Agua
Si mi blusa tuviera un bolsillo
me aseguraría de que en él encontraras un papel con palabras
Una nota en la que te recordaría que mis manos son dos bultos pesados
que todo lo que tocan adquiere una vida tan efímera
que la muerte se precipita breve y que su color es azul
Mis manos son dos bultos pesados hinchados de agua
Atrofiados
Marfil
Que mis ojos no dejan de mirarte
porque mis pupilas tienen la forma
de la silueta de tu cuerpo
Que me muero de angustia
de calor
del trino de los pájaros cuando croan las ranas
Que me lanzo al agua por ti
abrazo cocodrilos
bailo con ellos antes de que anochezca
y no pueda ver bien sus patas reptiles que tanto me gustan
Que el aire tiene masa y peso
asimismo esta locura que incendia mi pecho tiene masa aunque no peso
por eso es tan dispersa
Que nadie me conoce mejor que tú
y que mi brújula se averió en la última lluvia
Que en Guayaquil llueve como si lloviera en dos ciudades al mismo tiempo
que no hay dispositivo que aguante
ni pintura en las paredes que aguante
solo mi amor que está hecho de balsa
Que sola recreo tu pelo
tus colores
la forma de tus medias cuando llegada la noche te desvistes
el olor del césped
el grito sostenido en la calle
aguaguaguaguaguaguaguagua
Te recordaría que misterio es no decir que se terminan los rollos en la cámara
Que te tomaría una foto cada día
y se las regalaría al sol para que duerma tranquilo junto a sus hijas
Llenaría tus álbumes
Te regalaría el sol para que nos devuelva las fotos
documentos inalienables
y le pediría que fuera siempre amable
que espere
Escribiría que eres una gota que cae sobre mi lengua
y la desintegra
y la multiplica en ramas
de árboles que no existen
especies de verde
que se recogen el vestido
para transitar por la vereda de la calor
El balcón
Si me lanzo me mato
Qué recogerías entonces
Qué partes mías guardarías para siempre entre tu ropa en tu clóset
Decidirías quizás atragantarte conmigo
Comer
Alimentarte
Un brazo una pierna
Qué huesos conservarías para tu buena suerte
En qué oscuro momento de la noche sostendrías mis ojos en tus manos
Recordando la tarde de un sábado o un lunes
Como si fuera domingo
Paradas una al lado de la otra
En el balcón que de pronto se transforma en una nave que sobrevuela el río
A quién le pedirías que te bese en los labios como lo haría un simio
El cuerpo de quién imaginarías como reemplazo del mío
Qué palabras sucias escogerías de las que se derramarían de mis bolsillos
Dónde te esconderías en qué hueco en qué oscuro sexo ajeno asco no en tu boca
Cuántos días esperarías para transformarte en un nuevo delirio
Cómo contarías los segundos a partir de entonces
Entenderías la velocidad de la luz o la fuerza que ata los planetas al sol
Dejarías que me entierren
En qué cementerio, en qué fosa
Cómo harías para tener un hijo
En qué luz de semáforo decidirías no detenerte y avanzar atragantada de noche
En qué calle respirarías la negrura de esa noche
Mendiburo Padre Solano Urdaneta o Junín
Llorarías
Reclamarías
Caería una sombra espesa sobre tu alma hasta entonces liviana
Caminarías desolada
Romperías las portadas de los libros
No volverías a escribir nunca más una carta
Olvidarías el orden de las letras y los números
No mirarías más el río
Te asomarías a otro balcón
Solo para hacer el amago de unirte conmigo en el precipicio
Navegantes
¿Qué día, a qué hora descenderemos de la nave de los locos, piel de angora?
No olvides despertarme, no vaya a ser que me convierta en astilla un triste lunes de febrero
Podríamos levantar una casa, jugar con los perros, alimentar esta nada para que no nos abandone
Yo apostaría por la blancura de tu vientre
Por el verdor del bosque en el marco de la ventana
Desde esa ventana observaríamos cómo alguien se lanza del puente y grita
En ese instante yo enmudecería, piel de angora
Porque otro se lanzaría desde mi lengua a tu plato
Para llevarte relatos de mi interior
Créeme que armaría su Cerro del Carmen con los relatos de mi interior
Las velas de esta nave están que se caen de viejas
Todo aquí está en franco deterioro
Las ideas de los niños, piel de angora
El pelo rojo del hijo del capitán se mira tan triste
Las gaviotas que no saben nadar y por eso vuelan
Me gusta hamacarme mientras oigo a la vieja desde su camarote quejarse de la plata que le debe un mozalbete
Las cosas que empiezan a desaparecer pronto terminan
Aquí somos la anticipación del carbón, del motor y del aire
Somos la fuerza que todo lo arrastra hacia el mar
¿Crees que este sol sea suficiente para que tu nombre borborite en mi boca
O a pesar del calor se congelarían sus letras en los orificios de mis dientes?
No olvides despertarme con un grito desde la popa, piel de angora
Estaré soñando con un vaso de agua helada suspendido del palo trinquete.
Todos los poemas pertenecen al libro Guayaquil, que obtuvo el Premio Pichincha de Poesía 2017.
María Auxiliadora Balladares (Guayaquil, 1980). Es escritora y profesora de literatura en la Universidad San Francisco de Quito. Estudia la obra de poetas latinoamericanos del XX y el XXI. Ha publicado el libro de cuentos Las vergüenzas (Antropógafo, 2013), el ensayo Todos creados en un abrir y cerrar de ojos (Centro de Publicaciones de la PUCE, 2015) acerca la obra de Blanca Varela y el poemario Animal (La caída, 2017).