Quienes trabajan en el arduo día a día de la “pedagogía estática”, como diría Mistral, saben que el bloqueo a aprender es una realidad y que se deben desarrollar estrategias para superarlo. Desde el miedo, la vergüenza o la culpa es difícil generar experiencias gratificantes en torno del aprender. Ya Mistral hablaba del naufragio de la clase debido al tedio y la monotonía, hoy también deberíamos agregar el caos que impera en muchos espacios educativo. El desorden visual y sonoro es plaga, hacer silencio una hazaña. Hay tanto que acallar antes de poder dejar entrar nuevas ideas, pero parece que se ha vuelto normal saturar el día con mil cosas vanas.
Tampoco podemos eludir el efecto del azúcar en el sistema nervioso de niños y niñas, amén de que muchos llegan sin desayuno al espacio educativo y solo consumen alimentos perjudiciales (azúcar y harinas refinadas) al recreo. Poesía no rima con guata vacía, decía yo alguna vez, por lo que nuestro trabajo muchas veces se ve entorpecido por estos “detalles” de la realidad material, realidad en la cual estamos obligados a trabajar para mejor provecho de nuestros estudiantes y de nosotros mismos.
Pero esta crónica no quiere quedarse en el diagnóstico de las causas del bloqueo, esta crónica quiere mostrar un camino para andar el desbloqueo. Este camino tiene más que ver con un enfoque de lo literario y lo pedagógico que una receta milagrosa. Influye más en encontrar una solución a la mala educación la filosofía que encarna nuestro método que la “herramienta” que usemos para revertir esta situación.
Todo enfoque pedagógico se sustenta sobre un principio filosófico, aunque éste no sea manifiesto, desde el momento que nos detenemos a pensar cómo y qué queremos enseñar, estamos reflexionando sobre el tipo de humanidad que tendremos en el futuro. Así de importante es la labor pedagógica.
Como este no es un texto para desarrollar las ideas filosóficas que sustentan nuestras propuestas pedagógicas (por la urgencia que nos mueve el escribirlas) y porque queremos ser prácticos, profundamente prácticos y accesibles, solo nombraré los principios filosóficos que sustentan un enfoque no bloqueador de la enseñanza del lenguaje. También se podría decir que estos principios propician la autonomía creativa necesaria para el aprendizaje del y con el lenguaje. Puesto que el bloqueo creativo (estado emocional que impide el aprendizaje) se opone a la autonomía creativa (estado emocional profundamente liberador que actúa como impulso individual para el aprendizaje)
Luego pasaré a relatar una historia que ilustra la aplicación de estos principios.
Finalmente terminaré esta crónica haciendo un recuento de lo que es un enfoque no bloqueador de la enseñanza del lenguaje.
El primer principio es: el derecho a la expresión es casi lo mismo que el derecho a la educación, esta idea, que hemos tomada prestada del gran pedagogo Janus Korczak resulta adecuada de recordar en esta era de la información, en la que la escuela ya dejó de ser el lugar donde niños y niñas reciben la información para ser el espacio en donde se aprende a hacer algo con esa cantidad de información que se recibe de tantos y tan variados medios. La escritura, al ser una tecnología de elaboración de saberes, se presenta como ese salvavidas frente a la rigidez de la clase. La escritura, en especial la creativa, promueve la expresión. Y detrás de la expresión viene entrelazada, como consecuencia el uno de la otra, el pensamiento. Coincidimos con Korczak en que la expresión es un derecho pero ampliamos esta idea al verla como recurso pedagógico, actualmente, quizás, el más valioso.
El segundo principio habla del contenido utópico en la obra de arte. Esta idea la tomamos del filósofo alemán Ernst Bloch, quien en su libro El principio esperanza describe a la obra de arte como una manifestación de los sueños y anhelos por un mundo mejor, y no solo como una manifestación melancólica individual. La esperanza es un gran movilizador social y ésta puede encontrarse en el arte, en especial en la poesía. Si el leer un poema bello y esperanzador puede causar alivio ¿qué no hará el escribirlo? En Educación Poética pensamos que un poema (un texto) contiene fuerzas sombrías (retrógradas, melancólicas) y fuerzas luminosas (progresivas, utópicas) que se encuentran, como pasado y futuro, en el presente de la escritura.
El tercer principio es una idea bien difundida pero, según yo, pocas veces llevada a la práctica. Me refiero al protagonismo de niños, niñas y niñes de la que habla el constructivismo, tendencia pedagógica liderada por el filósofo y psicólogo Lev Vigotski que promulgaba la participación activa del estudiante en el proceso pedagógico en pos de la construcción colectiva de saberes. Según este principio, el aprendizaje significativo (el que realmente mueve las rocas del conocimiento) tiene como protagonista la propia experiencia, vital y cognitiva, de niños y niñas que participan de la clase. El protagonismo consecuente promueve la educación entre pares. Sin embargo, en Educación Poética hemos ampliado este concepto y consideramos que la interacción pedagógica es protagónica, vale decir, consideramos al educador/a también en proceso de aprendizaje y, por tanto, su experiencia, vital y cognitiva, es importante para la clase. De este enfoque resultan profesoras ocupadas más de su desarrollo personal que de las tareas administrativas, pero es que finalmente el profesor va a educar más por lo que es que por lo que sabe.
Y ahora, a la historia.
Se trata de un Club de Poetas que realizamos en un sector periférico de la ciudad de Santiago. Era un sector, como muchos otros de la ciudad, azotado por el flagelo de la droga. La vida de este barrio, donde trabajamos en una intervención que duró un mes, giraba en torno a la venta o al consumo de droga. Increíblemente, la oferta de poesía que ofrecimos al barrio causó furor y tuvimos todo el mes una gran convocatoria.
Pronto nos dimos cuenta que nuestros sueños “de que todos escribieran” se veía aguado por la realidad, por aspectos que no debieran tener que ver con la enseñanza…pero sí lo tienen. Por ejemplo, aquello que teníamos niños desmayándose de hambre a las 11 de la mañana. O afligidas niñas que se negaban a escribir. Entonces tuvimos que empezar a repartir colación y ver otros métodos para que escribieran sin sufrir (toda la didáctica debiera abocarse a esta tarea: encontrar formas de que aprender sea sin sufrir)
Desarrollamos la “entrevista poética” y esto significaba que un educador entrevistaba al niño o niña para sonsacarle ideas que podrían convertirse en textos divertidos, imaginativos o, simplemente, textos de presentación. ¿Se han fijado lo que cuesta que alguien bloqueado se defina? No se le ocurre nada y hasta nombrar una preferencia se convierte en una inmensa duda o un motivo de vergüenza. Pues nosotros descubrimos que el sencillo acto de escuchar lo que el niño o la niña dicen, de escucharlo atentamente, para anotar lo que se podría transformar en cuento, canción o poema, es en sí un acto desbloqueador.
Después de la entrevista, los que sabían escribir, perdían sus resquemores y se lanzaban a escribir por sí mismos. A veces, tenía la sensación que los niñes solo necesitaban alguien que se diera el tiempo de escuchar. Al ver los “apuntes” del educador en una hoja se producía un cambio en ellos, era como si el hecho de que alguien apuntara sus ideas los volviera visibles e importantes. El ser escuchados y tomados en cuenta los validaba para ejercer su “derecho a la expresión”. Esta metodología nos ayudó mucho al principio de la intervención, cuando más denso se encontraba el bloqueo en este grupo. No es de despreciar el acto de escucha en pedagogía, es una clave. En la atenta escucha la educadora aprende a cómo puede ayudar a esa niña a aprender.
Un día llegó un chico nuevo. Era un niño gordito de mirada perdida. Nos dijo que se había enterado que ahí se escribían poemas, que él tenía un poema pero que no sabía escribir. Este niño tenía 9 años y nunca había ido a la escuela. Era, pues, analfabeto. Le dimos la opción de dictar su poema. Una educadora se sentó a su lado y fue transcribiendo uno por uno los versos que el niño le dictaba con total precisión. La necesidad de expresión era inmensa, había una sed por decir que se renovaba en cada oración que pronunciaba. Es impresionante observar cómo actúa el impulso de la expresión (¡la necesidad de decir!) borrando todo bloqueo a su paso.
Se hizo silencio en la sala, por lo general, ruidosa. Todos estaban atentos a lo que estaba ocurriendo. Probablemente muchos sabían que este nuevo integrante era aún más marginal que ellos, pues no iba a la escuela y ya lo habían visto vagando y pidiendo por las calles. El poema que dictó es el siguiente:
Chile
Chile, nuestro país, es aburrido
Queremos piscinas gratis
que dejen entrar a la disco
a los niños y niñas chicos
Poder ir a la playa sin pagar el bus
que en el mundo no cogoteen
menos ladrones de norte a sur
El ladrón se hace ladrón
porque le falta qué comer
pero el verdadero ladrón
es el que no tiene ojos para ver
El que la lleva es el más choro
los que se creen vivos
Yo digo que haya menos droga
porque el que fuma se ahoga
quedai pegado en la pared
te sientes loco
pero con poco querer
El alcalde
el presidente
no deberían permitir
que pase la droga a nuestro país.
El niño sólo quiere ser feliz
pero para el hijo del drogadicto
esta vida se siente mal
necesita que ayuden a papá.
Que no existan cárceles
solo libertad
niños sonriendo
bailando
siempre deseando más.
Cuando terminó su poema, el poeta dijo: es todo. La educadora leyó el poema en voz alta y aquellos que estábamos presentes rompimos a aplaudir, en especial sus compañeros que vieron como el más pobre entre ellos se mandaba un texto potente, admirable. A veces la poesía es un lujo que vuelve príncipe al mendigo. Díganme si esto no es magia pura…y también justicia.
Aproveché de reflejar al grupo lo que había pasado: para ser poeta ni siquiera es necesario escribir, basta con atreverse a expresar lo que uno ve y desea. A partir de ese momento los niñes fueron ganando en autonomía (repito: ganar autonomía es la meta de la Educación Poética). Buscaban formas de expresarse de las múltiples que le ofrecíamos (hacer papel, escribir a máquina, con timbres, hacer onces, contar cuentos etc) pues el ejemplo de su compañero los inspiraba.
Tanto los inspiró que al otro día tres de los chicos más populares del grupo, los “más víos”(vivos: inteligentes) se les ocurrió improvisar un rap a partir del poema de su compañero. Desarrollaron la melodía y transformaron la letra para poder decirla rapeada entre los tres. El final quedó así:
Reescritura del poema “Chile” para Rap
Chile, nuestro país, es aburrido
Contaminados nuestros ríos
El Mapocho está podrido
No tienen ni un brillo
Y el adicto con la pasta
De neuronas desnutrido
Queremos piscinas gratis
Que dejen entrar a la disco
A las niñas y niños más chicos
Poder ir a la playa
Sin pagar el bus
Que en el mundo no cogoteen
Ladrones de norte a sur
De este a oeste
Con éste más éste
El ladrón se hace ladrón
Porque le falta qué comer
Pero el verdadero ladrón
Es el que no tiene ojos para ver
El que la lleva es el más choro
Los que se creen más vivos
Arrasan como toros
Que no se lleven lo mío
Porque yo soy el más vío
Yo digo que haya menos droga
Quedai pegao en la pared
Quizás un poco loco
Pero con poco querer
Nadie quiere a un angustiao
Que en la droga está incrustao
Volao, curao, agilao.
La canción se volvió un hit ese verano, expresaba lo que ellos sufrían, su visión de los adultos y también sus esperanzas. Que ayuden al papá drogado, que dejen entrar a los más chicos a la disco, que puedan ir a la playa gratis. Los anhelos del primer niño fueron completados por los chicos raperos, incluyeron medioambiente y seguridad.
El primer poema envalentona a los raperos a expresar, a copiar (¡es una influencia!) para transformar. Incluyen la rima, base del ritmo, y un estribillo. Rapeaban a tres voces, permitiéndose ciertas originalidades, pero conscientes de que habían hecho una “re-escritura”. Se valieron de las ideas de su amigo para expresar las suyas. Algo que partió de una expresión oral para ser llevado a la letra, a la lectura y de ahí de vuelta a la expresión oral, pero transformada estéticamente por el ritmo: a eso yo llamo un proceso creativo completo, en el que individualidad y colectivo se relacionan de manera virtuosa para producir el aprendizaje.
Y desde este momento yo empecé a pensar en lo fructífero que es modelar la literatura desde la literatura de los pares. ¿Qué quiere decir esto? Que es mucho más interesante para tus estudiantes la vida y la expresión de sus compañeros y compañeras que la de algún viejo sabihondo por muy premiado o por muy clásico que sea.
¿Estoy siendo despectiva con la literatura? No quiero serlo, al contrario, lo que quiero es que esas puertas maravillosas, que abren poetas y escritores, se abran para todos. Y por eso es necesario comprender que en un grupo bloqueado no va a entrar ninguna lectura obligatoria, ni nada de nada. En tales casos, resulta productivo girar en torno de lo escrito por los mismos estudiantes, sobre lo que a ellos les interesa.
Si queremos un real fomento lector: incluyamos al lector, no lo veamos solo como un consumidor de mundos, hagamos que se convierta en autor de mundos y entonces los libros se le harán necesarios. Esto se puede ilustrar con una imagen: antes de conocer una casa, conoces la tuya. Si no conoces tu casa ¿cómo podrías conocer la de otro?
La literatura de adultos debiera ser introducida cuando el bloqueo esté superado, entonces se vuelve una delicia, una necesidad, un ventanal inmenso al mundo que tiene miles de paisajes.
Aconsejo a todo educador/a armar sus propias antologías con textos de sus estudiantes, especialmente si han sido creadas con técnicas de escritura creativa. También pueden ser los mismos profesores/as quienes hagan los ejemplos, procurando escribir con humor o absurdo, incluso con historias cotidianas del grupo (de la escuela o del pueblo): éxito garantizado.
Por tanto, modelar desde la literatura de los pares, atender al proceso creativo en el que los textos pueden ser transformados e intervenidos, en la idea de que nos influimos unos a otros. Privilegiar la expresión, independiente de la forma o la habilidad, validando el hecho de expresar un saber y, por último, entregar la retroalimentación nutricia adecuada, son algunas de las prácticas con que la Educación Poética se mueve en el espíritu de los tres principios que mencioné al comienzo de esta crónica.
En resumen; el derecho a la expresión, la esperanza como impulso social y el protagonismo de niños y niñas, junto a una educadora consciente de su propio proceso de aprendizaje. Estas son las claves, a mi parecer, de una educación cuyo objetivo sea la autonomía creativa.
Una persona autónomamente creativa encontrará el camino para hacer de sí misma lo que quiere ser.