Presentación de Alejandro Lavín, poeta originario de Talca, ciudad al sur de Santiago de Chile, además de una selección de poemas inéditos encontrados en una libreta del autor después de su fallecimiento.
El poeta maulino Alejandro Lavín (Nueva Imperial, 1937 – Talca, 2012), concentra en su poesía elementos que dan cuenta de un registro quizás no utilizado en la tradición poética chilena, pues el arcaísmo, el humor, los elementos culteranos, lo telúrico, el habla popular, los localismos, encuentran una rara conjunción, como si una excéntrica alineación de astros nos revelara que las poéticas son islas de esteticismo, elecciones formales para poder respirar en la densidad de las palabras.
Se podrían dar ejemplos de cada una de las características nombradas anteriormente, aunque si se ha de ahondar en aquello que predomina, habría que hablar del aspecto terrestre, de una poesía que parece estar hecha de arcilla, pero que no abandona por ello ni el ingenio ni el humor. Y es que el poeta Alejandro Lavín ejerció además el oficio de alfarero, situándose en contacto directo con el barro, el agua, el fuego, experiencia que traspasa al hablante de su poesía. En esa condición es que se manifiesta consciente de la relación entre la furia volcánica de la ceniza y la quietud de los cantos rodados.
La fertilidad y la abundancia de la tierra bien labrada son ingredientes del sueño campesino en general y del maulino en particular. Si se han de buscar antecedentes en el imaginario artístico de la región sería imposible no recordar la visión del pintor radicado en Linares, Pedro Olmos, con sus campesinas y campesinos robustos, el relato de las grandes trillas, las espigadoras, las escenas de la fiesta; un mundo idealizado, donde el vínculo con el trabajo y los frutos de la tierra va siempre acompañado de la abundancia y la generosidad de las formas. Al indagar en los poetas maulinos, creo que hay que mencionar a Pablo de Rokha y Efraín Barquero como dos padres, dos toros que resoplan: el primero desde el dinamismo de los elementos naturales y la injusticia social, el segundo desde un simbolismo bachelardeano fundado en elementos, ritos y ceremonias en que la materia está al servicio del espíritu. En estos autores se supera con largueza el tan castigado criollismo, que sin embargo da identidad al Maule a pesar de los intentos por refundarla desde la heterogeneidad. En los poetas nombrados está además la denuncia de la explotación agraria como oposición de una feliz postal campesina.
En cuanto a Lavín, no estamos en presencia de un poeta que declara el fracaso de su escritura, o que utiliza la pobreza y la marginalidad como puntos políticos a su favor; el hablante de sus textos está consciente de sobrellevar un oficio susceptible a escarnio en un mundo materialista, pero su consuelo es la misma rara percepción que lo hace escribir, similar a la locura que propone Erasmo para tolerar las estrecheces del mundo.
En el año 1964 Alejandro Lavín publicó su primer libro, Los gallos suburbanos, poemario casi desaparecido de los registros y la memoria colectiva –en una situación bastante común en nuestra literatura–, transcurriendo luego 46 años sin publicar, hasta la edición de Fiesta del alfarero (Ediciones Inubicalistas, Valparaíso, 2010). Estamos entonces ante una escritura que perfectamente habría quedado trunca, lo que hace pensar que la continuidad de una obra no está relacionada necesariamente con una producción sistemática, sino más bien con una coherencia interna que le permite erguirse y sostenerse pese al silencio de sus contemporáneos y del medio cultural que lo rodea, sobre todo si este es antagónico o indiferente.
No deja de hacernos pensar en la posibilidad de la poesía como un acto de sobrevivencia, más allá de su utilitarismo en función de obtener logros en la sociopolítica de la cultura, cada vez más permeada por la noción de espectáculo. Sobre esto, citaré el epílogo del autor a Fiesta del alfarero y que sirve para comprender su posición hacia la creación en el último tramo de su vida:
“Jamás he estado orondo de mi obra; la sé imperfecta y sé que aún podría corregirse. Desgraciadamente, mis trabajos hechos de material estable, no pueden ser enmendados de su cojera congénita. Pienso en las fallas de mi cometido literario y de mi actual atrevimiento en hacer poesía. Pienso que un escritor satisfecho es afeminado que acaricia con fruición su tratado de cosmética. He amado desde niño la poesía y busco alcanzarla en mi vejez. Ojalá mis castigadas manos de alfarero logren asir las evasivas formas de la creación, en ese bachelardeano amasijo donde toda materia terrestre tiene repercusión en nuestros sueños.”
Allí el poeta describe cómo funciona la relación entre artesanía y escritura con respecto a lo inacabado, lo hecho por debajo de las expectativas, y, además, la posibilidad de llevar latente durante años la posibilidad de “alcanzarla”, acción que a mi juicio logra con plenitud en su último libro publicado un mes antes de su muerte, Pez de piedra (Ediciones Inubicalistas, Valparaíso, 2012). El título hace referencia a las rocas pulidas por el autor, recogidas en distintos ríos y esteros del Maule, pulimentadas y convertidas en rústicas artesanías; pero también alude a “El Lago del Pez de Piedra”, un poema chino de Yuan Chieh, de la dinastía T’ang, en que hace alusión a una isla con forma de pez al centro de un lago, hacia la cual los jóvenes envían barquitos de madera con tazas de vino.
La admiración por los antiguos y lo silvestre se funde musicalmente, advirtiendo que del materialismo de esta época poco será lo que se puede rescatar más que rudas materias pulidas por artes del espíritu –una actitud si se quiere totalmente anacrónica–, proponiendo un tiempo al margen de la época, una ruptura en la historia concebida como una evolución lineal. Estamos ante una voz que no cree que la validez de los discursos tenga que ver con la actualización de los referentes, sino más bien con la asimilación lenta de viejos temas y conceptos universales fundidos en un rústico horno de cerámica.
Alejandro Lavín fallece en abril del año 2012, al mismo tiempo que en la Universidad de Talca se realizaba su exposición “Peces de Piedra”, con terracotas y piedras labradas. Del catálogo de dicha exposición, recogemos un texto suyo que podríamos considerar como su testamento estético:
“Se me ha ocurrido presentar estos materiales diversos, a fin de extraerles su lenguaje interno; es decir, develar con sudor su contenido estético. Tierra cocida, piedras o palabras, encabezan un triunvirato cuyas voces –como diría Malraux– provienen del silencio. La arcilla aplastada, el canto rodado, la palabra del diccionario me han salido al encuentro, pues los escultores hablan de oportunidad, ya que todo está dentro del mármol elegido.
“Tierra de espléndidas alúminas volcánicas y de poetas no menos iridiscentes, sea esta exposición de mis afanes un homenaje al paterno río Maule. Seres líticos fusiformes vienen de meandros ancestrales; solo faltan aletas para que naden o vuelen en imaginaciones gonzalorojianas. Buen dar. A la greda solo la favorece el pellizco amoroso y a la palabra una escapada de su empolvado casillero.
“Disfruten mis mauchos amados, de las materias elementales que nos ofrenda el gran Descabezado.”
Esperamos que esta reunión de poemas, que incluye textos inéditos y otros de libros desaparecidos o no disponibles, se dé una cabal panorámica de este poeta maulino, posibilitando que se incorpore al imaginario poético por parte de las nuevas generaciones.
Valparaíso, agosto 2015
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Felipe Moncada Mijic. Nace en Quellón (Chiloé) en 1973. Fundador y director de la revista de creación literaria La Piedra de la Locura. Ha publicado los libros de poesía; Irreal (2003) ediciones El Brazo de Cervantes, Santiago. Carta de Navegación (2006) imprenta Almendral, San Felipe. Río Babel (2007) ediciones Casa de Barro, San Felipe. Músico de la Corte (2008) ediciones Fuga, Valparaíso. Salones (2009) Manual Ediciones, Rancagua. Ha sido publicado en; Antología Concurso Nacional 70 años de las Juventudes Comunistas (2002), Antología Poesía Nueva de San Felipe de Aconcagua (2003), Antología 30 Poetas Jóvenes (2003) ediciones U. de Playa Ancha, El Mapa no es el Territorio-Antología de la Joven Poesía de Valparaíso (2007) ediciones Fuga, Valparaíso.
Actualmente reside en Valparaíso
POEMAS INÉDITOS
Poemas encontrados en libretas del poeta, una vez fallecido. No tienen fecha, pero lo más probable es que hayan sido escritos entre los años 2010 y 2012. Estos textos forman parte del libro, de próxima publicación, Poesía Reunida de Alejandro Lavín, preparado por Ediciones Inubicalistas de Valparaíso.
AVISO EN LA VENTANA
Se venden
huevos de poiesis
tratarlos
con cuidado
Tú, el más torpe
e ignorante
de lo más concentrado
en este sol plumífero
y su universo de pájaros
¿Piensas acaso
que no es sucio
empollarlos
y poner
cava de Dionisios
en trance etílico?
Más respeto babieca
por este ovoide
que da origen
al Big Bang de los sueños
RECIBIRÁS
RECADO CON EL ZORRO
Estimadísimo
¿dejarías tú la poesía
a cambio de hembra pudibunda
y al mismo tiempo oferente?
De mi parte
rescoldeado me alejo
de esa dicótoma
Ni con ayuda de Dionisio
u otro más beodo
puedo olvidar la octava musa
que ya está vieja
y trabajo me cuesta
excitarla y enderezarla
Tú que eres más joven
tal vez mesiánico
podrías emprender
ambas cosas con éxito
Cabida te doy en mi cabaña
cuando quieras empieza
Yo seré voyerista
de las hojas desnudas
FLUIDEZ DE LAS AGUAS
Cuando contemplo
la llovizna apacible
nadie más la percibe
Para mi oído lerdo
es ventanal deshecho
Para mis ojos viejos
es el pájaro
más mojado que he visto
Es la duda
si estará lloviendo
o será sollozo
de bosque cercano
El viejo Heráclito
no se bañaba
en un mismo río
Las plomizas aves
llamadas nubes
barridas por un dios
cegatón y achacoso
son manifestaciones
de glaucoma en último grado
No le demos crédito
a la lluvia y menos
ser ciegos engañados
con ducha de jardinero
A final me conformo
y digo:
Si está lloviendo para todos
lograré a través
de su espesa manta
avanzar con mis pecados
LA HIJA DEL MOLINERO
Loado sea Picasso
y sus bellos grabados
de Rafael y la Fornarina
en pleno fornicio
Duraderos serán
los trazos leñosos
del papa Julio
atisbando
entre cortinas
o sentado en su pelela
Gran alboroto
armaron los gringos
frente a estas grafías
con el Michelangelo
facendo lo mismo
y sin sacar
el dedo de la paleta
entre rosado torbellino
Eros memoria
titúlase el álbum
de su veloz buril
con la deslumbrante
hija del molinero
levantando
polvo venéreo
CIGARRAS
ATIZAN EL VERANO
Las cigarras
arman panoplias
con temas de Paul Klee
una mandala de sol
se desmorona
sobre las gramíneas
Las alcachofas
mordidas por Efebo
chillan en Lo Figueroa
y los espinos aporrean
su reseco xilófono
Negros conejos
atraviesan sementeras
como acordeones
de Mefisto
Las trupas
con furioso tabaco
apuran
el arte de la fuga
y del fuego
ALELUYA CON DIUCAS Y LAVANDAS
a Hernán Burgos
Gracias
longevo parrón
por levantar mis hojas
en varas
de roble colorado
La inclinada casucha
de tablas observó
el gesto asombroso
y repasó
sus quemadas calaminas
con brisa matutina
Recórcholis
exclamaron los quiques
El señor
de la terremoteada
casa bermeja
bailará de placer
a su regreso
Perdón
pero las manos autoras
de noble gauchada
tienen más precio
que las verdes lucas
de esta montaña
MOZART EN EL MAR
Pelícanos navegan
entre los roqueríos
Laúdes parecen
y oscilan
sobre aguas plomizas
La espuma trepa
escalas de piedra
Broncos fagotes
atraviesan
la Piedra de la Iglesia
Maderas ocres
recuerdan
violines en la playa
en octavas menores
Un sol se aleja
en la línea infinita
El arpa constante
del verde oleaje
roza los arenales
Se levanta
una Luna soprano
sobre el muelle
¡Regresaron
los pelícanos,
agarrados
a la caleta de Mozart,
hermano mío!
ARRIERO PANCHO
Pancho arriero recibe
llamadas celulares
en los dentados
riscos del Peine
Sus pómulos respinga
cuando entabla tertulias
con gringos esquisotímicos
Puede hablarles
de cuevas con pájaros
o ventoleras raras
y socarronamente
echar a correr
su risa de espuela
Ellos siguen hipnóticos
el desplazamiento
topográfico
de sus manos morenas
y su mirada de zorro
pulimentado desde joven
con piedras pómez
Es un caso chilensis
de gentleman
y rabit solariego
Arriero Pancho
es de los pocos
con abultado pecho
en su espléndida montura
de cuero aventurero
TRIPLE CONCIERTO
EN VILCHES ALTO
Amanecían los oboes
y tordos oteaban
en el anca espaciosa
de potro cabizbajo
Ya el lerdo rocío
levantaba sus arpas
y la astromelia
hacía señas
con su índice en llamas
En orden perfecto
los arqueados avellanos
los enyugados peumos
y dueto de bosque
con río pedregoso
Tierra magra
estiraba timbales
con cuerdas de copihues
De pronto trompeteros
inundan con hierba
de San Juan los senderos
y tronó
el trumao
de los caminos
en polvareda
de los mil demonios
ZAPATO PARA UN REY
a Diego Velásquez
Realizó
retratos ecuestres
para escarmiento
de pintores inhábiles
Realzó los enanos
para burlarse
de nobles insuficientes
Levantó los ojos
del bufón masacrado
por risotadas
y pésimas alusiones
Amó
la pincelada evanescente
de Pablo Rubens
la voz profana
de los bodegones
el oro desvaído
de los atardeceres
Se abrazó
con la muerte
cual sonriente
Demócrito
dedicado solo
a pictóricas pasiones
A MARIN MARAIS
EN MAJESTUOSA MONTAÑA
A media sombra
tronco vetusto
ensaya requiebros
de viola de gamba
En la aserrada cumbre
un rosa pálido
y clavicordio de tordos
en los robles
Vientos alzan
ramas de romerillo
como mangas de encajes
de un antiguo violero
Arpegio de codornices
Loica sola
en punta
de árbol seco
Quebradas de agua
Una folia elegante
con festones
y danza de conejos
Ritornello de luz
alumbra
el tronco decaído
Tañe crepúsculos
el gambista del Rey
coronado
de rosa mosqueta