barrios abstractos.

 

Masticamos sus migajas,

Sintiendo que un espasmo egoísta nos mantiene,

Pues somos individuos, por más que a ciencia cierta

El nombre individual es sólo un signo etrusco.

 

En los que aquí mastican su pan de desventura

Un viejo gladiador vencido existe

Que puede aún llorar la lejanía,

Los menús elegir de la tristeza

Y darse a la ilusión de que, con todo,

Es un sobreviviente de la locura atómica.

 

Sentados en podridos taburetes

Ellos gastan los últimos billetes

Vertidos por la Casa de Moneda.

 

Los billetes son diáfanos, decimos,

Carne de nuestra carne,

Espuma de la sangre.

 

Con billetes el mundo

Congrega sus rincones

Y parece mostrar una estrella accesible

Sin ellos, el paisaje es sólo el sol

Y cada cual resbala sobre su propia sombra.

 

Pero la Casa de Moneda piensa por todos

Y los billetes, ¡Oh encanto del bar miserable!

Nos suministra sueños congelados,

Menús soñados el día desnudo de fama

Al levantar los vasos se produce el granito

Del brindis que nos une en un pozo invisible.

 

Alguien nos dice que el sol ha salido

Y que en el barrio alto

La luz es servidora de los ricos

¡La misma luz que fue manantial de semejanza!

 

Hoy he ido a comer donde comen los pobres

Y he sentido que la sombra es común

Que el dolor semejante es un lenguaje

Por encima del sol y de las Madres.

 

*     *     *

 

MADRUGADORAS

 

Sumergida en tiempo

En imágenes

En distintas direcciones

En focos de alta mar

En odio al vesperal dominio

En tí misma

Yo vivo a través de tu candor

Como la sangre en una vena

Un farol de equinoccio

Al final del sitio plano

Del hangar más alto

En estas cordilleras

Donde la voz escucha su propia sombra

El milano atrae sus hijuelos

En este adiós de tí

De tí la madrugadora

Perdida en un hemisferio de cristal

En una curva sin dibujos

A la intemperie

Como una perra famosa

lamida por el éter.

 

*     *     *

 

CAMINO DEL ÑIELOL (Fragmento)

 

No me gusta amar las causas

Sino el efecto

La ondulación de teja de su pavor sombrío

No me gusta preguntar qué era

Sino qué sombra expulsa

Desde el cuerpo que el sol –maneja

Con mano maestra

Ni me gusta exacerbarme diciendo

Que ella tuvo madre y padre corrompidos

Sino qué hoja es de un árbol necio

Donde agrupan sus rebaños los pastores

Puro paisaje de fresca ancianidad

cuyo musgo pacen las ovejas

Y los molinos ejecutan

Danzas de sol en brumas de sequía.

 

Por eso no pregunto nada

Me extasío solamente

Como un cubo ante la ley geométrica

Que rige sus costados

Me ilumino desde adentro como un eco

Que nunca tuvo grito por nidal.

 

*     *     *

 

“Soy un mundo vivo

A pesar de la sombra que me devora

Alzándome en sus coágulos de alcohol

Veloz me veo en la risa

Siempre huyendo a través de la apariencia

Como un rostro entre la ebria multitud

Mi destino será caer despacio

Pero vivo en los estambres de diurna rapidez

Que crecen desde el sol

Vivo aún aunque esté muerto

Sepultado bajo el signo de las llamas

Durmiendo en su caja de amor”

 

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