Fernanda Martínez Varela: “En su origen todo poema es religioso”

 

Apropósito de la publicación de El génesis (Cástor y Pólux, 2019) de la poeta Fernanda Martínez Varela le realizamos 3 preguntas, donde dice que quiere: “cuestionar el fundamento religioso que permea las estructuras sociales y que naturaliza la desigualdad” y “sentía algo erótico en la acción de crear/destruir, como una suerte de goce”. Valorada en Chile como una poeta arriesgada y novedosa, Fernanda Martínez Varela reside actualmente en Washington D.C.

 

¿Todo poema es, en su origen, un poema de amor?

Sí, en la medida de que no hay escritura aislada. Quien lee se pone en el lugar del otro. Quien escribe se vuelve otro. Hay un ejercicio de empatía. Una apertura. Nos lenguajeamos. Nos enotromismamos. Pero también creo que todo poema es, en un origen, un poema religioso, que “religa” o “vuelve a unir” nombre y cosa, en una búsqueda permanente de hacer comunicable aquello inefable que es el hecho de lo poético. Aunque a la vez creo que todo poema es la respuesta a una pregunta de la cual no se sabe más que el intento de su respuesta, que es el poema. Para mí todas estas ideas conviven sin mayor drama.

 

¿Qué tanto influye la cosmovisión o cultura judeo cristiana en la apuesta estética de tu escritura?

Esta es una pregunta larga y culebrosa.

Siempre he tenido muy claro sobre qué temas quiero pensar mientras escribo, para bien o mal. Esto me lo dio la sociología. En este sentido, mi segundo libro La sagrada familia, El génesis y un par más en proceso escritural, convergen en el intento por cuestionar el fundamento religioso que permea las estructuras sociales y que naturaliza la desigualdad.

Pero respondiendo a la pregunta, me influye desde mi habitar mundano y desde la investigación. Me crié en el campo donde las fiestas y ritos aún son importantes. Asistí cuando chica a celebraciones no muy ortodoxas pero sí llenas de religiosidad. Estudié sociología en la PUC y en septiembre comenzaré un PhD en Georgetown, que es una universidad jesuita. Investigué el año pasado, con una beca Tinker Foundation, el cruce entre los salmos bíblicos y el canto a lo divino. Pero más allá de mi personal interés, creo que cualquier sujeto o sujeta latinoamericano/a está influido por esta cosmovisión y sus sincretismos. Desde siglo XVI en adelante, que es cuando llega a Chile la décima de mano de los jesuitas, la cosmovisión cristiana es ineludible en la poesía chilena. No como un acto de fe al cual se adhiere cual devoto recalcitrante (nada tiene que ver la fe con lo religioso), sino como un conjunto de lo simbólico o filosofía básica que permite pensar en otras cosas. Yo prefiero hablar del uso del símbolo religioso y de sus desplazamientos, como una herramienta (entre otras) que permite cuestionar el orden de lo social, que genera tipos de economías y que naturaliza injusticias y modos de relacionarnos perversos, donde la mujer es siempre costilla y acostillada.

 

¿Por qué es para ti necesaria esa fuerte presencia del erotismo en el nuevo libro?

En este libro, publicado por la editorial Cástor y Pólux, la erótica me era necesaria como un balance al impulso tanático que recorre el texto y también porque sentía algo erótico en la acción de crear/destruir, como una suerte de goce. En las relaciones amorosas-eróticas vemos violencia. Hay una erotizacion al ojo, al oído, al sentido. La violencia se espectaculariza y seduce, como un device o una tecnología. Pensé entonces en un génesis oscuro. En un dios que se define a sí desde el ejercicio destructivo, que todo lo que crea lo hace dentro de sí, que no puede salirse (o ir a otros) sin contradecirse, que se destruye a la vez que se crea, que se goza en ello, que se despalabra.

 

Selección 

no señor dios quise masticarle las rodillas
encallar los pedregales en los párpados
astros muertos noches viejas honduras
ríos por debajo de las córneas
un puente de espinos anchos

sí señor dios padre fue el amor el rezo un decir tosco tenso
la quebrazón el roce agolpa carnes y el ensanche
sí señor dios haz me dijo zanjas aquí altas
cúbrelas de vientos susurros soplos
los abismos de gemidos llenos
los potreros de la muerte tú

te fuiste metiendo en las uñas
te fuiste metiendo en mis dientes astillas insectos jardines
te fuiste metiendo en los ojos

el horizonte donde cuelgas cabellos que arrancas
los días que el tragaluz de tu cuarto me roba

sí señor dios padre
la caricia amansa ronchas
fue el amor derroche de soberbia
todos los manzanos verdes le besé
la carne las encías me arrojé larga larga en ella
ancha en ella

 

 

Por: Equipo Carajo

 

**Fotografía de Rosario Caro Zunino
***Disponible en las librerías Altamira, Bookland, Buscalibre, Catalonia (Drugstore y Santa Isabel), Qué Leo (Chicureo, Forestal, Pedro de Valdivia, Simón Bolivar, Valparaíso), Ulises, Universitaria, entre otras.
****Fernanda Martínez Varela (Chile, 1991). Socióloga y escritora, publica su primer libro Ángulos divergentes a los 15 años. Ha recibido los premios Roberto Bolaño, Concurso Literario UC y Premio Municipal Juegos Literarios Gabriela Mistral. Ha participado en festivales en México, Bolivia, Honduras, Puerto Rico, Estados Unidos y República Dominica. Sus textos aparecen en  Oculta Lit (España), Puño y letra (Bolivia), Maestra Vida (Perú), Espaces Latinos Cultural (Francia), Loading Zone (University of Wisconsin-Madison), Uno dieciséis (Columbia University), Círculo de poesía (México) y en Halo, 19 poetas chilenos nacidos en los noventa (Chile). En 2015, publica La sagrada familia (Libros del perro negro), en 2016 recibe la beca de la Fundación Pablo Neruda, en 2017 obtiene la beca de creación literaria del CNCA, y en 2018 recibe la beca de Tinker Foundation y la Master of Arts de New York University, donde cursó el MFA en Escritura Creativa. Realiza talleres para niños y jóvenes del Valle Central de Chile y es editora del Periódico Literario Carajo (Chile). El génesis (Cástor y Pólux, 2019) es su publicación más reciente.
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