En el salón principal de la Casa del Escritor, encontramos una placa de la Unión de Escritores Jóvenes (UEJ) que rinde homenaje a la generación de poetas post golpe, entre los nombres citados destaca el de la poeta Bárbara Délano: “En memoria y reconocimiento a la obra y compromiso literario en los años donde ser Poeta podría significar prisión, exilio o muerte”. Asimismo, la UEJ publicó en 1977 la antología “POESÍA EN EL CAMINO”, donde Bárbara Délano figura junto a otros poetas como Armando Rubio, Antonio Gil y Erick Pohlhammer. La UEJ fue la primera organización de, jóvenes, escritores en dictadura que se atrevieron a desplegar su quehacer creativo, siendo abiertamente críticos al modelo, desafiando la censura y al “apagón cultural”.
En el 1979, Bárbara publica su primer libro, de factura artesanal, impreso en mimeógrafo en conjunto con su amigo, el pintor mexicano, Marcos Limenes: “MÉXICO – SANTIAGO”.
Nacida en 1961, en el seno de una familia de artistas, su madre la poeta y psicóloga María Luisa Azócar y su padre el destacado escritor Poli Délano, posibilitaron a Bárbara desarrollar una vida de constantes viajes al extranjero, sobre todo a México. Bárbara estudió Literatura Hispánica en la Universidad de Chile para posteriormente en 1982 viajar a México a seguir estudios de Sociología en la UNAM.
En el Chile de 1984, en medio del avance de la lucha contra la dictadura, se publica su segundo libro: “EL RUMOR DE LA NIEBLA”. El calendario continúa deshojándose, y en 1992 se radica definitivamente en México. Atrás queda el haber sido becaria del primer Taller de Poesía de la Fundación Neruda y su activa participación en la UEJ a través de las actividades del taller literario “La Bótica”.
En octubre de 1996 decide realizar un viaje sorpresa a Chile, que comenzaba su larga transición a la democracia. Es el cumpleaños de su madre. El avión hace una escala en Lima, donde comparte con sus amigos como el poeta Antonio Cisneros, a quien le dice al despedirse, bromeando, que si el avión se cae debe avisarle a su familia en Chile, que no saben de su viaje. La tragedia ya estaba en marcha, el avión con rumbo a Santiago sufre un accidente que lo sepulta en las aguas del Pacífico frente a las costas de Lima. Bárbara Délano tenía 35 años, y desde ese día vida, obra y muerte se fundirían en una sola.
LAS PLAYAS DE FUEGO (Fragmento)
Los muertos no nos rehabilitarán
Tadeusz Rózewicz
Entonces vi el avión atravesando el cielo
la nieve blanca se extendía abajo
y el sol era más grande que nunca
como en los dibujos de los niños lo vi
Tómame la mano pecosa. . . dije
para que no sintiéramos
Pero sentíamos de todas maneras
el carraspear de las bobinas y las alas
las magníficas alas . . también se caían
y se estrellaban contra el suelo
Tómame las manos le dije a mi hermana
basta ya de esta chingadera
Y salí por el pasillo hacia la cabina del piloto
saqué mi aka y le grité alto ahí . hijo de puta
alto ahí. .. . hijo de puta.. . Me miró
Ya no recuerdo.. . . me desmayé
Veía como bajo el agua
Era Juan el vecino decía la pecosa. . Ella era muy fuerte
había visto al hijo de puta. al vecino pero no
le importó . no le importó. . igual se lo echó
ahí mismo quedó su cremallera reventada contra
las ventanas del avión
las ventanas del avión que dejaban pasar el azul del cielo
Un día salimos de casa sin nada bajo el brazo
con la leve certeza de que jamás volveríamos
Caminamos hacia el Parque Forestal
donde se apiñaban los coches
que no podían entrar al centro
Los transeúntes caminaban rápido
No había nada más que la certeza
de que todo se había acabado
“Va a caer” . gritó un joven azotándonos La Nación
en el rostro
“Va a caer” . gritaba
Y cayó y tuvimos que marchar
como marcharon los judíos
Nos habían dejado sin casa. . sin sueños
sin escuela y nuestros padres se fueron
y los vecinos se arrinconaron en sus cocinas
y cuando llegaron a preguntarles dieron nombres
y entonces fueron a nuestra casa
Muchas veces entraron con sus mascarillas
se sentaron en la sala a hacer preguntas
revisaron la alacena y los cajones
dejaron todo desparramado
Dijeron que era rutina
La rutina duró años
Y tuvimos que cambiar de nombre
dar claves telefónicas a los amigos
juntarnos en las esquinas oscuras
a leer al buen Maiakovsky. . . al buen Esenin
Éramos cuatro gatos y queríamos vivir
La generación perdida nos llamaron
y fuimos carne de cañón
Nos juntábamos en el Jaque Mate o en la Unión Chica
a conversar de poemas de la Frontera
y a tomar vino
Al principio creíamos que alguien nos oiría
que alguien vendría a buscarnos
Sólo nos buscó la muerte
la enfermedad . .. el éxodo
A veces íbamos al mar y comíamos almejas
en algún boliche barato del puerto
Dejábamos que el sol pegara sobre nuestras piernas
y al salir escribíamos en las paredes
frases heroicas que he olvidado
para después correr y perdernos en las callejuelas
para volver a sentirnos tristes
porque es la tristeza la que salva
la rotunda melancolía de no saber
de no tener destino
Leíamos a Eliot a Fiódor a Maupassant
dejábamos los libros sobre la mesa
llena de colillas
donde planeábamos grandes acciones
para que las calles fueran otra vez caminables
y no nos dejaran a medianoche en la oscuridad
obligados a volver a casa sin ningún cine abierto
Derrumbados los castillos
y cerradas las puertas de las iglesias
no se despliegan ya las visiones
que les dieron morada a nuestros padres
He ascendido por el camino hacia el mar
donde vivían mis antepasados
Desde aquí contemplo el Éufrates. .. el Misissippi
la Isla Delfos. París.. Tulum
Atrás han quedado las huellas de la feria
y después de la cena los comensales
se van a casa
Los hombres desarman la rueda de la Fortuna
y toda su gloria no es más
que un puñado de fierros viejos
a la orilla de la playa
El olor del mar azota mi rostro
queriendo decir algo
que no me atrevo a comprender
Pasa serena y oscura la gran máquina negra
Arrastra sus ruedas por el riel
y a su paso rechinan ecos de viejas melodías
de amor .odio. . piedad
Sobre el mar la historia ha ido a perderse
sin héroes
ni santos
Arrastra sus pesadas ruedas sobre un riel
demasiado estrecho
Nunca supe bien a bien quiénes fuimos
Íbamos a ser otros. . . íbamos a ser
quienes debíamos ser y algo para siempre
quedó trastabillando como un ciego que no logra
llegar a casa después que han cerrado
todas las cantinas
De modo que éstos son entonces los tiempos venideros
Todo lo íbamos a hacer ahora
pero en el zaguán. . tirados los rastrojos
ciertos ropajes antiguos. . . . libros sellados
cuentan historias ciertas
sobre hombres y mujeres que existieron de verdad
Más arriba. . más arriba del terruño
donde las serpientes se muerden la cola
las fragantes nubes se arremolinan y pasan
Obligados a mirar el camino
sin prepararnos a morir . . . sin oír
cómo cimbra la nota del arpa allá
en el azul del cielo
como si de pronto hubiéramos descubierto
que un enemigo atroz nos vigilaba
agazapados entre nuestras escasas pertenencias
dándonos un veneno razonable
vagamos sin ropaje. . sin recuerdos
con la herida abierta manchando
las calles horribles
Nada tan miserable como la ausencia de Dios
en esta casa sin Padres donde sólo habita
el tigre castrado de la Duda
Tengo miedo. .. Todos tenemos miedo
Allí donde quedó el eco suspendido
de lo que no alcanzamos a decir
Esa huella de sangre que esconden las piedras
como la lengua de un niño esconde el secreto de la voz
Allí quedó la nieve cayendo para siempre
sobre el Jardín de los duraznos desnudos
como queda un instante el último hálito
sobre la límpida superficie del espejo