ISIDORA VICENCIO: UNA VENTANA AL OTRO LADO

Poemas de Isidora Vicencio

 

Escucho el silencio

de mi cuerpo apegado al suelo

sobretodo cuando late o sangra,

mi vientre gime al empuñarse de odio.

Escucho a la bestia que me habita

cuando mi sangre toca el suelo

y mi carne se transmuta.

Canto el canto de las aves

vuelvo a estar en la delgada línea.

¿Dónde está ese bosque nuestro

lleno de criaturas indomables?

¿Dónde está la lluvia de su tiempo,

el tronco descompuesto

del árbol caído?

La postura silenciosa,

el vacío

de lo que se hace a sí mismo.

La fotografía una ventana

el poema invocador

el cuerpo intuye

¿Dónde todo eso?

Los elementos se aproximan

y se alejan

porciones de materia y masa helándose

tránsito deforme de la sombra

dentro de otra sombra.

El espejo adecuado

absorbe y desvía las dos naturalezas

de la luz.

Un signo de la puerta de otra casa

el pasillo de una posibilidad

levemente conocida.

Madre,

es el mundo equivocado

y aunque te pida que dejes de parirme

olvidaré que así lo quise.

Regresaré por el sendero

del abismo.

◊ ◊ ◊

No se puede presentir un cuerpo

si está puesta la confianza

en el puro simulacro.

La temperatura es importante

pero también la humectación

de la esclerótica

el reflejo de la luz en el iris

el fortalecimiento del color de la mejilla

cuando se moja.

La muerte indicará sus signos

si a través de las cosas

se va de paso

pero de qué sirven los signos de un lenguaje

que prescinde de palabras

si la razón es la cadena

que sostiene muros

y todavía no se ha conseguido

la noción del juego

para desarmarlos.

Cuando se juega verdaderamente

la carcajada es un recurso

como también es simular esa cadena

cada vez que sea necesario.

◊ ◊ ◊

Lo que doy

es lo que tengo

y he de dar mi sangre

a cambio de tomar mi propio rumbo.

He de darle todo a aquel que no fue amado,

mas he aprendido a nunca dar mi fuente

que es la aceptación de que no tengo nada

y no tener es apertura

que de aprenderse, el aprendiz tomó regalo

pues hay que mantener todos los pájaros volando,

la palma abierta para todos los caminos.

◊ ◊ ◊

Liberación

Olvido el nombre

olvido el rostro del espejo

olvido el pensamiento

olvido el nombre de poner un pie delante de otro

tomar un lápiz

olvido cómo presionar las yemas de los dedos contra el lápiz

olvido trazar una línea,

un círculo,

olvido escribir

olvido dibujar las letras en la arena

en el aire

olvido el nombre de mi madre

y de la madre de mi madre

no olvido su voz polvorienta

leyendo memorias

en una libreta barata

olvido la tristeza de olvidar

el nombre del aspecto de mis manos con el frío

los piquetes congelados

olvido cómo se llama el agua

y la ropa que me pongo

olvido eso

y queda un cuerpo mostrando lo que expira.

Un cuerpo necesita poco,

no responde a un solo nombre.

Ciertamente,

la memoria de un cuerpo

no depende de ninguna de estas cosas.

◊ ◊ ◊

Una ventana al otro lado

el sol entibia la montaña

la montaña humea

el vapor del follaje

precede lluvia

y después una ventana

al otro lado

una ciudad en cámara lenta

como un pueblo

hecho de informaciones

sobre la velocidad

del envío

algo así como presencia.

Luego otra ventana

la del primer pensamiento

una serie de partículas

alineadas en el punto

de una profundidad

o de un abismo

caída lenta

apenas percibida luego

una ventana

a otra ventana

a otra ventana

La postura el pensamiento

este lado de las cosas

lo otro llama a no se dónde

Lo traigo

escarbo con palabras

puestas de otra forma

Signos palabras portales

de una ventana

que mira dentro de sí misma.

◊ ◊ ◊

Mi cuerpo se mastica a sí mismo

se traga contra el tiempo que transcurre

habitándose como si no pudiera

estarse quieto boca arriba

desesperadamente incómodo

de sostener el peso de la pérdida

mucho más el del dolor

todavía falta.

Por eso el paso lento,

el movimiento mínimo

que no despierte la respiración

y expanda el torso

presionando las costillas contra el muro

porque no hay coraje hoy

para sentir esa costilla que atraviesa mi costado.

La producción se ha detenido

intento no moverme

a ver si así logro sentir que floto

a ver si así logro por fin

optimizar el suministro mínimo

prolongar la broma esa

de que el tiempo sea más que humanidad

retorno eterno a la unidad nefasta

que nos hace tan ajenos a lo otro.

Acaso me detuve,

el movimiento pende de una soga

la rueda gira, sí

yo voy a visitar todos los puntos.

 

∗∗∗Isidora Vicencio Andaur (Puerto Cisnes 1992). Poeta residente de Valdivia. Ha publicado Casas Enterradas (Editorial LAR, Concepción, Chile, 2018) y ha sido antologada en Contramarea (Editorial Summa, Lima, Perú, 2012) y en Escritores en el Zaguán tomo III (Editorial La Tregua, Concepción, Chile, 2016).
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