“Lo que mueve a los genios, mejor dicho, lo que inspira su trabajo, no son nuevas ideas sino la idea fija de que lo que se ha dicho todavía no es suficiente”
Eugene Delacroix
Una de las grandes sorpresas que tuve al comienzo de mi investigación con niños y niñas para sistematizar mi método y didáctica fue comprobar que lo que había aprendido en libros sobre la poesía, ocurría en la experiencia de producirla. Estaba trabajando con niños de este tiempo pero lo que les pasaba al escribir era lo mismo que han descrito filósofos y poetas de épocas antiguas.
Pasaré a describir las observaciones del trabajo que se hizo con los hermanos poetas Miguel y Oscar de Lo Valledor, sector de Santiago donde realicé un Club de poetas, una especie de laboratorio de investigación de didáctica, en verano del 2010. En el lapso de 1 mes un grupo de 6 educadores trabajamos con un grupo de alrededor de 40 niños y niñas de todas las edades (hasta 14 años).
El primer día del Club llegaron estos hermanos, uno de nueve y el otro de siete. El mayor era tan bajito que pensé en un momento sería el menor. A partir de la pregunta de Neruda: ¿Por qué el sol es tan simpático en el jardín del hospital? nos contó que él había nacido prematuro, de seis meses, y que por eso era chico y enfermizo, que esa fue la causa de que su padre se hubiera enfermado de los nervios y que tuviera que hacer yoga en el jardín del hospital cuando brillaba el sol. Supe de inmediato que este niño venía con una importante carga familiar sobre su espalda. Además sufría la burla de los demás que despectivamente lo acosaban por su tamaño de pulgarcito. Miguel escribió el siguiente cuento:
“Yo soy un perrito de color blanco con puntitos negros, orejas café y ojos celeste. Me gusta estar en mi casa porque mis dueños me dan comida exquisita. Tengo que andar escondido por los perros grandes. Los perros grandes son mordelones bravos y callejeros. Mis amigos son el perro Daniel, la perra Coni y el perro Miguel”.
Tenemos aquí un clásico ejemplo donde se ve cómo el juego metafórico del “Yo animal” permite a este niño expresar lo íntimo sin el peligro de sobreexponerse. En este texto se muestra su gran preocupación frente a los perros grandes “mordelones” y su necesidad de esconderse en la seguridad de su casa. El hace una clara diferenciación entre perros callejeros y perritos hogareños. Los perros de su casa son débiles y los callejeros bravos. Este cuento refleja la dinámica existente entre este grupo de niños y niñas en este sector de Lo Valledor, quienes eran vecinos y compañeros, al momento de llegar el Club a su escuela. El Club rompió con esta dinámica mezclando perritos débiles con mordelones, haciéndolos iguales por la poesía.
De pronto Miguelito, como le decían entre cariñosa y burlescamente sus compañeros, empezó a destacar como poeta y hasta se atrevió a leer sus creaciones en público. Fue valorado con sinceridad por primera vez por sus pares. Algo cambió para él, comenzó a cobrar mayor seguridad y una razón para no seguir escondiéndose. Comenzó a atreverse con los perros mordelones y terminó peleándose con uno de ellos. Miguelito tenía que probarse como un chico que tenía nueve años y esto implicaba, en la dinámica imperante de su ambiente, pelearse, medir fuerzas.
Cuando ocurrió esto, la madre, que se enteró de la escaramuza que había protagonizado su hijo, llegó enfurecida y decidida a sacar al niño del Club. Por su actitud comprendí que ya era un suplicio para ella que sus hijos viniesen a esa escuela, peor era que lo hicieran durante vacaciones ¡y por iniciativa propia! Me dejó en claro que no permitiría bajo ninguna circunstancia que su hijo se peleara. Vislumbré con espanto que uno de los que más necesitaba el Club sería sacado antes de completar el ciclo. También el Club lo necesitaba a él. Le rogué que no lo hiciera y esgrimí como argumento el estupendo trabajo que estaba haciendo Miguel, quien en pocos días había escrito y leído frente al grupo. La madre se emocionó al leer los poemas de su hijo, ella no tenía idea que él tuviera ese talento. Accedió a que los hermanos siguieran una semana más en el Club, pero organizó una salida de la ciudad, por lo que restó a sus hijos, que lo querían fervientemente, de la última semana y de la ceremonia final.
Y resulta que los hermanos fueron entusiastas miembros desde el primer día. Miguel me contó cuando llegaron:
“Mi hermano y yo somos poetas. Nosotros escribimos un libro, pero nuestro primo, de envidioso, nos lo quemó. Por eso cuando escuché de este club yo me vine a inscribir al tiro. Yo quiero escribir un poema cada día”.
Los hermanos llegaban directamente a crear. Los poemas, cuentos y dibujos salían de su imaginación como un torrente que no paraba, mientras que con el resto de miembros del club teníamos que hacer esfuerzos por desbloquearlos, quitarles el miedo y la vergüenza, a la vez que entregarles las herramientas para crear. Los hermanos poetas ya venían iniciados. Nos llamaba la atención el buen vocabulario que poseían, la voluntad por usar palabras rebuscadas, imágenes “sublimes”. En sus poemas y dibujos aparecían delfines, ángeles y rosales. Cabe destacar que en los poemas de los otros niños y niñas aparecían zapatillas, pollos asados, fútbol y balaceras.
Le pregunto a Miguel si conoce algún poeta. Me sorprende cuando me dice: el Rey Salomón. Sus compañeros me habían dicho que conocían un poeta que aparecía en un conocido programa de comedia y modelos semi desnudas, un poeta que era un payaso. Luego compruebo con su mamá que se trata de una familia cristiana y leen a diario la Biblia. Agradecí tanto esa fuente de educación popular que es la lectura de la Biblia, recordé a la niña Lucila absorbiendo de su abuela los versos del mismo Rey.
Cuando dimos la posibilidad de usar un seudónimo o nombre artístico ellos eligieron con cuidado su otro nombre. Miguel fue “El Patrón” y Oscar, “El poeta Carlo”. Ambos escribieron textos que firmaron con sus seudónimos. Habría sido muy interesante seguir trabajando con ellos para observar si al escribir con seudónimo cambiaba en algo el estilo de los poemas, a la manera de heterónimos. Tuve la impresión que Miguel como El Patrón ya no era tan débil y enfermizo. Lo había elegido por un cantante reguetonero, el más popular del momento. Y en ese despreocupado seudónimo de Oscar, vi más un gesto juguetón que una búsqueda de mostrarse como el mejor.
Supe de inmediato que con ellos se podía trabajar de otra manera, ya estaban desbloqueados, podíamos avanzar en el proceso de escritura y ayudarlos a encontrar y plasmar su voz propia. Así que organicé cada día actividades especiales para ellos. Muy pronto los dos hermanos comenzaron a diferenciarse en sus estilos y, aunque parezca extraño, comenzaron a competir.
La competencia entre personalidades poéticas es muy común. La razón pareciera ser que el poeta trabaja intensamente con su ego, con el material que le proporciona su interioridad. El ego necesita del otro para definirse. Sin embargo, la presencia de otres que también buscan el reconocimiento se percibe como una amenaza, a la vez como un estímulo para mejorar. La convivencia de diferentes poéticas es siempre frágil, muchos y muchas poetas no soportan esta presión y terminan heridos y heridas porque consideran que no se les ha reconocido como merecen. La literatura no puede hacerse cargo de esta realidad, en tanto asistimos a un tiempo en el que solo el reconocimiento académico (o de los pares) justifica el oficio de poeta. Hemos perdido de vista que la práctica poética tiene otros grandes beneficios que no pasan por la literatura y que por ellos bien vale la pena usarla para mejorar la calidad de nuestra educación.
En el caso de un grupo de niños y niñas, donde la competencia aparece más descarnada porque son realmente sinceros, hay que actuar con premura y equilibrio, de manera de entregar a cada une lo que necesita, para que la creatividad individual no sea pervertida y cada poeta logre centrarse en su propia obra y, al final, se sienta orgulloso/a de ser diferente de los demás, único/a.
El gran drama que tuvimos fue que Oscar era mucho más productivo. Se sentaba y dictaba poemas y cuentos o los escribía por sí mismo con gran facilidad. Tenía la facultad de unir las cosas más „sublimes“, como princesas y ángeles, con las cuestiones cotidianas de su realidad, como jugar en la playa o necesitar un amigo. Esto llevó a un educador, que solía trabajar con él, a la observación de que Oscar sería un anti poeta.
He aquí dos miniaturas que lo reflejan. El primero es un poema “meta poético” que Oscar escribió sobre la recién aprendida forma lírica ONCE. El escribir sobre lo que se conoce, de forma filosófica y distanciada es algo típico de un poeta docto. Estos son algunos de sus poemas:
El ONCE
No existe voz desafinada para quien siempre está bien en la vida, si te gusta.
El aire solitario
Un día el aire se encontró amigos y el aire se colocó feliz.
Le pregunté al poeta Carlo (Oscar) por el verbo “colocó” y si no sería mejor escribir “puso”. Me respondió: es que el aire cambió con sus amigos, para siempre, lo prefiero así.
Y claro, el poeta docto tiene siempre una razón que justifica la elección de sus palabras, estas no surgen por inspiración, se eligen para lograr un efecto determinado.
Luego mostró este poema:
El ángel de la vida
El ángel
es muy solitario
le gusta su soledad
cuando está solo
se imagina
que tiene un amigo
El ángel solitario
ayuda a las personas
la gente lo llama
gente con problemas
que le falta el corazón
entonces el ángel
ya no está solo
está ayudando a los demás.
Me di cuenta que a Oscar le costaba salirse del significado y de las asociaciones realistas. Me fue imposible impulsarlo a que diera al ángel un giro más imaginativo. Sin embargo, debido a que el ángel de la vida es de por sí una figura fantástica -para este niño cristiano muy cercana- el poema resultante es de una extrañeza singular. Conmueve la idea de que el más importante de los ángeles sea un ser solitario que añora tener un amigo y que, a través del servicio, vence su soledad.
Oscar supo aprovechar las diferentes actividades en que se lo desafiaba a usar su imaginación y a hacer relaciones extravagantes, aun cuando éstas eran “aterrizadas” por él, cercanas a su experiencia real, con algo de distancia. Fue bueno para él que a temprana edad se topara con la Educación Poética y la posibilidad de forzar el pensamiento lateral para responder las preguntas de Neruda o inventar un raro ser resultante de la cruza de una planta y un animal. El cerebro infantil es plástico y en él quedan grabadas todas las experiencias, también las que empujan a usar el hemisferio cerebral menos dominante. Quizás por esta experiencia a temprana edad su cerebro sabrá cómo conectarse con su imaginación, aún de adulto, cuando el hemisferio izquierdo establezca su reinado. Y vaya que ayuda en la adultez haber conocido en la infancia los caminos de la imaginación.
Por su parte, Miguel era más reservado para escribir. Buscaba la soledad y la inspiración. A menudo salía solo al patio para conectarse con la naturaleza, como anunciaba con gravedad y reverencia. A él le gustaba jugar con un perro que visitaba la escuela, después de eso se sentía inspirado y escribía. Decía que del corazón le surgían las palabras. Eso me lo dijo con tanto entusiasmo, gritando, como quien expresa una verdad irrefutable. Cuando escribía, lo hacía con la voluntad de que fuera bello, extraordinario. Se notaba en él un esfuerzo casi angustioso por alcanzar la belleza. Esto era una característica bien notable, Miguel no se conformaba con decir las cosas como son, él quería decirlas de otra forma, de una forma nueva, como si estuviera inconforme con la realidad. Mientras para Oscar la poesía era un juego, para Miguel era un trabajo serio que lo comprometía por completo.
Me parecía estar viendo a un Platón extasiado por el misterio enfrentado a un Aristóteles divertido con el artificio. Intuición y razón ¿De dónde viene la poesía? Con estos niños yo aprendí que ni lo uno ni lo otro, sino que en la conjunción de ambas facultades del pensamiento surgen los poemas.
Tan comprometido con su experiencia inspirada estaba Miguel que le dolió cuando su hermano lo empezó a molestar con que él escribía mucho más. Miguel se puso triste y quiso retirarse del Club. Yo le hablé y le hice ver que el trabajo que había estado haciendo los últimos días era el trabajo de un verdadero poeta. Le expliqué que no se trata solo de la cantidad de versos, sino de la calidad de los mismos. La poesía también se trata de desarrollar las ideas que aparecen tan mágicamente, poder retomarlas para seguir escribiéndolas. Un poema bueno, le dije, no tiene por qué salir al tiro, puede necesitar un tiempo para crearse.
Cuatro días antes, revisando el material diario que se producía en el Club, me topo con un verso extraordinario inmerso en un texto que el niño escribió y que poseía ideas y rimas que él había asociado libremente.
Este procedimiento, que él usó en forma intuitiva, se llama en escritura creativa “asociación libre” y ya lo usaban los surrealistas y también el psicoanálisis freudiano para acceder al contenido del inconsciente. En la Educación Poética la asociación libre es una de las técnicas más usadas en la fase de la inspiración para romper el bloqueo creativo, causante de la penuria cognitiva por la que porciones inmensas de la población permanecen vetadas para un uso significativo del lenguaje. La asociación libre quiebra ese bloqueo. En nuestro método no nos quedamos solo en lo que surge, sino que usamos este material como “proto texto”, es decir, como una idea que nos lleva a otro texto de mayor complejidad o calidad literaria.
En el texto de Miguel descubrí una joyita que decía:
Serpiente azul, sal del baúl
Este misterioso, singular y sonoro verso me pareció que encerraba la potencia de convertirse en un poema largo. Así que le propuse a Miguel que buscara el resto de las serpientes de colores e hizo una primera versión de su poema “Serpientes” que comenzaba con el verso de la serpiente azul y seguía con:
Serpiente roja, hazte la coja
y así hasta obtener todos los colores.
En una segunda versión, y esto por iniciativa propia, alargó el verso y experimentó con una nueva rima al final del verso. Sus rimas me parecieron fantásticas porque no eran forzadas o aprendidas de canciones infantiles, sino rimas naturales que su oído le dictaba. Y esta es una de las características más notables del poeta innato vate: tiene oreja, en él la música teje sus versos. Así la segunda versión comenzaba:
Serpiente azul, sal del baúl con tu trombón
Serpiente roja, hazte la coja como la señora que no se enoja
Y así sucesivamente. De esta segunda versión me parecía que el alargamiento del verso y la confección de la rima estaban bien logradas pero teníamos que trabajar con los verbos, pues repetía mucho la fórmula „hazte algo“. Así que, con mi ayuda y la del diccionario de sinónimos, buscó nuevos verbos para complejizar sus versos.
En una tercera versión cortamos adjetivos que se repetían y afinamos su pertinencia. Así los “fuertes dientes” pasaron a ser “finos dientes”.
Mi forma de trabajar con él era mostrarle posibilidades para que escogiera las mejores combinaciones. Le preguntaba, por ejemplo, si le gustaba que se repitiera tanto una palabra y lo conminaba a buscar un sinónimo o una alternativa. Si no se le ocurría nada, yo le proponía algo y él decidía si iba o no en el poema. A veces teníamos que buscar bastante hasta dar con algo que lo dejara satisfecho.
El problema de un poema basado en un leit motiv (una palabra o idea que se repite en cada verso, en este caso la serpiente de determinado color) es que el resto del verso debe ser bien variado para que no machaque en el oído del lector o escucha. Yo no di una cátedra sobre este recurso de estilo (lo que habría sido bloqueador, sin duda) pero él se dio cuenta solo y escribió diferentes versiones hasta que quedó satisfecho y pudimos decir: ¡este poema está increíble!
Serpientes
Serpiente azul, sal del baúl con tu trombón
Serpiente roja, hazte la coja como la señora que no se enoja
Serpiente verde, cocina un queque y muerde con finos dientes
Serpiente naranja, arranca en lancha que no la alcanzas
Serpiente negra, transfórmate en piedra con la cigüeña
Serpiente roja, eres chillona como pimpolla
Serpiente gris, come el tapiz del alelí
Serpiente amarilla, brilla en la silla como una rima
Serpiente café, tómate el té y cree cuando te cuente la historia al revés
Serpiente gris, hazte pis con rubí en París
Serpiente rosada, embróllate a la rama y quédate callada
Serpiente morada, come tu papa en la parada de las papas
Serpiente roja, métete a un hoyo y no pises las hojas rojas
Serpiente amarilla, eres una maravilla pero muy pilla
Serpiente verde, hazte celeste sino te lo pierdes
Serpiente verde, quédate en verde con la Celeste aunque te cueste.
Fueron varios días los que trabajé con Miguel, alias el Patrón. Al final de los cuales obtuvo un poema que fue un suceso entre sus compañeros y compañeras y los y las educadores que allí estábamos. Miguel ya no era el perrito asustadizo sino todo un perro de las rimas y las imágenes creativas. Se paseaba orgulloso, participando de las dinámicas y los grupos donde antes era burlado. Era respetado porque todos y todas allí logramos apreciar lo extraordinario de sus rimas.
Lástima que su mamá no viera con buenos ojos sus avances, para ella resultaba incómodo que sus hijos frecuentaran a los vecinos, según ella hijos de maleantes. Me di cuenta que ella solo quería defender a su hijo de lo que para ella eran malas influencias. Lo sacó del Club, nunca lo volví a ver, ni a su hermano docto, el poeta Carlo.
Pero así fue como de la mano de estos dos poetas hermanos tuvimos la suerte de asistir al escenario clásico del origen de la poesía y comprender que es semejante al escenario cerebral.
Lo que quiero decir es que la creación de un poema implica la actividad completa del cerebro. No es el éxtasis (hemisferio derecho) ni el artificio (hemisferio izquierdo) por sí solos lo que produce un poema de calidad, sino el vínculo entre ambos (las sinapsis) lo que permite la creatividad, lo original. La antigua discusión literaria entre Platón y Aristóteles acerca de si la poesía es éxtasis inspirado o manejo del lenguaje, se resuelve, cómo no, en el acto de escritura mismo, acto que es un proceso, siempre.
De esta forma, para implementar una didáctica de la poesía que desarrolle el potencial artístico de niños y niñas se debe reparar en el acto de escritura como proceso que ocurre, en primera y última instancia, en el cerebro. Como regla general se debe considerar la neuro diversidad como una realidad de la clase; no todos los cerebros funcionan igual, las distintas experiencias modelan las diferencias. En el caso de estos hermanos, la experiencia de niño prematuro en Miguel fue marcadora para su diferencia.
En este sentido cabe destacar que la neurociencia moderna ha descrito que en el cerebro existiría una cierta movilidad de las áreas responsables del lenguaje, por lo que en algunos casos se activaría un centro más arcaico del lenguaje, de los tiempos en que la comunicación se basaba en imagen y sonido, no tanto en conceptos como es la forma de comunicación hoy dominante, regida por el hemisferio izquierdo. Ya lo expresó Gabriela Mistral, en su magnífica visión:
“Tal vez el pecado original no sea sino nuestra caída en la expresión racional y antirrítmica a la cual bajó el género humano y que más nos duele a las mujeres por el gozo que perdimos en la gracia de una lengua de intuición y de música que iba a ser la lengua del género humano”.
He observado que este centro arcaico de la lengua está más activo en personas que han sufrido algún tipo de trauma físico o emocional a temprana edad. Me parece que esa lengua viene a entregar la necesaria belleza que cura un dolor existencial profundo, incomprensible para quien no lo ha sufrido.
Por lo tanto, la didáctica debería dar cuenta de esta diversidad neuronal provocada por las diferentes experiencias humanas. Y primero permitir las estrategias naturales que elige el niñe para escribir pero además, debes ser capaz de conducirlo hacia lo que no está acostumbrado a hacer. Así, si tienes niños y niñas poetas que son doctos innatos, ofréceles actividades que lo acerquen a su subjetividad y emoción. Por ejemplo, fomentar el uso de la escritura con la mano no dominante permitiría un acceso sutil a las regiones misteriosas del cerebro. Y a los niñes poetas innatos que muestran una tendencia al éxtasis (son mucho más escasos) ofréceles desarrollar la racionalidad para usar el lenguaje como artificio.
Por último, como regla principal: facilítales el gozar de la belleza de la que son capaces.
Fotos del Vate.
Me permito compartir estas fotos de Miguel, a quien le perdí la pista hace mucho tiempo, porque nuestro encuentro ocurrió hace 11 años, entre tanto, él es mayor de edad. Vaya para él este pequeño homenaje a su esfuerzo y originalidad de niño poeta. Y mi agradecimiento, porque aprendí mucho de él.
Fotografía 1: Un honor posar junto a Miguel, El Patrón.
Fotografía 2: La principal cualidad de un educador es ser un buen observador
Fotografía 3: Miguel conversando con un poeta del barrio que pasó a mostrarnos sus poesías (fue el único que se quedó hasta el final
Fotografía 4: Miguel buscando inspiración
Fotografía 5: El Patrón escribía mientras sus compañeros lo miraban y admiraban.
Fotografía 6: La educadora, al final, solo facilita un proceso.
Fotografía 7: Primer texto de Miguel (Yo animal)
Fotografía 8: Otro texto lleno de ritmo de Miguel