CRISTÓBAL GAETE. JACK KEROUAC: EL GOLPE

jack kerouac

 

A cien años de su nacimiento, el escritor de En el camino, novela que impactó una generación al punto de imitarlo, tiene una obra con otros claros y sombras que invitan a revisión.

 

Y soy un extraño sin felicidad
caminando las calles de México
recordando (…)
-Soledad mexicana, Jack Kerouac-

 

 

Por Cristóbal Gaete

Pudo haber sido jugador de football, el deporte más (norte) americano que existe. Así entró becado a la Universidad de Columbia, donde se lesiona, abandona, se cae al litro, intenta escribir, se hace amigo de sus compañeros de generación y publica un libro casi olvidado: El pueblo y la ciudad (1950), como la diferencia que existe entre Lowell, donde nació y vivió en sus primeros años, frente al paso a Nueva York. No encontraría de inmediato el éxito, pero desde esta frustración hallaría lo suyo, el viaje –algo que lo obsesionó al punto de ser mercante–, aquel gran tema literario que trata tanto del tránsito externo como del cuánto se reconfigura en el interior del viajante sus propias concepciones fuera de la zona de confort. Sacudirse del sedentarismo burgués del ciudadano, seguir el llamado primitivo que nos mueve por el mundo, llegando al misticismo y a santidad.

Todo eso pasa antes de En el camino (en nuestra lengua editado por Anagrama), publicado siete años después del debut mencionado. Como un corredor de football que recorre todas las yardas de la cancha, Kerouac recorre América de costa a costa. Con esa velocidad escribió también lo que fue viviendo; el mito dice que hizo un sistema para que las hojas se volvieran un rollo continuo para no parar el golpe, el ritmo, su clave máxima. El beat que le dio nombre a su generación, la que incluye a Allen Gisnberg (Aullido) y William Burrouhgs (El almuerzo desnudo). Todos experimentan con su cuerpo. Algunos con las drogas, Kerouac con el contraste entre el viaje que abre la percepción y el encierro que concentra los recuerdos, la escritura en largos tramos, buscando la sabiduría del yogi insomne ayudado por las sustancias. Un artista al límite de sus posibilidades.

Si bien sus compañeros de generación se vuelven personajes de sus libros, eligió en su gran novela conservarse a sí mismo y a un sujeto alejado de las letras y de una vida accidentada: Neal Cassady (nombre real) o Dean Moriaty (alias del mismo en En el camino). Elige a un hombre, como copiloto para este viaje. Por encima, un amigo, bajo ello, la huella de la pulsión homoerótica bajo cada amistad que le provoca el súper basura blanca.

La forma de manejar, de amar, de trabajar marcan el pulso que cambia cuando el narrador se queda solo, cae en la melancolía, en el amor, en fantasías sedentarias etnocentristas, como trabajar en el algodón con la pobre mexicana de la que cree enamorarse. En el camino es la revelación y el castigo, entre la noche que pasó de largo esperando la crítica del New York Times que define a este libro como la gran novela americana. La revelación: es tan vital que es como haber estado en la carretera, escuchar el jazz de Chicago, entrar a casas de los noctámbulos, es la respiración de la vida o la vida dentro de un libro. Americana en el peor sentido en su viaje a México, lleno de mujeres y droga barata, prejuicios que va modificando con el resto de su obra.

Como un ejercicio a escala se ha planteado la novela breve Los subterráneos (Anagrama), publicada un año después, que trabaja otro gran tema literario, el amor. Un amor breve, preciso para volcarlo en la literatura en algunos días. El aliento dulce de la primera salida, el sexo en piezas oscuras y precarias al ritmo del jazz con una mujer border. Afincándose entre grandes planes de escritura, trabajo en oficios, su infaltable madre y esta mujer media india y media afroamericana, que es la otredad en la ciudad. Ya sin las grandes extensiones de kilómetros, sin los paneos en la carretera, la anécdota es débil, pero el libro logra captar el espíritu de una época, en el pico de su producción textual. En una novela aparentemente sencilla podemos ver el poder de su estilo, que funciona fuera de la estructura narrativa, como si soplara la historia directo a nuestro corazón. La noche es la otra protagonista, pero sobre todo se repite la pulsión homoerótica, en su adorado niño salvaje Gregory Corso, la tercera pieza del triángulo de Los subterráneos. Otro sujeto de vida excéntrica para la literatura, como Cassady.

Esa pulsión homoerótica entre hombres puede ser explicada con textos laterales que dedicó a las estrellas masculinas del cine, fundadores de una nueva sensibilidad americana. El contraste entre John Wayne matando indios frente a James Dean o Brando. A Dean podemos verlo a la distancia de este modo, entrando a casa en la última parte de Rebelde sin causa (1955), dejando el amor romántico para otra vez, bajo la amistad que lo necesita. Una nueva sensibilidad americana es también la suya propia; el viaje y las conversaciones eternas es una forma de rodear el sueño americano, la familia, la paternidad, incluso el éxito. Nada hubiese costado subir de nuevo al auto y crear libros como hamburguesa con nuevas anécdotas, pero bastaba el molde, cuántos viajes se han hecho en honor a En el camino sin ni siquiera leerlo. No es tan fácil repetirlo tampoco; basta ver la adaptación fílmica de Walter Salles para saberlo.

Aquel texto sobre esos actores icónicos llegó a nuestras estanterías en la forma de cedé o casete, en uno de los mejores homenajes a Kerouac, que casi lógicamente viene de la música, la otra disciplina que más amó. Producido por Lee Ranaldo de Sonic Youth, el spoken word Kicks joys darkness (1997), cuenta con la participación de estrellas del rock como Michael Stipe, Eddie Vedder, Steven Tyler, Patty Smith o Joe Strummer, otras del cine como Matt Dillon o Johnny Depp, y pares como Hunter S. Thompson o Lawrence Ferlinghetti, quien fuera el último beat en fallecer. El conjunto nos muestra su impacto cultural en América.

El mismo 1958 aparece Los vagabundos del Dharma. En el inicio es recreada la mítica lectura de Aullido, de Allen Ginsberg, en la que Kerouac gritaba frente al canto generacional. Se entrega a sus acercamientos a la filosofía budista. El aislamiento en un  trabajo forestal al final, en una cabaña en una montaña, muestra cuánto necesita la ciudad como punto de partida. Y no viceversa.

Hablamos de tres libros publicados de manera muy cercana, el pliegue que demora instalar la obra, porque el manuscrito de En el camino estuvo años inédito, paseando entre editoriales y fue fuertemente editado en su primera versión. En ese hiato de pobreza, voluntad y desconocimiento Kerouac crea y sigue viviendo, lo que permite que la fama del hit visibilice una de una obra que se complejiza.

La libertad del éxito significó vivir la literatura estirada en sus posibilidades. En 1960 termina las Visiones de Cody (Ediciones Escalera), que sólo se publicarán íntegras tras su muerte, en el que presenta un obsesivo estudio de Neal Cassady, donde dialoga y graba conversaciones con él. Kerouac lo considera su obra maestra y Gerald Nicosia, su mayor biógrafo, lo compara a los métodos de Joyce.

Nicosia en seiscientas y tantas páginas lo deja muy mal como ser humano en lo íntimo. Caben menciones de todos los libros de hijos, amantes, las revelaciones de quienes lo sobrevivieron, las miserias que debe ejercer un escritor por un pedazo de libertad, las casas, la relación con su madre, el alcohol y las cartas que demuestran como él éxito alienó su sensibilidad.

Otro pliegue de la obra de Kerouac está en su poesía. En 1962 publica Mexico City Blues, el reverso de En el camino, libro de poemas escrito en una larga visita, inexplicablemente no traducido en su totalidad. Habitualmente circula Poemas dispersos (Visor), que es una obra que no deja profundizar su labor como poeta, sino mostrar distintas caras de la misma.

En la soledad mexicana ya no todo es tan maravilloso, registra como va entrando el zen en él de una manera esencial. Aquí conecta también su obra con la música. Paradójicamente, es castigado por la crítica de jazz y por los budistas en relación a lo que describe en sus novelas, pero decide ser él mismo un saxofonista con una estructura de coros. Clásico resulta en este libro el poema al fallecimiento Charlie Parker, que ocupa tres coros. Se puede hallar en Youtube su lectura en inglés y en español online su traducción, acá copiamos el inicio ten la versión de Juan Carlos Villavicencio.

Charlie Parker se parecía a Buda.
Charlie Parker, quien murió recientemente
Riéndose de un juglar de la TV
Después de semanas de tensión y enfermedad,
Fue llamado el Músico Perfecto.
Y la expresión en su rostro
Era tan serena, hermosa y profunda
Como se representa en el Este
La imagen del Buda, los ojos entrecerrados
La expresión que dice «Todo está Bien»

Big Sur (Adriana Hidalgo) es publicado el mismo año que el poemario. Si el consumo de alcohol era una marca vital la fama lo hunde en el mismo, La forma de morir (cirrosis, también encerrado en casa como su ídolo musical), la forma de decaer está absolutamente vinculada con la presión del medio, la mala lectura, los mochileros saltando las paredes de su casa, los hípsters, los programas de televisión buscándolo ebrio para opinar sobre lo que no debe opinar un escritor. Padece como Kurt Cobain, elegido por el mercado para definir el espíritu juvenil de su época. Así lo conservan las fotografías, con las luces de la noche, apoyado en los autos en que cruzaba América adelantándose a los hippies. Un hombre guapo antes de deformarse por el consumo.

Su última gran novela es el reverso de su imagen y de su espíritu, aislado en Big Sur, donde la estrella literaria atormentada construye su nova. La novela homónima es el descenso de la montaña de La Vanidad de los Dulouz, la saga que proyectó publicar con todos los nombres verdaderos, deseo que se ha cumplido en una última versión de En el camino. Escribe con guiones entre las frases marcando los ritmos, abandonando el estorbo de la puntuación, el pulso es el de un borracho que se aferra a él para seguir avanzando, para no desmayarse y seguir despierto, registrando una autocrítica feroz.

La edición lleva como bonus track Sea, poema escrito sometido al influjo del mar, intraducible por las onomatopeyas. La boca en la lectura se vuelve un instrumento, buscando el sonido natural después de todas las noches de jazz, estilo donde Kerouac quedará dentro sus principales escritores, como Julio Cortázar o Boris Vian, o más acá, Armando Méndez Carrasco.

Una patada muy lejos al balón ovalado de la vanguardia joyceana es Las visiones de Gerard (|963), libro testimonial absolutamente inventado acerca de su hermano mayor prematuramente fallecido, un libro de la orfandad que significa la pérdida del compañero cuando la comunicación con los padres resulta clásicamente difícil. La verdad es la santidad de Gerard. Ejerce en esta estampa su sensibilidad, superpoder escritural hasta el paroxismo. Probablemente el lugar de Gerard lo ocupó Neal Cassady.

En el clásico decálogo que le piden a los escritores, Kerouac dice que hay que escribir en secreto, solo por diversión. Al revisar todo lo que escribió, no queda duda que se debe haber divertido para dejar una obra que nunca terminará de ser traducida al español del todo. Que haya vivido apenas cuarenta y siete años nos habla que el problema era vivir. Para Kerouac, la tercera verdad de Buda era fundamental: la vida es sufrimiento, así que lo suponemos en paz, sentado en la línea del tren que lo une con Jorge Tellier. Como En el camino no deja de venderse, vivo estarían saltando su pared y sacándose selfies, siendo que él dijo jamás molestar a un escritor. Hoy lo imaginamos así, como Parker, en paz, diciendo «Todo está bien».

 

 

 

 

Cristóbal gaeteCristóbal Gaete. Escritor y periodista. Ha trabajado en los distintos oficios de la literatura vinculándolos al territorio. Escribió Valpore y Motel ciudad Negra (Premio Municipal de literatura de Santiago 2015), novelitas compiladas junto a otras en Apuntes al margen (Emecé/Planeta). Ha publicado crónicas en distintos medios como The New York Times en español, Dossier y Joia Es editor del suplemento literario La Palabra Quebrada, que circula inserto en El Ciudadano. Entrevista escritores en KU, suplemento de los Mercurios Regionales.

 

 

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