TRADUCCIÓN / VARIACIONES  A WILLIAM DUNBAR: EL LAMENTO POR LOS POETAS. Armando R. V.

 william_dunbar

 Yo, que antaño disfruté de salud,

ahora me aflige esta enfermedad

que es augurio de llantos y ataúd.

El temor a la muerte me perturba.

 

Nuestras dichas, ay, son vano espejismo,

astucias de un destino transitorio;

débil la carne, de cara al abismo.

El temor a la muerte me perturba.

 

Suda el hombre su triste condición;

si ayer lozano, hoy envejecido

con nervio y tendón en demolición.

El temor a la muerte me perturba.

 

Nada hay firme o seguro en esta vida:

escuálida hojarasca que se agita

donde la voz del hombre es desoída.

El temor a la muerte me perturba.

 

En la muerte se hunden los estamentos,

príncipes, prelados y potestades,

ricos y pobres del polvo fermentos.

El temor a la muerte me perturba.

 

Reta en batalla, que tanto disfruta,

suyos el yelmo y el escudo, muerte

victoriosa ante asomo de disputa.

El temor a la muerte me perturba.

 

La torva tiranía de la muerte

arranca al tierno infante de su madre

y  con furia su inocencia pervierte.

El temor a la muerte me perturba.

 

Hace suya la espada y el laurel,

la intrepidez del señor en combate,

la doncella, con ajuar y oropel.

El temor a la muerte me perturba.

 

No es indulgente ante el poder de reyes

o ante la dignidad del sacerdote:

su guadaña arrasa todas las leyes.

El temor a la muerte me perturba.

 

Profetas y teólogos y eruditos,

astrólogos, filósofos y magos,

todos, sí, todos son sus favoritos.

El temor a la muerte me perturba.

 

Del avezado, del docto y el diestro,

de jueces, comerciantes o galenos,

de todos la muerte urdirá secuestro

El temor a la muerte me perturba.

 

Y diviso también a los poetas

que sollozan: sus musas injuriadas

por el destino, mustias y obsoletas.

El temor a la muerte me perturba.

 

La muerte devoró salvajemente

al gran Chaucer, príncipe de poetas,

y también a John Gower, tan potente.

El temor a la muerte me perturba.

 

A Sir Hugh de Eglington cerró los ojos,

Heryot y Wyntoun, ambos desterrados

por la muerte al erial de los despojos.

El temor a la muerte me perturba.

 

Como un fiero escorpión ha envenenado

a maese James Affleck y a John Clerk,

muerte envilecida ante lo sagrado.

El temor a la muerte me perturba.

 

Por ella, hoy, se abisman en el miedo

Holland y Barbour y Sir Mungo Lokert.

A la muerte nada le importa un bledo.

El temor a la muerte me perturba.

 

El autor de Gawain, inolvidable

clérigo de Tranent, y Gilbert Hay

mancillados por esta miserable.

El temor a la muerte me perturba.

 

Hary, Sandy Traill, Patrick Johnstown: cada

uno ahogado por la barahúnda

de la muerte artera y desfachatada.

El temor a la muerte me perturba.

 

Merseir, que hizo del amor pulso vivo

de palabras gozosas, puso fin

a sus días, del gusano cautivo.

El temor a la muerte me perturba.

 

A Roull de Aberdeen lo abrazó la muerte;

también a Roull de Corstorphin, amigos

que ningún hombre podrá devolverte.

El temor a la muerte me perturba.

 

En Dunfermelin murmura insidiosa

sobre Robert Henrison y John Ros;

muerte alcahueta, tosca y alevosa.

El temor a la muerte me perturba.

 

Su guadaña no libró a los gentiles

John Reid y Quintin Shaw, a quienes hoy

lloran y lloran las gentes por miles.

El temor a la muerte me perturba.

 

Y Walter Kennedy tan bondadoso

sufrió ló indecible al morir, escrito

como estaba su destino ominoso.

El temor a la muerte me perturba.

 

Así la muerte a mis amigos hunde

de prisa y ya huele en quien esto escribe

la próxima presa que los secunde.

El temor a la muerte me perturba.

 

Remedio ninguno existe contra ella;

lo mejor es disponer de esta vida

antes que mi muerte inicie su mella.

El temor a la muerte me perturba.

 

 

 

 

 

 

 

PUTO ES EL VERSO QUE A LA MUSA VENDE

 

 

 

Puto es el verso que a la musa vende

puto  sin más, maricón y avariento,

con usura trafica y ya no entiende

que amor por pago es botín ceniciento.

 

Puto es quien presume delicadeza

maquillando lo burdo en lo costoso,

en culona y cursilona belleza

que iguala lo brillante a lo brilloso.

 

Putos festines, putos filisteos

maestros de versainas codiciosas

donde el pandero, ay, es de usureros.

 

Buitres de poco vuelo, carroñeros

hambrientos de tantas putas bulbosas

que empeña en peniques putos jadeos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ARROJAS UNA PALABRA

 

 

 

 

Arrojas una palabra,

sí, como quien arroja una piedra

y luego escondes, soez, la mano;

la insidia verbal que no desmedra.

 

Arrojas una palabra

y el corazón empieza a sangrar:

piedra a cielo abierto y no guijarro

cuando hay silencios por acallar.

 

Pedregosas tus palabras

en los arenales del lenguaje:

envidiosa pedrada al silencio

que asoma su herida sin vendaje.

 

Farisea tu elocuencia:

arrojaste la primera piedra

al juzgar de adúltero al silencio

con tu agria retórica de hiedra.

 

Deja a un lado la impostura:

por ese silencio calumniado

al dictado de pétreas  palabras,

no estarás, no, libre de pecado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EN EL ÚTERO YA SE NOS VISTE

 

 

 

 

En el útero ya se nos viste

porque la muerte apura e insiste:

nacer y morir van de la mano

como dos brotes del mismo grano.

 

Que el semen acabe su invectiva

en las ascuas que tu vientre aviva:

parirás con dolor la palabra

que mi carne embustera en ti labra.

 

En el útero ya se nos viste

porque la muerte apura e insiste:

nacer y morir van de la mano

como dos brotes del mismo grano.

 

Ruina la tuya, muerte: tan fuerte

en el amor de amantes sin suerte:

tu verso les colma el universo,

ardor de fuego fatuo y perverso.

 

En el útero ya se nos viste

porque la muerte apura e insiste:

nacer y morir van de la mano

como dos brotes del mismo grano.

 

Dirán que todo esto es tan trivial,

esto de la vida sin aval;

nada nuevo bajo el sol, oh muerte:

pero yo sigo sin entenderte,

capitana de amores inertes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SU ALEACION NO ES TAN FIRME COMO EL BRONCE

 

 

 

Su aleación no es tan firme como el bronce:

por eso ya no me fío de la horma

que enfría el verso al pulso de la norma,

fragua de sílabas que llegan a once.

 

Sonetos los hay y mucho mejores,

dilatadas riberas de palabras

orillando el cauce de mis mayores,

agua para musas y abracadabras.

 

Mi palabra resbala en el soneto

encabalgada a la rima imperiosa

que no por sonora es menos fingida.

 

La musa es aquí poco pudorosa;

necia y pedante queda ya en aprieto,

lengua mía, agreste y mal parida.

 

 

 

 

 

 

 

SOLES Y LLUVIAS PARA OTROS JARDINES

 

 

 

 

Soles y lluvias para otros jardines,

semillas en un rancio invernadero:

helechos donde huelgan los hollines

de un terco amor por el que ya no espero.

 

Todas tus ilusiones desfloradas

entre fuegos fatuos, el vano incendio

que arde bajo promesas desdeñadas

por amores sin suerte ni estipendio.

 

Ay señora: cuanta penuria impone

esa tasa pecuniaria usurera

a mi enlutada añoranza intestina,

 

nostalgia que el futuro no depone

y que se arrastra tosca y plañidera

en doliente agua turbia sibilina.

 

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