La vida secreta de los muertos
preguntá qué hay debajo
si caes en la marea de una fiesta
hay botellas secas sobre la pared
no sacudas el santuario que conservo
para sentirme mejor
no es posible sostener
tantas serpientes con las manos
desde el living se puede escuchar el mar
es el tiempo mojando lo que ya tocó
cerca de las raíces estalló una cara
y no se enfría
como envuelta en aluminio
espejada por el pulso
de venas metálicas
rompen las olas en un fondo fino
o por lo menos se mueven
condenándome a una nueva
oportunidad
no salgo ni tampoco existo
si el agua para abajo hunde
y el agua para arriba ahoga
pero que nadie absorba
lo que me da esperanza
pero que nadie diga
que toda la rabia importa
impulso dulce no es desesperación
tal vez sea ternura
El incendio que hicimos en tu casa
barriendo los vidrios de una fiesta
encontré tu chip bajo la mesa
tenía poemas hermosos
y todas las fotos del incendio
que hicimos en tu casa
curtí el neón de los bares
los taxis filosos el hambre
la noche de anoche las ganas
no llegué al elemento
que sobreviva al fuego
material de lengua radiante
como el sol que cubre una calle
que no es relámpago
que brilla en el aire como tiritas finas
de cadena de oro
todo el tiempo estoy en el incendio
dentro un edificio sintético
donde cae fuego siempre
primero es rojo que enciende
después es negro que entierra
camino sobre el desastre de un edificio de altura
caen objetos que aún no toco
paredes se manchan de lava enferma
todo lo que tocan mis brasas
se rompe
nada valioso habrá en este incendio
ningún sonido que pueda verse
o la piel de plástico perlado que incendió la casa
no hay baldosas que pisar con brazos debajo
que salgan y ofrezcan agua
las llamas sostienen pulsos más fuertes
de lo que duran
no todo lo ardiente está vivo
también se puede quemar a un muerto
Sector Yolanda
vivimos en la cuidad
que se incendia cada tres años
obreros restauran el puerto y los bares
mantienen sus puertas intactas las casas
sujetas por cerros que no se quemaron
cae la noche sobre la costa
no sé si son luces o astros
que iluminan lo que quedó del centro
no quiero volver a pasar la mano por la herida
con el relieve
de una fruta cortada al medio
o volver al brillo del cuerpo dorado
de las escaleras que como serpientes
recorren un consultorio moderno
ni ver a la enfermera con lo ojos rojos
y la boca abierta por el fuego del viento
mientras se pregunta
dónde se encuentra la raíz