El narcisismo es el tema central del Retrato de Dorian Gray, única novela del escritor irlandés Oscar Wilde. La historia es ampliamente conocida, y se sostiene por un simple cambio de roles. En el orden natural, es la pintura la que ha atrapado la imagen de un joven Dorian Gray, su hermosura ha quedado inmortalizada a través del arte. Al ver terminada la pintura Dorian Gray exclama: “¡Si fuese al revés! ¡Si yo me conservase siempre joven y el retrato envejeciera! Daría…, ¡daría cualquier cosa por eso! ¡Daría el alma!”. Es una novela con tintes fáusticos, en cuanto que el precio a pagar por lo ambicionado es el alma. La eterna juventud, es tratada por Wilde en la novela de manera amplia. No se trata sólo de no envejecer, lo que se conserva es la belleza. Es decir, al retrato no sólo se traspasan las marcas de la piel que va dejando el tiempo, también las que evidencian las perversiones del personaje. Por ejemplo, cuando Dorian Gray rompe fríamente su compromiso con Sybil, lo que gatilla su suicidio, el retrato adquiere una mueca de crueldad, una sonrisa cínica. Es decir, la corrupción que va sufriendo el alma del personaje no se evidencia en su rostro, sino en el retrato que permanece celosamente guardado en una habitación de su casa. Por tanto, las acciones deshonestas, los pecados, la vida licenciosa de Gray no estropean el aire puro de su belleza. Esta impunidad hedonista hace que Dorian Gray, siga al pie de la letra una especie de manual de perversión y se entregue al vicio. Finalmente, el personaje acosado por su pasado decide destruir el retrato con un puñal. Luego que los criados escuchan un espantoso alarido, van en su rescate, ven a un costado el ajado retrato de un joven Dorian Gray y, en el suelo, el irreconocible cuerpo de un decrépito anciano con un puñal en el corazón.
El sorprendente auge de Sichel y luego su estrepitosa caída, que no acaba nunca de acontecer, sólo puede leerse, desde un relato fáustico, donde la explicación más plausible es la de un pacto con el diablo, que lo hizo crecer meteóricamente como “independiente”, desplazando en una primaria a todos los candidatos erigidos por cada uno de los partidos que componen su coalición, incluido un histórico Joaquín Lavín. El narcisismo de Sichel comienza a revelarse rápidamente, cuando en la misma semana de su único triunfo electoral, trata de golpear la mesa y subir el tono de voz para ordenar a los congresistas de la derecha en torno al rechazo del cuarto retiro. La característica principal de una persona narcisista, de acuerdo a la psicología es el sentido desmesurado de su propia importancia. Hasta ahí había logrado sortear con cierto éxito, su tránsito de partido en partido, desde la ex concertación hasta ser el abanderado de la derecha, apelando a un relato de hombre joven esforzado, a quien nadie le había regalado nada, asqueado de la política partidista. Toda su campaña apelaba a ese imaginario, por eso su slogan “Se puede”, por eso su camisa arremangada dejaba ver los tatuajes en su brazo, era el relato de un joven proveniente de una familia modesta transformado en un exitoso ejecutivo, una imagen inspiradora que nos quería decir a todos/as nosotros/as que “se puede”, trabajando duro, con creatividad, concretando metas. La juventud a la que apelaba Sichel era amplia, en cuanto a que no solo se refería a un rango etario, si no a una nueva forma de ver y hacer política, sin los vicios del pasado, lo que buscaba diferenciarlo del otro joven candidato, Gabriel Boric, a quien quería encasillar como parte de “la vieja política”.
Lo que hemos visto las últimas semanas es que Sichel era más que una cara bonita, la juventud que proyectaba tenía precio, tenía inversionistas, y como se dice que hasta el sol tiene su lado oscuro, todo lo bello tiene algo muy feo guardado en alguna parte. Al igual que Dorian Gray, había una habitación secreta, una que contenía precisamente las peores prácticas de la vieja política, con “boletas ideológicamente falsas” incluidas. Hemos asistido al secreto sobre el elixir de la eterna juventud. Olvidemos el esfuerzo y la creatividad, pero sobre todo olvidemos el escrúpulo, es la forma de ascender en política y en la vida, sólo debes ser fiable para los financistas, para las familias dueñas de nuestro océano Pacífico, para las empresas de gas que han mantenido un sobreprecio injustificado por el derecho al calor. El peor enemigo de Sichel ha sido él mismo, que por un lado rechaza los retiros del 10 % de AFP y por otro, debe reconocer que hizo uso del primero; que dice que nunca ha hecho Lobby y después resulta que trabajó en un grupo de presión; existe un Sichel que combate el financiamiento ilegal de la política y otro que financió una de sus campañas con boletas falsas; Uno que niega tajantemente que hizo lobby para las empresas de gas, pero que omite que dichas empresas financiaban su campaña. Parece que, en sólo un par de semanas, hemos dejado de ver al joven Sichel y hemos comenzado a apreciar su retrato, uno que ha envejecido a escondidas, con todos los pecados de lo que él llama la vieja política. Si no se toman las precauciones adecuadas, hasta los tatuajes pueden envejecer.
Siempre tan acertivo en tus anologías.
Brillante artículo