Octavio Gallardo: Red Border o cómo un poema se hace cargo de todo esto

 

 

Red border, de Armando Salgado
Instituto Municipal de Arte y Cultura de Tijuana,

México 2020, Páginas 64.

 

Octavio Gallardo

La rumorosa es el viento cruel, y también el tiempo, y también un poema, el poema se llama Red Border, es un poema al revés que hay que leer de cabeza e inclinando la vista para que recién puedas verlo de costado. El poema se llama Red Border y es un agujero por donde transita la migración. Yo no creería en este poema si no fuese porque migra y a eso le llama el autor “arte poética”. Y es tan natural leerlo, como tomarse una cerveza en el muro que se adentra en el mar cuya fotografía tomó el mismo autor. Sin ese autor que a veces se llama Armando Salgado no existiría ese muro y tal vez sería un mito. Yo soy chileno y estoy tan lejos que para mí sería un mito, sin embargo ahora creo que lo he acompañado a ese lugar, y me siento tan salvaje y desmineralizado desde ese momento.

Yo soy Tijuana en parte porque hoy leí Red Border, y en parte porque todos somos Tijuana desde hace unos buenos años, cuando esa frontera nos militarizó a todos, y a todos también nos puso en los charcos y a merced de los coyotes. ¿Cuántos amigos que nunca he tenido han optado por un corredor u otro para cruzar? Y, ¿cuántos han muerto? Cruzar es un ejercicio perfectamente solitario como escribir un poema. Mientras escribo esto pienso en la posibilidad que nunca tuve de estar expuesto a esa soledad, pese a haber escrito 352 poemas en mi vida, la combinación es inexacta por tanto vale una vida entera.

Más allá de las razones que tuvo Chano, el esposo de una prima del autor para aproximarse a la muerte en busca de un indeterminado futuro. “Ayer llovió en la ciudad. (Cuando tenía ocho años, llovía por veinticuatro horas consecutivas y se inundaban los rieles)” dice, pero mi madre ve una serie narco en Netflix, y yo sufro en este momento de una soledad extraordinaria, tan relevante como un poema, y estoy tan lejos. El esquema ha dibujado una ferviente crueldad que a pesar de todo exhibe una belleza imperdonable.

No es tan simple como leer un texto que se sitúa en la frontera del mundo y habla desde ahí desdoblándose, hay que parir un poema nuevo. Echarse un polvo con el mundo nuevo, y es tan patente la ironía que imagino que el autor ha sangrado por las narices para escribir este texto, porque al final es la propia historia la que determina la perspectiva.

Este libro está lleno de pobres que van al Mall, sin ir más lejos en la ironía. No son paradojas, es la estela que dejan los seres cuando van a desaparecer. Leo Red Border y en el pacífico sur hace frío. Hay melodías rojas en el aire. Y en eso Red Border es eficaz, leo también a Paul Auster y me parece que he nacido siendo fronterizo, y que apenas me corrían los mocos, cuando era un muchacho, y estuve a punto de partir. Esa es la escena con la que lucho ahora, el poema está narrado y por eso siento que soy uno de sus personajes, lo que me queda es la borrasca lumínica del estado fronterizo al que todos pertenecemos en esta era, es el estado de la geopolítica del planeta, no es un asunto menor ni menos reluciente. Es más bien grave, pero cierto. Red Border o ¿cómo un poema se hace cargo de todo esto con la pequeña capacidad que tiene la poesía?, ese podría ser el título de la empresa de un libro como este, que también, como dije, a veces se llama Armando Salgado.

Yo no creo en los coyotes tanto como creo que hay un libro que se hunde en el océano como un río que desemboca en la naturaleza de la ciudad que limita con un jodido Mall de oportunidades para morir.

__________________

 

Selección de poemas Red border, de Armando Salgado

(IMAC, 2020; Premio Nacional de Poesía Tijuana 2020)

 

*
No recuerdo la forma de Tijuana:
se viste de distintas maneras.
A veces es una simple cicatriz,
una mujer con tatuaje en el coxis
o una calle con migrantes
que tocan a la puerta
de otras calles para preguntar
cómo franquear la vida.
En días de fuertes aguaceros y granizo
las preguntas se quedan sin techo.

*
Miré la noche de TJ:
prometida, curva
ropa tras prenda
en un mismo hilo,
punto ciego
para un tic tac sordo.
[TJ: ínsula, insulina,
muro en spanglish
penetrando el charco].

*
Un tren estampado en la playera
con la intención de traspasar
el tendedero: el patio de servicio,
la refrigeración, el embalaje o el río:

Un río moja la espalda con la idea
de traspasar
el desierto: la garita planchada,
el baño y el cloro,
la carrera o el disparo:
Al otro lado, la repetida fórmula
de preñar la panza
con los sabores hechos franquicia
y el rezo listo en tres minutos:
¿Esto es la migración?

 

DEFINICIÓN DE UNA CIUDAD FRONTERIZA

Ruido sobre cruces, el tren avanza por la arteria: cruza montículos de grasa y evita el
sobrepeso. Los vagones preservan la mercancía empaquetada entre cuerpos y sueños.
Las personas que entre la carga esconden sus huellas, liberarán su estrés al cruzar la
línea.
El tren avanza, los migrantes parecen bolsitas de calor: la temperatura crece, los
migrantes simulan dormir: la calefacción sofoca, los migrantes caen uno a uno en los
rieles y se despedazan: un rastro rojo se estira sobre las vías, al igual que el vapor del
ferrocarril.

El muro:
arponazo de heroína
en el brazo del mar.

 

HISTORIA DE MIGRANTES

a)
El poema espera celebrar a los migrantes
pero los ignoran al costado de los rieles:
—una mano invisible extiende un bote diminuto
y con la seguridad del calor, unos pesos caen dentro—.

b)
El poema espera que aparezca el tren,
paisaje fronterizo, postal de aeropuerto:
—ver los ojos de la insatisfacción
saberla gallina y su destino de caldo lejos de un libro—.

c)
El poema supone más suerte en la galleta:
—su barbilla el sueño hervido entre durmientes
la dilatación los 45º el tren corta las hojas—.
El sudor migra a otro sumidero con olor a mantequilla. 1

 

LA RUMOROSA
1.
Apártense vacas que la vida es
corta, decía Aureliano Segundo.
Ofrecía coñac, champagne y
brandy después de haber
descargado las decenas de cajas
del tren que acababa de llegar el
miércoles. La Rumorosa tiene el
mismo espíritu hospitalario: aparta
carros, tráileres y autobuses a
diestra y siniestra y derrocha aire
sin preocupación. Manejar entre
sus curvas es lo mismo que leer
320 palabras por minuto, según los
estándares de lectura rápida. Si
leyéramos Cien años de soledad a
ese ritmo requeriríamos 10 horas,
las mismas que separan Tijuana de
Hermosillo.

1 En la coladera flota el olor de la maquila.

2.
Chano, esposo de mi prima,
intentó cruzar al otro lado por La
Rumorosa. El coyote los internó
entre las rocas y comenzaron a
librar obstáculos: primero eran
pequeños saltos al vacío. Después
fue caer en la nada con el temor de
quebrarse los tobillos. “Es como si
te movieran el piso”, decía Chano.
Otros acrecentaron su sed durante
la noche. Al final el coyote nunca
regresó. La migra los encontró
exhaustos, sedientos y con el
cuerpo entumido. Los deportaron.
Chano ya no intentó atravesar
La Rumorosa y prefirió atravesar
por el Bravo.

3.
Desde la ventana del autobús
aprecié las carreteras que
serpenteaban como una víbora
en celo. Partículas diminutas
de coches sobre el mapa rocoso
del vacío.
Recordé algunos momentos:
las veces que no fui a la escuela
para ir a las pinturas rupestres
en los resguardos de roca;
o la vez que hicimos un asado
clandestino en La Casa de Piedra.
Aunados a esa carretera que
conecta Tijuana con Mexicali
y que desciende desde Tecate
hasta la Laguna Salada,
está el grafiti de mi juventud.
Motivos del polvo,
larga constelación de piedra:
los días también se descarrilan.

4.
Supe que los militares enviaban
a los novatos a la Laguna,
los extraviaban sin víveres
y tenían que regresar
como pudieran.
Los jóvenes murieron insolados,
salvo uno que llegó con la cara
hecha brasas.
Cancelaron las novatadas
y el remordimiento se impregnó
al idioma de los justos.

5.
El profesor Israel Salto llevó su
Cherokee a la Laguna, se quedó
sin gasolina al costado del salar.
Supo lo que era revolver
desesperación con 50º centígrados
y hasta cocer un huevo sobre
el cofre de la camioneta.
Otra troca que venía de regreso
lo ayudó con combustible
y encendieron su motor
para salir del sitio.
Cuenta que desde entonces
no ha dejado de cargar ese salar,
y que lo emplea como brújula
para orientar sus pasos.
Recientemente él terminó
un doctorado en Cambrigde.

6.
Cuando en La Rumorosa
hace harto calor, pienso
en las margaritas del “Hussong’s”,
en los cocteles del “Riviera”
de Ensenada,
en las carretas de almejas
del Mercado negro
y en una Tecate roja bien fría.

7.
La
Rumorosa
es
un
largo
poema
que
pocos
saben
recorrer
en
voz
alta.

Compártelo en:

Leave a Comment

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *