Chile. Julieta Marchant. “[DE EL NACIMIENTO DE LA HEBRA]”

julieta marchant

 

 

El rumor de la página en la mudez de la mano

el que acompaña pocas veces es acompañado

y yo me extravié a pesar de ti. Lloramos demasiado tarde

sufrimos demasiado pronto o amamos demasiado lejos.

La incertidumbre de un cuerpo

acabó con la certidumbre de otro cuerpo

y si eso fuera el dolor: equivocarse a pesar.

 

De pequeños aprendimos a juntar vocales y consonantes

una eme y una a fueron la unión ejemplar

el primer lazo para comprender

que el lenguaje era un sonido hecho de diferencias.

Confesó que ha dejado de escribir porque agrupar palabras

es demasiado, y yo atesoré esa frase

en el oído que piensa y escucha cuando pensar no es suficiente

ni para reunir ni para bifurcar.

Confesó que aprendió algunas palabras

mucho antes de entender las cosas

o lo que las cosas anhelan de las palabras.

El deseo en la página cuando este brazo declina

y se acopla a su sombra.

(Me reduzco ante la caída de mi brazo que no ejecuta ningún deseo).

Puesta en la frágil situación de la reserva, me remito a juntar:

 

él dijo tantas veces decir tú y sin embargo

la imagen ahora rasgada

me convoca a pensar que no dijo sino

un leve alcance

una escasa mancha que obvié

conmovida por una escena que quise retener

sostenida en una rama o removiendo quizá

las frases que en realidad dijo y que yo cubrí

con la costra de este cuerpo que trazó círculos en su herida

(siempre esquivamos lo que nos hace aminorar)

él dijo tanto y yo limpié

hasta quedarme con una línea de piedad

en la que me adherí como si dormida sobre un pliegue

el daño nos fuera perdonado por disimulación

o por error tal vez

permanecer repitiendo la costumbre

las suaves usanzas de los días de siempre

que hicieron soportable el lugar de la falta

(tantas veces hilvanamos lo que nos hace aminorar)

 

Confesó que el invierno enclava

cuando el frío y el hambre y el desvelo, confesó así

en la calma del que nada espera ni pretende

y yo atesoré esa frase en la boca que habla y piensa

cuando hablar no basta porque el oído empalma letras

que ensayan la distancia.

Dijo reparar es demasiado y suficiente.

Cierro los ojos, empuño el olvido

una imagen huye del cuerpo y forja un herida

que se hace espacio y va rompiendo antiguas costuras.

El pulso de una voz, hablar para ser silenciado

por otra voz que adentro habita

y que empuja a un cierto desamparo

o a la ajenidad entre el yo y las cosas.

Los objetos que dejó no soporta, los restos

la ignorancia de cómo lastiman

las pertenencias que procuramos que el otro recoja.

Dijo reparar.

 

Ella cerró los ojos y un breve descanso

alcanzó a la mano que por hambre escribe.

Una espera comprende su propio desvío

el descenso que toda promesa lleva adentro

silenciosos los cuerpos se buscan para calmar la soledad.

Quieta la carne y entonces el alma cede

el deseo que pretenden por ausencia raspa.

Dijo basta y encontró refugio.

Allá afuera los árboles no dejaban de mecer sus sombras.

Un sauce dice del recuerdo y sin embargo

lo irrecuperable irrumpe al fondo.

Aprendimos un sonido hecho de diferencias

reunir letras y encontrar en ellas la ternura

salvo ahora:

en el frío los cuerpos se alejan

y en sus ranuras se hunde una mano

que agudiza el espesor de la distancia.

 

Mide esta palma que por abandono escribe

mide esta hoja que por rumor confiesa.

 

 

______________

Julieta Marchant (Santiago, 1985). Ha publicado Urdimbre (Ediciones Inubicalistas, 2009), Té de jazmín (Marea Baja Ediciones, 2010) y El nacimiento de la hebra (Edicola Ediciones, 2015). Codirige Cuadro de Tiza Ediciones y es coordinadora editorial en Alquimia Ediciones.

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