Selección de 9 poemas extraídos del libro “Venado Tuerto”.
NUESTRO PRIMER TRABAJO
fue acompañar al padre a cavar tumbas.
Golpear el canto contra las piedras,
tirar la pala lejos.
No creas que la poesía me enseñó una lección.
Que diré menudo trabajo de mierda.
Tampoco sospeches que no me duele enterrar
lo que odio, vale un carajo.
O supongas que no volvería a empuñar una pala
en mitad del jardín asilvestrado,
nichos que nadie visita.
A veces, con un nudo en el estómago,
recuerdo el hoyo que cavé en el cementerio
para Edgar Allan Poe
o Annabel Lee de la temporada.
Sí, con un nudo en el estómago
retengo lo que el viejo decía con sonrisa triste,
sol impío, borrasca desleal:
manos a la obra.
Siempre se puede comenzar otra vez,
cargarlo todo de nuevo,
por amor al arte.
Todo un día de mierda
remarla en contra.
Ser un maldito héroe sonriente y sereno
cavando un agujero
para un pobre pájaro o pájara.
O darte en la cerviz
con mi herramienta de trabajo
en medio del paisaje agreste
o parque de ensueño
Sí, trazar una estúpida zanja,
limar las espinas de una rosa
antes de cubrir un cajón
en esta patria de intrigantes y sapos.
Traidores que viven y matan por monedas,
el sueño del poder,
un minuto de atención.
Siempre se puede en este país
asesinar impunemente,
destruir a alguien con razón,
sin razón,
porque hablamos el idioma de Cervantes
con suturas
como decía Vicente Pérez Rosales.
Cavamos a seis pies de la literatura
el poema de la vida y la muerte
desde que éramos críos
y la ley del más fuerte impera.
Es lo primero que aprendimos
en estos pasajes y tumbas
por la razón o la fuerza.
DÉJAME ABRAZARTE EN EL FRÍO,
no decirte nada en este país
donde todo es una revancha criminal.
Un jergón vencido que en cualquier momento
sacamos a la calle y rociamos de parafina.
Déjame mirarte hasta que seamos dos
contra el resto del mundo.
Una mirada cómplice en un pueblo fantasma
donde todos se apuntan con el dedo.
Mientras el último limón amarillo
que llamamos sol, cuelga del limonero,
se balancea silencioso, como nosotros,
entre el caos y el arte.
CUCHILLO O NAVAJA
Pertenezco a esa clase de hombres
que llevan un cuchillo o navaja al cinturón o bolsillo.
Todo lo que aman cabe en una caja de zapatos.
Se contentan con un plato caliente,
la primera estación de radio clásica,
un cuarto con las cortinas cerradas,
día y noche.
Hombres que ponen un clavo detrás de la puerta
cuando quieren colgar su chaqueta.
Y si llegas por nuestra espalda a taparnos la vista
con las manos y pides que describamos el papel mural
jamás obtendrás la respuesta.
Hace poco el viejo de mi viejo me preguntó
pescando unas truchas
tras corregirme por enésima vez
que tire la mosca en la parte más oscura
y profunda:
¿Has observado las motas de polvo suspendidas
dentro de un rayo de luz?
Sí, esos hombres que quedan boquiabierto
con las motas de polvo en un haz de luz
colándose por las persianas o cortinas
desde que eran críos. Y odian a esos otros hombres
de un solo libro.
Sí, pertenezco a esa clase de hombres
con un cuchillo o navaja al cinturón o bolsillo
obligándose a no desear nada,
porque desear es dolor
y todo lo que queda es una fotografía maltrecha
en otra billetera llena de cualquier cosa
menos plata.
Hombres que al envejecer
prefieren morir de hambre y orgullo
antes que pellizcar una uva
en la góndola del supermercado.
Hombres torpes y sentimentales
que no recuerdan lo que sueñan
y despiertos guardan silencio.
Hombres que solo tienen un mecanismo
de sobrevivencia: la represión.
Y vienen siglos, mares, todavía
buscando un ranchito donde tirarse exhausto
a castigar el riñón, amar y ser amados,
en esta playa de piedras blancas
donde revienta la luz de la luna,
el mar del sur.
Sí, pertenezco a esos hombres que cocinan.
Crían hijos que no se les parecen.
Dubitativos entre el bien y el bar, beben.
Cabreados del sol
se unen a otros para rogar que llueva.
Cabreados de la lluvia se unen a otros
para rogar que vuelva el sol.
Hombres que van y vuelven con un cuchillo
o navaja al cinturón o bolsillo
de la cama de una mujer que apenas los soporta
pero deja agua caliente en el termo.
Algo para echarle al pan, té o café,
antes de volver a la carga
–en lo que sea que trabajemos–,
con este solcito que poco calienta,
pero ilumina.
LO MÁS GRANDE QUE PUEDE TRAGAR UNA BALLENA AZUL,
hija, es una toronja.
el avestruz no esconde la cabeza cuando tiene miedo
sino que corre a toda velocidad.
Y los camaleones no cambian el color de piel para camuflarse
sino de acuerdo a cómo se sienten.
Tampoco escuchan o huelen con esa lengua
que duplica el tamaño de su cuerpo,
como tantos en mi oficio.
Por cierto, al tocar un sapo
no te saldrá una verruga.
El pavo real es solo un gallo común.
Y los elefantes
se mueven casi sin hacer ruido.
Cuídate de verlos.
Y es una cresta, no un cuerno,
lo que le cortaría a un rinoceronte
por ese billetito
para comprarte lo que quieras
si tuviese la oportunidad en África.
No seas tan dura si te toca juzgar
a alguno de estos malnacidos
como tu padre.
Por otra parte, los topos no son ciegos
sino que ven horriblemente mal.
Créeles más a los que han visto un búho sentado,
eligen cerdos antes que delfines
en una trivia sobre inteligencia.
Sostienen que el hombre es más peligroso en altamar
que una aleta de tiburón
cortando la espuma de la ola.
Claro, el queso jamás ha sido el alimento favorito de las ratas
ni la basura la de los chanchos.
En definitiva, las cebras, hija
como los poetas
son animales negros con rayas blancas
y no animales blancos con rayas negras
aunque saber esto no te sirva de mucho
en lo que la vida tiene de dulce y agraz
y menos para comprender a papi
que en tu cumpleaños
llega con un poema de puño y letra
en el reverso del papel de regalo,
cortado con torpeza como si fuera la sombra
de un pingüino emperador
aún de pie, elegante, sobre la nieve.
CONOZCO EL MIEDO ATROZ A LA POBREZA
de los que dan o reciben la ostia en la lengua,
se aprietan la mano en la iglesia o leen con demasiado énfasis
pedazos escogidos de la Biblia en el estrado.
A los que vuelven o parten remando incansables
sus aparatos telefónicos a la espera de un golpe de suerte o sexo
con una crucecita al cuello o calendario de la virgencita
del año pasado en la billetera.
Sí, a los que se arrodillan sin creer de veras en Dios
en un templo lleno de carajos
mientras afuera crece la hierba sobre nuestros muertos y vivos
sin hacer diferencia.
El viento la mayoría de los días
no cambia las cosas de sitio, ni expande el fuego.
La lluvia no lava más a la víctima que al victimario.
Y la tierra no tiene por qué dar frutos.
Sí, conozco el lenguaje roto de cada personalidad fuerte
que nunca aprenderá su lección,
ahora que la tuya & la mía lava con fuego
lo que escribe y condena a ser ligado con orgullo y oro,
se cree tocado por el espíritu santo.
Sí, a los que llenos de miedo e ignorancia
se llaman hombres de fe, mujeres de Dios
y recolectan, rotos por dentro, el diezmo
poniendo cada vez menos,
esperando cada vez más de lo que corresponde
en el cielo o infierno.
GUÁRDAME OTRA NOCHE, CALÍOPE
de las pocas señas de vida inteligente que estoy dando,
del dolor arrancándome de cuajo la cordura
bajo el ala de los pájaros.
Llevo demasiados días sobreponiéndome al sueño
en que corro más lento que mis perseguidores.
Mantenerse de pie en este país es cosa de bestias.
Echarle estos pocos palos que tengo al fuego
y esperar que ardan lento, sostenido, en su dureza.
Calienten otra temporada en que cavo mi oscuridad
con más oscuridad.
EN EL ALTIPLANO, UN NIÑO
carga su pequeña alpaca bajo la vía láctea,
tras una intensa nevazón.
En la primera pirca que encuentra
hace un bolo en su boca
con lo que tiene de quinoa,
papa y carne de llamo
observando los sacos de carbón
como llaman a las zonas oscuras del cielo
y se lo mete en el hocico.
Implora a Dios para que su cachorro
coma, trague, luche
contra el frío y el hambre.
Aguante el invierno,
porque la tela más preciada
viene de la primera esquila.
EN QUÉ MOMENTO LA POESÍA CHILENA
se nos llenó de Tu Fu
con una mano por delante
y otra por atrás.
Me volví uno de éstos con su épica menor,
cuitas provincianas
y ese clamor ciudadano, burócrata
cada vez más apático e insoportable.
La vida es una guerra no lejos de aquí
pero aquí pega fuerte
con despidos, sueldos miserables
y un status quo
tan apretado como un traje de neopreno
o botón de oro.
Así, en esta copia feliz del edén
en que la mayoría apenas llega a fin de mes
o derechamente sobregirado
la norma es presumir de entereza
o sedición
de comentario en comentario
sobre el cajón de tomate
de las redes sociales, en el vino de honor
o la noticia online.
Así también regreso día a día de la jornada
a prepararme algo de comer.
Con el control remoto en la mano
navego de canal en canal
tan ansioso como cuando pequeño
no podía desatar el nudo de la bolsa
y la rompía para comer una hallulla caliente.
El pueblo en esta capitanía general
lo saben sus plutócratas
tiene una filosofía sin saberlo de corte gandhiana:
se resiste sin oponer resistencia alguna.
Así leemos en entrelineas la prensa y el espectáculo.
Soportamos al cura para una misa de casamiento o muerte.
Compartimos un asado con amigos
cuando juega la roja mirando de reojo
a las amigas del anfitrión.
Seríamos alcohólicos si no fuera por el café.
Seríamos tantas cosas
si no nos hubiésemos puesto huevones,
rendido tan rápido
o tuviésemos santos en la corte.
En fin, dejemos esta matraca
también para mañana
como la losa sucia en el lavaplatos,
la llave que gotea.
Estoy cansado como caballo de feria.
Mirar las estrellas solo me pondría más triste
pensando cuál ya no existe
y su luz viajó hasta mí.
¿Qué pasó con los chicos revoltosos?
¿Qué pasó con los sueños que teníamos?
¿Qué pasó con el para siempre?
¿Qué pasó con el para siempre?
Nunca lo sabremos…
Cantaba una banda inglesa
a principios de siglo.
En Chile, más que ser un Imperio
como nos acusaban los EE.UU. en el siglo XVIII
quisimos ser un bar británico,
un bar sin británicos escuchando música británica,
con minuto feliz.
Li Po al menos se tiró al río
para abrazar a la luna.
ME EMPIEZO A PARECER A LAS PIEDRAS
que no me gustan, nadie recoge.
Esas toscas que solo sirven para afinar puntería
contra una docena de tarros en un eriazo
o defenderse torpe de un ejército.
Chile es un país en el que todos se agachan
para recoger cualquier cosa que brille,
tenga valor o no.
Así retrocedemos creyendo avanzar
a todo destino y asentamiento.
Sí, una de esas piedras grises que a nadie le importan
bajo la lluvia o calientes al sol
en este paisaje cercado por alambres de púa
de camino al matadero.
NO BUSCO UN PADRE EN LA POESÍA
sino un hermano o hermana
con el equilibro del ruiseñor
y el cuervo al batir las alas,
que no me empuje de la rama
de la que unos progenitores
me lanzaron temprano,
con amor y furia,
bastardo del sueño de la tierra prometida.
Un compañero o compañera
que aún en condiciones terribles de vuelo
no suelte la presa
sobre los campos feraces de la guerra y el amor.
Sí, no busco un padre en la poesía
sino una rara avis
en la página más frágil de la literatura
atenta a la música de las cosas atoradas
en la punta de la lengua,
al desmadre del corazón.
Sí, un pobre pájaro o pájara
dentro o fuera de su jaula
soñándose mi camarada
durante el fragor de la recolección
o la quietud de la caza.
CODA
Somos más infelices
que nuestros desgraciados padres.
Ernesto González Barnert [1978], 9 poemas del Libro Venado tuerto, recientemente aparecido en EEUU, por el sello Nueva York Poetry Press. La obra poética de Ernesto ha recibido otros reconocimientos: Premio Nacional Pablo Neruda de Poesía Joven 2018, Premio Nacional de Poesía Mejor Obra Inédita 2014, Premio Nacional Eduardo Anguita 2009, entre otras premios, menciones y becas. Entre sus últimos libros está “Éramos estrellas, éramos música, éramos tiempo” (Mago Editores, Chile, 2018), la reedición de “Playlist” en EEUU (Floricanto Press, EEUU, 2019) y en Chile, esta última bilingüe (Plazadeletras, 2019), además de la antología: Ningún hombre es una isla (BuenosAiresPoetry, Argentina, 2019) y la plaquette, con un extracto de “Trabajos de luz sobre el agua” [Proyecto Lima Lee, Perú, 2020].