IQUIQUE: CRISTO DE NUEVO CRUCIFICADO

 

Existe una novela de Nikos Kazantzakis que interroga profundamente la condición humana, que escarba en la esencia misma de nuestra naturaleza, creencias y tradiciones. Se trata de Cristo de nuevo crucificado (1948). La novela se abre camino en ese trecho casi imperceptible entre creencia y acción ¿Qué pasaría si Cristo volviera a la tierra? ¿Lo volveríamos a apedrear, azotar y crucificar? o Dejaríamos nuestros bienes materiales y seguridad para seguirlo. Para saberlo, Kazantzakis arma el escenario perfecto: La tradicional representación que hace un pueblo griego de la Pasión de Cristo durante la Pascua. El Pope (sacerdote de la iglesia ortodoxa griega) y los nobles escogen entre los habitantes quienes encarnarán a Jesús y los apóstoles. El rol de Jesús queda a cargo del humilde Manoliós. Sin embargo, los preparativos son interrumpidos por una bandada de harapientos que piden refugio. Se trata de hombres, mujeres, niñas y niños, también griegos, que fueron expulsados de su pueblo por el ejército turco. La obra transcurre en 1922 en Likóvrisi, pueblo de Asia Menor, durante el conflicto Turquía- Grecia, por tanto, los habitantes griegos están regidos por un Agá. En los países turcos o dominados por ellos, un agá es un militar, al que se le da un título de jefe o señor. La llegada de refugiados no es una buena noticia para el Pope del pueblo y los nobles, pues consideran que acoger a este pueblo fatigado y mal alimentado, sólo puede acarrearles pleitos con el Agá, y por tanto poner en riesgo sus privilegios. De pronto, la condición enfermiza de los refugiados, sirve de pretexto para sospechar que son víctimas de algún tipo de epidemia y se les niega el socorro. Irónicamente, sólo reciben ayuda de Manoliós y sus cercanos, que abogan por ellos, cumpliendo a la perfección el papel que se les ha asignado para la representación de la Pascua. Manoliós pasa a ser visto como un instigador, un bolchevique. El transcurso de la obra es predecible sólo con recordar el título. La profundidad conmovedora de Kazantzakis maneja la tensión y deja que avancen las páginas hacia la tragedia. Escrito recién finalizada la Segunda Guerra Mundial, sorprende que la amenaza no venga de afuera, se trata de un conflicto entre griegos, sin diferencias étnicas ni religiosas, es como si dos pueblos se miraran al espejo. Pareciera que Kazantzakis quisiera enfrentar el conservadurismo, representado por la iglesia ortodoxa griega, con su propio reflejo, es decir con su origen ideológico. Su crítica fue tan certera que, al morir, Kazantzakis no pudo ser enterrado en un Campo Santo. En uno de los diálogos del libro, el Pope de los migrantes, le reprocha al Pope del pueblo: “Cada uno de los seres humanos tiene las almas del mundo entero a su cargo; no hagas distinciones, anciano, entre tus almas y las mías”.

Lamentablemente, la vigencia de esta novela de Nikos Kazantzakis, permanece intacta. Ambientada cien años atrás, parece haber sido concebida ayer. El vergonzoso espectáculo en Iquique en contra de migrantes venezolanos, nos retrotrae a las mismas preguntas esenciales contenidas en Cristo de nuevo crucificado. Es el mismo dilema moral. Familias completas que han cruzado medio continente, sobrevivido al desierto, durmiendo a la intemperie, fatigados, hambrientos, angustiados, pidiendo refugio. Como respuesta: la policía, único antídoto a todos nuestros males. Más ominoso aun, la protesta nacionalista que culminó con la quema de carpas y otras pertenencias de los extranjeros en la plaza pública. “Chile para los chilenos” rezaban algunos de los carteles, insensibles ante el dolor de los/as humillados/as, que después de ser desalojados de la Plaza Brasil, no pudieron retirarse a un hogar que no tenían, sino que debieron buscar la precariedad de otro refugio, la quema de sus carpas no impidió que durmieran en otro suelo público ¿Dónde durmió Felipe Hübner Valdivieso, director de la Zofri, designado por el presidente Piñera, después de asistir a la marcha anti migrantes? Hübner fue candidato a la Convención apoyado por la UDI, su nuevo trabajo parece ser un premio de consuelo. Si fuera un personaje de Kazantzakis, también hubiese posado para una selfies teniendo la pasión de Cristo como fondo. Hübner, seguramente se emocionará en diciembre con la Teletón, sentirá que es un orgullo nacional, las 27 horas de amor, defenderá “la vida” de quienes no han nacido contra el derecho del aborto libre de las mujeres, pero su cristiandad distingue a qué almas entregar su solidaridad. Hay que hablar, ciertamente de una verdadera Ley de Migración, la tolerancia cero es siempre una pésima política, pues la realidad desborda las fronteras cuando se cierran todas las puertas, pero hoy es preferible guardar silencio. Cristo ha sido de nuevo crucificado.

 

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