Reseña del libro Berlín de Sergio Ojeda, por Salvador Gaete
Todo viaje sin retorno supone un abandono, una ruptura, una transgresión inevitable a la cotidianidad, esa palabra que no hace otra cosa que darle sentido al ser, puesto que en gran medida somos aquello que repetimos, viajar sin la posibilidad cierta de un retorno es abandonarse para ir en busca de lo que seremos, una cotidianidad otra que se encuentra al otro lado de la bruma. Este tránsito es precisamente el que encontramos en el libro Berlín, del poeta chileno Sergio Ojeda, eso explica que esté escrito desde la borradura, recurriendo a imágenes que conducen a su propio descalce, porque refleja el momento preciso de la desalienación, que es lo que produce el quiebre irremediable de nuestra cotidianidad, algo más profundo y complejo que lo rutinario o aquello que es habitual, pues lo cotidiano contiene implícito un relato unificador, nos entrega un lugar en el mundo, es por eso quizás, que el exilio esté tipificado jurídicamente como Pena de Extrañamiento, porque te declara como un extraño para tu propio país, lanzándote a un lugar otro a convivir con la incertidumbre, una especie de doble extranjería, que por otra parte no termina de cortar del todo los vínculos naturales con el lugar de origen, aunque se trate de un éxodo voluntario, recordemos aquí la frase de Enrique Lihn “Nunca salí del horroroso Chile”.
Considerando el tránsito entre la cotidianidad perdida y la que debemos construir, dotándola de sentido profundo, podemos establecer que el libro Berlín se ha edificado en la grieta que separa una alienación de la próxima, un extranjero que aun conserva retazos del paraíso perdido, representado a través de la palabra, el relato que brinda sentido (alienación), pero que se encuentra incapacitado de otorgarle un cauce, que unifique al ser en su nueva realidad que se viste de silencios, pues hasta la nieve es una especie de mutismo del paisaje. Berlín, la ciudad, no es importante como tal, sino en lo que produce, en la percepción que el autor tiene de la ciudad en su proceso ontológico, por eso es que los elementos actúan de manera imprevista, produciendo imágenes descalzadas generando una sensación de inestabilidad en el poema: “El suelo que nos sostiene/ (…) permanece intacto/ apoyado en nuestra cama”, esta subversión de los objetos nos recuerda a lo que el teórico ruso Víktor Shklovski acuñó como técnica de extrañamiento, refiriéndose a los modos que encuentra el lenguaje literario para alcanzar una perspectiva distinta de la realidad, a través de la percepción, creando situaciones y relaciones inesperadas. Esta técnica de “extrañar” los objetos, le permite al autor otorgarle magnitud a la crisis. Sólo por mostrar un ejemplo, el primer apartado del libro se denomina La violencia del tiempo, lo que nos da un indicio de contenido, pero es la forma, la técnica de escritura, la que permite otorgarle violencia al elemento tiempo, independizándolo de su propia ley interna: “sostenemos los relojes/ para que todo vuelva a su cauce/ y aplacamos distancias”, asimismo el espacio es trastocado o violentado, con imágenes sutiles que emparentan blanco con oscuridad: “todo camino oscuro/ es sensación de nieve en madrugada”, así el espacio a veces se vuelve infinito y otras se contrae, esto lo consigue el poeta al “impartir la sensación de las cosas como son percibidas y no como son sabidas”, para explicarlo en palabras de Shklovski, al referirse a la técnica del extrañamiento. Es así como forma y contenido se vuelven indisolubles en un libro cuyo motivo principal es la orfandad de sentido.
Ahora recordemos que el nombre de la crisis se llama Berlín, y que en sus páginas se insinúa la ciudad, aunque se presente “como una cartografía sin bordes” y se nos asegure que “la escena no tiene profundidad de campo”, sigue siendo una ciudad que sólo puede ser Berlín, aunque devorada por un estado de ánimo, que logra desdibujar los límites territorio, cuerpo y mente, es decir todo es Berlín, lo que incluye la crisis existencial. Considerando esto, uno de los recursos llamativos del poeta es encontrar lazos comunicantes entre Berlín y Santiago de Chile, casi al final del libro, en su búsqueda incesante de continuidad. El cauce o túnel silencioso que logra unificar provisoriamente la experiencia de ambas ciudades, es su herida histórica que no termina nunca de ser contemporánea, que no permite que el presente se desembarace del pasado: culpa, negación, memoria, síntomas de un trauma que se refleja en la misma arquitectura: “Santiago o Berlín/ empujan los abismos/ despejan laberintos/ todo es un puzle/ que atormenta las bocanadas/ de espectros”. Así es como la búsqueda de sentido parece ser mutua, desde la subjetividad del hablante hasta la misma ciudad que debe resolver sus propios laberintos, de esta forma el poeta hermana ambas ciudades a través de la carencia y ambas ciudades pasan a ser a su vez un reflejo de sí mismo, cual si fuera una triada de extrañamiento cuyos límites han sido desdibujados. Berlín también encarna la posibilidad de un relato en el momento mismo del escepticismo: “Absorto/ ciego de palabras/ errático/ (…) Qué más/ la posibilidad de construir cielos permanentes”, el recurso que ocupa el poeta es introducir elementos de unificación, como el amor, la pulsión sexual o la música, como destellos siempre puertas adentro en una ciudad que encarna el extrañamiento, se trata de la aceptación de un sentido no trascendental que se juega día a día: “Después/ imaginaré otro lado/ seré un día tatuado en sobremesa”. Poco a poco la bruma deja entrever la fragilidad de un relato, en la aceptación de la nueva configuración del mundo, a la manera quizás de Albert Camus, para incorporar otro elemento de extrañamiento, cuando en el Mito de Sísifo, el personaje mítico acepta la condición absurda de su condena y encuentra la felicidad en la lucha diaria con la roca, imprimiéndole ya no un sentido trascendental a su existencia, sino uno propio. Es el camino que parece insinuarnos este Berlín: Una cotidianidad después del desengaño.
Selección de poemas
i)
La violencia del tiempo
expande el acontecer hacia un escondite
Allí se contraen los segundos que llevaré en mi sangre
Todo camino oscuro
es sensación nieve en madrugada
Como una cartografía sin bordes
la escena no tiene profundidad de campo
El día señala que guarecerse es mejor
traza una abertura en los momentos caídos
Es la nueva dimensión de mis células
que como torrente de fuego
empuja hacia lo inaccesible
Detrás de todo y en todo
persiste un rumor que no deja salir las palabras
una sucesión de pliegues disueltos en la muchedumbre
Detenemos el reloj
para que sea siempre
y caiga sobre mis hombros
una tempestad
iii)
La certeza se consume
envuelta en sus propios mecanismos
de sobrevivencia
declina en el torrente acuoso del día a día
A tientas en la densa composición del vivir
destraba todo
simula un sueño ideal
luego viene la oscura contingencia
un camino que perturba lo inacabado
En segundos la imagen de las sombras
retorna como una especie en extinción
El embargo de las tristezas
no es una adicción al transitar frágil
es hielo en medio de la hoguera
x)
En claroscuro
amanece en nuestros cuerpos
Sostenemos los relojes
para que todo vuelva a su cauce
y aplacamos distancias
Nos envolvemos
bailamos y retornamos a la semilla
Invocamos los deseos
los cuerpos se acoplan
vuelven a estremecerse
y el día se va con una canción
xi)
El suelo que nos sostiene
huele a retazos
y desciende hasta sus brumas
Construye nuestro espesor
origina nuevos desbordes
Se parece al silencio
No sostiene nada
es grieta y origen
callejón
huerto
pesadilla
mantel
pierna
grito
Permanece intacto
apoyado en nuestra cama
xxi)
Iba a costar esa nueva vida
Desdibujada en frases erradas
entrando en un túnel abierto
Desde la vereda contraria
como a contraplano
una escena arrancada de película
Absorto
ciego de palabras
errático
Como si fuera todo un padecer
y el mundo configurara
situaciones extrañas
ajenas a esta realidad
Qué más
La posibilidad de construir cielos permanentes
14)
Ahora miro desde Berlín que
Santiago descubre cuerpos
cuando las luces
impiden el amanecer
en el ir y venir
-acá es de noche en los suburbios las palabras traicionan al huésped
que limpia cenizas
en este agujero de soledad
Algunos suben el volumen
y en stereo
tripas y corazones
huelen a basura abandonada
Santiago o Berlín
empujan los abismos
despejan laberintos
todo es un puzzle
que atormenta las bocanadas
de espectros
El río se desborda por la espuma
y a distancia de otros mundos
los cuerpos olvidados
vuelven al hogar
-es de noche en los márgenes la memoria
desborda los límites
de la tierra prometida
cuando el último foco se apaga en Marzahn.
Mientras tanto
el valle
agradece
su nombre propio
no vaya a ser que después
le cierren los candados
del paraíso
y todo esto sea una mariposa de neblina
Sergio Ojeda Barías (1965, Puerto Natales, Chile) poeta y académico universitario. Doctor en Literatura por la Universidad de Chile. El año 2000 publicó el poemario Pedazo de mundo, el 2007 Tardanza del fuego y el 2024 Berlín. Ha realizado clases de literatura en diversas universidades de Chile y del exterior. Sus poemas han sido incluidos en varias antologías de poesía, algunas de ellas son: Fin de siglo. Nueva poesía chilena de los 80 (2009); Wurlitzer. Cantantes en la memoria de la poesía chilena (2018); Antología de poesía Latinoamericana (2023) y Voces periféricas. Antología de poetas latinoamericanos en Alemania (2023). Ha obtenido Beca de creación del Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile los años 2005, 2019 y 2021. Actualmente reside en Berlín.
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