EL CORTEJO
Para Ericson Pires
Una vez el cuerpo frágil
en la tormenta, viene esa
necesidad de correr
hacia dentro del trueno
hacia el límite del discurso
donde haya riesgo.
La supervivencia de los que sangran
y gozan a la vez,
la lágrima del miércoles de ceniza,
el amor que se esculpe
en la embriaguez virtuosa de las madrugadas.
El cortejo de los sátiros descendiendo
el cerro de Santa Teresa
a las siete y media de la mañana.
Todo suspenso delante del constante
resplandor de la piel
y de las lenguas al unísono.
Vivir para eso
y nada más.
Seguir
entre
soplos
besos
ritos hechos
dolores bailes
bailes bailes bailes
y no valer nada
ni el poema
quizás la risa
el mismo cuerpo frágil en el entusiasmo
en el vértigo.
¿Qué nos restaría?
Ese animal que se libera,
ese perfume que rellena,
ese hilo que quema.
¡Sí!
Entre un goce y otro
viviremos,
entre un vacío y otro
respiraremos,
y delante de un crepúsculo cualquiera
moriremos cantando.
ANARQUISTAS CORONADOS
Y allá fuimos.
A recorrer los alrededores
del cine Odeon.
Allá donde un anciano
pedía agua en un bar
y el batallón silenciaba
en secretos.
Allá donde la lujuria escurría
por las mesas del hotel para
solteros y Lapa empezaba
a hervir en utopías.
Allá fuimos.
En la génesis de pequeños universos
que se entreabrieron en los detalles.
Paso a paso en la madrugada
que nos ofrecía un sabor amargo
y era bueno y crecía.
Allá donde las imperfecciones
Junto a los olores de las veredas
formaban una ópera de espantos,
un drama de la desgracia
y de la belleza de las vísceras.
Seguimos entre sonidos y rutilancias,
por las luces de las tiendas
y los bares llenos.
Tropezamos con las cunetas,
riéndonos de los problemas
como quien se libera
de las mazmorras.
Y nos emborrachamos como
dos bárbaros exhaustos,
rompiendo vasos,
fuera del veneno,
dentro del grito,
en la coronación de
nuestra anarquía.
EL GRITO DE BOTIKA
“sin más
Rio es una mierda”
Pedro Rocha
Los daños ya no abarcan
el tamaño del susto,
en las orillas, no quedaron
trozos de madera
palos hincados en la tierra
para recordar lo que
existió ahí un día.
El grito no es sobre
el olor del humo
que ciega y lagrimea,
el grito no es sobre
el rumor oculto que alimenta
el inmenso reino de sombras
que crece como un diluvio
antes del hecho.
El grito es mucho más
que simple temor,
angustia, desmedida.
El grito es lo que no se curva
delante de la desgracia, del domino
enriquecido por la gula de algunos,
enriquecida por el hambre de otros.
El grito es el excremento,
el miasma que queda en el cuerpo
cuando la cruda y podrida comida
forma un banquete de vermes
El grito es la sal que escurre
por la carne expuesta
y duele y tiembla y causa ira
y provoca y hace que venga el puñetazo.
Eliminar la amenaza como quien
explota un pueblo que resiste,
cuya lágrima viene de la misma fuente
del grito, ebrio, puro
genuino y entrañado grito
para el que conduce el orden,
el progreso, la vigencia, las hordas
de seguidores que quitan
con los dientes la piel de los que
ya no tienen cómo existir.
El grito es la ciudad misma,
que sufre, pierde sus órganos,
pelos, miembros, sangre,
y se parece cada vez más
a un dios de piedra,
agrietado, gastado,
olvidado en el futuro,
entre plantas, musgos y basura,
sin memoria
como una aldea calcinada.
SANTIAGO
para Raúl Zurita
Los dientes trillados
delante de un vacío
que succiona todo alrededor
en silencio
sin que nadie se dé cuenta
la destrucción de las piedras
de los cascos
y de las increíbles contorsiones
del nervio expuesto.
Son pétalos de piel seca
expelidos por el cuerpo
el rastro por el camino
ya sin multitud
el cielo uniéndose
a la cumbre profunda
de la cordillera.
Los cráteres relatan
la historia antigua
debajo nadie escucha
las súplicas del hijo perdido
el río circunstancial
llevó a todos al océano
y el continente
una vez más
escribe su épica sangrienta.
Traducción de la poeta Milena Paixão
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